Cambiar el mundo

“El club de los poetas muertos” (“Dead poets society” dirigida por Peter Weir, 1989) es una película americana en la que Robin Williams interpreta a un profesor de literatura que logra llevar la poesía al corazón de sus alumnos, no sólo para disfrutar de su belleza, sino también para hacerles pensar y recapacitar en cuanto a las decisiones que puedan tomar en la vida. Casi todo se resume en una de las frases del film: “Diga lo que diga la gente, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo”.

Mucho se ha escrito sobre el poder de las palabras, no sólo de lo que decimos sino también sobre cómo lo decimos. Las palabras que llegan a nuestra mente y recorren el camino hacia el corazón, si son transformadoras, pueden llenarnos de valentía y salud en cualquier momento. De hecho, Dios usa su Palabra encarnada para salvarnos y su palabra inspirada para hacernos crecer espiritualmente. Cuando lo comprendemos y lo vivimos día a día, llegamos a reconocer cual es la fuente de la vida: “Yo, en verdad, quedaré satisfecho con mirarte cara a cara, ¡con verme ante ti cuando despierte!” (Salmo 17:15).

Cuando vivimos de esa manera tan absolutamente extraordinaria, aprendemos a disfrutar día a día de cada detalle que Dios nos regala ¡Comenzando con lo que oímos y leemos! Descubrimos lo que significa la poesía, las palabras que renuevan nuestro interior, la sensibilidad de lo que está bien dicho y nos llena de ternura a nosotros y a los demás… ¡Le damos validez a la verdad transformadora y dejamos de vivir sólo para el triunfo inmediato o la ganancia material! Nos adentramos en el placer del mundo imaginario sin quitar los pies del suelo porque aprendemos a vivir la aventura de lo sencillo, desbordando lo que no tiene precio pero sí mucho valor. Comprendemos la magia de encantarnos con lo que tenemos al alcance de nuestra mano, comenzando con algo tan simple como sonreír y mirar a los ojos de quienes amamos…

De eso se trata cuando hablamos del poder de las palabras, de decir lo correcto y acariciar el corazón de los que nos escuchan; consolar, expresar cariño, compartir, recordar, animar… También corregir ¡por supuesto! pero siempre con el deseo  de expresar amor cuando lo hacemos porque nosotros mismos también necesitamos esas palabras en muchos momentos de nuestra vida.  

¡Tenemos que hablar de lo que nos ocurre! ¡de nuestros sentimientos y nuestras emociones! porque cuando los escondemos o los reprimimos podemos caer incluso en enfermedades, dolores, úlceras, etc. ¡Es impresionante lo que pueden hacer las palabras, tanto las que decimos como las que nos guardamos! Necesitamos ser sinceros, compartir con quienes amamos nuestros secretos y también nuestros errores:; tenemos que tener amigos confidentes con los que podamos dialogar, recordar, imaginar y aprender. Para eso Dios nos ha regalado la asombrosa capacidad de expresar lo que hay dentro de nuestro corazón y nuestra mente… por medio de palabras.