Los viejos, al cementerio

Decía la periodista Emilia Landaluce: “El mundo se ha parado para que nuestros padres, abuelos y amigos mayores estuvieran a salvo”.¹

¿Estuvieron a salvo?

Escribe Xavier Vidal-Folch: “Cerca del 87% de los fallecidos en España por el virus eran mayores de 70 años. Esta franja de edad supone unos 7 millones de ciudadanos, un séptimo total de 47 millones. Así que la mortalidad se ceba sobre todo en los mayores, (viejos), más de seis veces que en el conjunto de otros segmentos de edad. El virus ha atacado con saña especial a los viejos alojados en residencias geriátricas, más de 18.000”, (estadísticas del domingo 18 de mayo).²

El director de Coordinación socio-sanitaria, Carlos Mur, destituido el pasado 13 de mayo, envió cuatro documentos a 475 residencias de Madrid con la orden, según Fernando Peinado, de “descartar la hospitalización de personas con discapacidad y ancianos con Covid 19”.³ Uno de los facultativos que recibió el documento declaró: “Era una orden y así la entendimos los que acudimos a diario a domicilios… En cuanto la recibí me sacudió por dentro”.⁴

La Comunidad de Madrid, a la que volveré más tarde en estas letras, no ha sido la única en dejar morir a los viejos. Una de las primeras fue la Comunidad de Cataluña. Según el periodista J. Manzo, “el Sistema de Emergencias de Cataluña avala no intubar a mayores de 80 años”. Otros tres periodistas, Jordi Ribalayque, Héctor Marín y Víctor Modelo incidían en el tema: “La Consejería de Salud (de Cataluña) sugiere no hacer referencia a que no hay camas para todos como un motivo para denegar las horas intensivas y explicar que la muerte en casa es la mejor opción”.⁶

En este punto intervino el Ministerio de Sanidad del país con un informe en el que protestaba por la recomendación catalana de no reservar camas en los hospitales para los viejos. Decía el informe: “Excluir a pacientes del acceso a determinados recursos asistenciales o a determinados tratamientos, por ejemplo, aplicar dicha limitación a toda persona de edad superior a los 80 años resulta contrario, por discriminatorio, a los fundamentos de nuestro estado de derecho según el artículo 14 de la Constitución Española”.⁷

José María Toro, presidente de la patronal valenciana Aerte, reconoció que algunos “criterios médicos… pudieron dejar fuera de la asistencia hospitalaria a personas con nivel de demencia, enfermedades previas o esperanza de vida menor a un año”.⁸

¡Los viejos, al cementerio!

En ocho comunidades autónomas, La Rioja, Castilla y León, Navarra, Cantabria, Extremadura, Galicia, Asturias y Castilla-La Mancha, 50 de cada 100 personas mayores de 65 años murieron en geriátricos acogedores de viejos.⁹

En la comunidad de Madrid, las noticias sobre la muerte de viejos abandonados por la asistencia sanitaria han estado en la prensa casi a diario. Entre 3.694 ingresados en cuidados intensivos sólo 921 eran mayores de 70 años. El resto, a morir a casa.¹⁰

Desde finales de mayo hasta el 22 de junio habían fallecido en Madrid por coronavirus 5.972 personas en residencias de viejos.¹¹

Antonio Burgueño, médico de 78 años, presentado por la presidenta de la comunidad, Isabel Ayuso, como coordinador de la lucha contra la pandemia en Madrid, se sinceró en el curso de una larga entrevista que le hizo el periodista Fernando Peinado en el diario El País. Dijo que el plan para atender a los viejos en residencias “lo ejecutaron empresas de tercera división”, y añadió: “Esperemos a los tribunales para saber si alguien tiene que ir a la cárcel por esto”. Dijo más: “La atención primaria en España dejó a los mayores (los viejos) abandonados”. Y esto otro: “En toda España quedaron (los viejos), abandonados a su suerte”.¹²

Eduardo Aragonés, conductor de ambulancia en Madrid: “Vimos enfermos agonizando. Cadáveres sin recoger. Los vimos en tres o cuatro residencias (de viejos). Los tenían en habitaciones cerradas. Las más pequeñas no tenían cámaras frigoríficas para depositarlos. En una residencia al abrir la puerta de una habitación me encontré con dos cadáveres (de viejos). Estaban sin bolsas, en la cama, donde claramente había pasado tiempo desde que habían fallecido… El médico hacía el certificado de defunción en la calle y se iba. Se podría haber evitado la muerte de entre 30 y 40 viejos de cada 100”.¹³

