Maternidad divina

Por Edgardo Ramírez Castellanos

Estos meses atrás de confinamiento me han permitido comprender algunas cosas.

Entiendo ahora en carne propia confinamiento como recogimiento, negación, reclusión, limitación o privación. Podríamos ver en estos adjetivos que el compromiso maternal lleva, de forma voluntaria y fundamentalmente por amor, a vivir un permanente confinamiento.

Porque ser madre es descubrir que se está sujeta de por vida a la vida de sus entrañas, donde se buscan los beneficios del crío antes que los propios; donde se sufre con el dolor de la descendencia más que si fuese un daño propio; donde se celebran como suyos los años vividos por el hijo; y hasta donde se muere, en gran parte, con la muerte del siempre fruto del vientre.

Inevitablemente el rol de ser madre es condicionante a estar presa, prisionera en ese lugar, esa posición y esa labor... Donde sí, hay amor. Pero también hay un recogimiento existencial. Y curiosamente, este distintivo común del confinamiento maternal es parte del carácter del Dios Todopoderoso.

‘El-Shadday’, traducido como Dios Omnipotente, tiene un significado etimológico apasionante, que nos permite verlo desde otra perspectiva. Y es que este calificativo se compone de la palabra hebrea ‘shad’, que viene a significar  ‘el pecho femenino’. Que conforme al contexto en el que aparece por primera vez en el registro bíblico, este título se podría traducir como ‘el seno materno’. Entonces este nombre con el que Dios se revela podría significar: ‘El Sustentador y Fortalecedor’.

Sin embargo, lo interesante aquí es que, así como el pecho maternal para el niño es calidez, sustento, refugio, quietud, descanso y seguridad, Dios es Shadday porque nutre, sustenta y da fortaleza a sus hijos. Este nombre divino no desenfoca el concepto de la paternidad de Dios, pero nos lleva a apreciar su función materna… No olvidemos que Dios es Espíritu, es decir, no tiene género. Y aunque cierto es que se nos ha revelado como Padre, esta revelación es parte de su esencia ontológica. Dios, es más, mucho más.

Por lo tanto:

• Bajo este calificativo, Dios se presenta como el Sustentador, donde nada es necesario aparte de Él.

• Bajo este título, Dios se muestra al hombre pecador como ‘el Suficiente’, para indicar su Omnipotencia sobre la existencia.

• Bajo esta perspectiva, Dios encierra su esencia y hace evidente su entrega.

• Bajo este concepto maternal, Dios nos vuelve a recordar que varón y hembra son imagen suya.

• Bajo esta privación propia a su existencia, Dios nos deja ver otra paradoja de su naturaleza: el Todopoderoso del universo, quien no tiene principio ni tiene fin, se recluye por nosotros.

Somos imagen del Invisible. Somos reflejo finito del infinito. Somos la causa del maternal confinamiento divino.

En consecuencia, el carácter materno es simplemente un destello del ilimitado y profundo atributo de Dios que, por su amor incondicional, se encerró en nuestra existencia para darnos libertad, permitiéndonos abrir con la llave de la fe la puerta de la reclusión divina que nos permite explorar su indecible grandeza y majestad. Y a su vez, nos concede regresar a la seguridad y calidez de su seno.

Tal vez porque entiendo a Dios como Shadday me atrevo a escribir sin prejuicios este texto, para examinar y compartir como hombre el sentido de lo materno.

Edgardo Ramírez Castellanos – Pintor y Teólogo – Valencia (España)

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