¿Es lo mejor que podemos hacer?

En septiembre de 2020 se cumplió el 50 aniversario de un artículo muy influyente del economista Milton Friedman en The New York Times.

Él expuso lo que se conoció como la doctrina Friedman: que el único propósito social de los negocios es obtener beneficios para sus accionistas.

Los mercados libres prósperos aportarían los mayores beneficios a la sociedad, mientras que las inquietudes sociales y ambientales eran impropias de los negocios.

El pensamiento de Friedman sobre la primacía de los accionistas influyó en el espíritu y el marco jurídico del capitalismo de finales del siglo XX, y ha legitimado el sistema de no rendir cuentas a las gigantescas empresas actuales que, por consiguiente, reducen los costos sin importar las consecuencias para los empleados, los proveedores, las comunidades o el medio ambiente en general.

Asimismo, tratan de extraer el máximo de ingresos de su base de clientes, atrayendo a la gente a contraer deudas que no pueden pagar, construyendo en la obsolescencia para forzar una compra repetida, o incluso alimentando adicciones.

Este sistema está roto, y profundamente necesitado de una reforma. La crisis financiera de 2008 fue una oportunidad para introducir cambios; se endurecieron los reglamentos para reducir el riesgo de un colapso bancario en el futuro, pero la reforma sistémica necesaria nunca tuvo la fuerza suficiente.

[destacate]Gran parte de la resistencia a la reforma del capitalismo proviene de una antropología defectuosa.[/destacate]En las últimas dos décadas muchos han pedido un nuevo tipo de capitalismo, especialmente en torno a la idea de los negocios responsables. Éstos reconocerían la contribución vital de otras partes interesadas, no sólo de los propietarios del capital, y aunque siguieran obteniendo beneficios, los compartirían más ampliamente con ellos.

Las empresas responsables también se preocupan por reducir al mínimo su impacto ambiental y por pagar la parte que les corresponde de impuestos a nivel local para apoyar la infraestructura pública de la que dependen.

El Jubilee Centre ha aportado varias ideas a lo largo de los años; en nuestro libro After Capitalism and Transforming Capitalism from Within (Después del capitalismo y la transformación del capitalismo desde dentro) publicado por nuestra organización hermana, se promueve la idea de una Carta de Negocios Relacional. Sin embargo, el cambio de sistema es difícil, y los intereses creados están profundamente arraigados; ¿puede una perspectiva bíblica ayudar a desarrollar la visión de una alternativa o acercarse a un punto de inflexión?

Estoy convencido de que gran parte de la resistencia a la reforma del capitalismo proviene de una antropología defectuosa. Si la comprensión de nuestra cultura de lo que es un ser humano se basa en las nociones del individualismo autónomo, homo economicus y darwinismo social, entonces es difícil refutar el objetivo de los mercados sin restricciones y la maximización de los beneficios.

Pero la Biblia describe a la humanidad bajo una luz muy diferente. En primer lugar, nos dice que hemos sido creados a imagen de Dios principalmente como seres responsables. En Génesis 1:28 Dios confiere a los seres humanos la responsabilidad de administrar este hermoso planeta y desarrollar la civilización humana.

Fuimos creados para mirar hacia arriba (a Dios) y hacia fuera (a los demás y a la creación no humana) en una vida de creciente responsabilidad. El advenimiento del pecado volvió nuestra mirada hacia adentro; nuestra orientación predeterminada se convirtió en el ‘yo’.

[destacate]La maximización del beneficio trata el trabajo como un coste a minimizar, no como un activo a desarrollar.[/destacate]Sin embargo, la imagen bíblica es que la responsabilidad por los demás y por el planeta es clave para nuestra identidad. No somos libres de maximizar nuestro propio placer y felicidad a expensas de los demás; tal pensamiento no viene de Génesis 1 sino de Génesis 3; el mismo surgió de la Caída.

La segunda percepción es que cada persona es creada con dones y habilidades únicas; crecer en madurez como ser humano incluye desarrollar esos talentos y usarlos para ganarse la vida y servir a los demás.

De ello se desprende que un objetivo clave de la actividad económica es crear oportunidades para que las personas participen en la dignidad del trabajo resolviendo problemas y contribuyendo a las necesidades de los otros.

En este sentido, la creación de puestos de trabajo viables debería ser un objetivo clave para la economía; la mentalidad de maximización de beneficios trata el trabajo como un coste empresarial que debe minimizarse, no como un activo vital que debe desarrollarse.

Los costos sociales de tal enfoque son muy claros ya que la crisis de la Covid-19 está ejerciendo una inmensa presión sobre las empresas, que probablemente recortarán miles de puestos de trabajo en los próximos meses.

Podríamos estar en un momento crucial de la historia, y es hora de apoyar los llamamientos para reformar el capitalismo de los accionistas y encontrar las formas de hacer viable un enfoque responsable de las partes interesadas.

¡Que los conocimientos y la sabiduría de la Biblia nos den la convicción y la visión que necesitamos!

Este artículo se publicó por primera vez en el sitio web del Jubilee Centre y fue reproducido con permiso.