Alberto Reyero, consejero de políticas sociales en el partido de Inés Arrimada, Ciudadanos, dijo a Enrique Ruiz Escudero, del Partido Popular, que muchos residentes (viejos) podrían morir de forma indigna y le avisó de que si era negado el auxilio a las personas con discapacidad de cualquier edad incurriría “en una discriminación de graves consecuencias”.¹⁴

Ignacio Aguado, vicepresidente de la comunidad madrileña para las residencias de viejos, anunciaba casi al principio de la pandemia que 4.260 viejos habían muerto en esas residencias.¹⁵

Cinta Pascual, presidenta de la patronal de las residencias describe: “25 días de infierno, con centros médicos sin material de protección, sin test, sin respiradores y con viejos abocados a la morfina”. Estremece el dato que sigue: “Las funerarias no venían a recoger los cadáveres de viejos a las residencias porque no tenían material de protección para sus empleados”.¹⁶

Virginia Gómez: “Desde el 8 de marzo al 1 de junio han muerto en residencias 5.987 viejos”.¹⁷

[destacate]No llevemos a los viejos al cementerio antes del tiempo que Dios tiene determinado.[/destacate]Juan José Mateo: La acumulación de cadáveres de viejos en domicilios y residencias llevó a la Consejería de Sanidad de Madrid a que acordara el 21 y 27 de marzo “medidas para la agilización de su traslado”.¹⁸

Lidia Sánchez, directora de una residencia de viejos en Alcorcón envió un escrito al Ayuntamiento de la ciudad. El escrito estaba cargado de desesperación. Decía: “Llevo semanas viendo como los residentes (viejos) morían en nuestro centro sin atención hospitalaria… Lo siento viendo como las urgencias del Hospital Universitario Fundación Alcorcón están vacías y camas suficientes para atender a personas, y lo que yo tengo aquí son personas mayores (viejos), pero personas, y no se merecen morir en una residencia sin la atención que se merecen… No me parece bien que el hospital me diga que suba la dosis de tranquilizante y sujete para poner un oxígeno, me den un tratamiento de pastillas para gente que no come, esto es sentenciar a muerte a la gente (a los viejos).¹⁹

Santiago Llorente, alcalde de Leganés, (Madrid): Leganés, con 188.450 habitantes, ha sido uno de los principales focos de coronavirus en Europa. El hospital Severo Ochoa quedó colapsado y en las residencias de viejos murieron 300 en este dramático panorama.

El alcalde de la ciudad concedió una entrevista al periodista de El País F. Javier Barroso. Entre otras cosas, Santiago Llorente decía a su entrevistador: “Hemos podido ver que se tomó la decisión de no trasladar a ningún residente (los viejos) a los hospitales para no colapsarlos. A los mayores (los viejos) se les ha dejado morir en las residencias… Lo que ha ocurrido en las residencias (de viejos) roza el delito”²⁰

“En lo que va de crisis, en las residencias socio-sanitarias de viejos en Madrid han muerto 8.236 personas. Bomberos del parque de Las Rozas, Leganés y Fuenlabrada, todos en la comunidad madrileña, se volcaron en la recogida de cadáveres, centrándose en los que llevaban desatendidos más de seis horas”.²¹

Editorial de El País: “Aunque la cifra oficial está todavía por conocerse, posiblemente más de 20.000 ancianos (viejos), una cifra brutal, han fallecido durante la pandemia en todo tipo de residencias en el conjunto de España, lo que constituye una indignidad”.²²

Xavier-Vidal-Folch: “No empujemos a los viejos al matadero”.²³

Pilar Rodríguez: “Se evidencia hoy lo que hemos clamado desde el sector social durante muchos años: la discriminación por razón de la edad a las prestaciones sanitarias a las que, de manera universal y gratuita, todos deberíamos tener acceso… Si nos interesa el bienestar de las personas mayores (los viejos), es necesario que nos mantengamos firmes en el propósito de convertir las residencias en espacios hogareños en los que, además de recibir atención bio-psico-social-espiritual, las personas puedan, con los apoyos profesionales precisos, vivir con dignidad y continuar desarrollando sus proyectos de vida”.²⁴

Y no llevemos a los viejos al cementerio antes del tiempo que Dios tiene determinado.