El incrédulo

Ramón Antonio Gerardo Estévez Phelan es uno de los más conocidos interpretes de la película Apocalyse Now. Antes de que pienses que me he equivocado en el dato, déjame decirte que ese es el nombre original del actor estadounidense de origen gallego-irlandés, conocido como Martin Sheen. Cuando llegó a Hollywood le dijeron que con su nombre original no podría triunfar, pero él sigue conservando su nombre original en su documentación, con lo que en algunos aeropuertos se vuelven “locos” porque le conocen como Martin Sheen y le dicen que ese no es su pasaporte… Más de una vez ha tenido que venir el responsable de vuelo para comprobar que realmente es él y decir aquello de “si no lo veo, no lo creo”.

Déjame que te hable de otro hombre: Tomás. Cada vez que alguien en algún lugar del mundo dice algo en lo que hay que creer, y la otra persona no es capaz de hacerlo, inmediatamente escucha esas palabras ¡No seas incrédulo como Tomás! Un solo momento en su vida le dejó marcado para siempre, pero déjame decirte que no era para tanto ya que todos nos parecemos mucho más a él de lo que pensamos. 

Tomás quería estar convencido siempre, no le sirvieron nunca las “medias tintas”. Más de una vez estuvo dispuesto a arriesgar su vida por su maestro (cf. Juan 11:14-16) y siempre estaba con los que iban al frente. No faltaba nunca a nada y se apuntaba a todo. Incluso cuando los discípulos le dijeron que el Señor había resucitado, él siguió con ellos a pesar de no haberlo visto. El problema es que a veces, le costaba creer. Necesitaba pruebas: quería tocar, palpar; estaba harto de que intentaran engañarle. Jesús lo sabía, por eso le dijo: “No seas incrédulo, sino creyente”. Y no sólo eso, le animó a que tocara sus heridas y pusiera su mano en el lugar atravesado por la lanza. Tomás sabía que Jesús era Dios, y así se lo dijo delante de todos ¡Lo sabía, pero las dudas estaban a punto de hacerle caer! Cuando Jesús se dirigió a él personalmente quería reír y llorar al mismo tiempo. Su cuerpo le pedía llorar por haber defraudado a su Maestro, su corazón quería reír porque el mismo Señor le demostró que lo amaba.

La frase que el Señor pronunció en ese momento tiene trascendencia histórica: “Felices los que no vieron y creyeron”. Se refiere a ti y a mí. A veces podemos vivir llenos de dudas, pero aún así creemos. Por eso somos felices.

Creemos en todo lo que sucedió porque la historia no deja lugar a dudas, pero creemos también en lo que va a venir porque la Palabra de Dios lo asegura. Precisamente Tomás había sido uno de los que le preguntó al Señor no sólo sobre su muerte y resurrección, sino sobre lo que “había de venir” (cf. Juan 14), porque en ese momento el Señor Jesús les estaba explicando a todos que no sólo iba a morir y resucitar, sino que un día iba a volver para restaurar todas las cosas, para mostrarnos los cielos nuevos y la tierra nueva e instaurar una vida sin final.

Sí, Dios mismo nos asegura en su Palabra (por activa y por pasiva), que el Señor Jesús va a volver. En cualquier momento. Porque el Amor, la Verdad, la Luz, la Vida, y muchas otras cosas que hemos visto, son parte de la esencia de una persona: Jesucristo.