Para Barrie, la aventura se define como el deseo de estar en otro lugar o ser otro. El país de
Nunca Jamás podría estar al otro lado del estanque londinense, que en Kensington Gardens se conoce como
The Long Water Serpentine, donde está la estatua de
Peter Pan desde 1912
. Pero la isla no está allí en realidad, sino en la imaginación de muchos niños, aunque sólo algunos logren volar hasta allá. ¿Cómo se llega hasta allí? Según Peter Pan, siguiendo “la segunda estrella a la derecha, y luego todo seguido hasta la mañana”… Bueno, en realidad allí no se llega, sino que es la isla la que te encuentra. Por lo menos a los personajes de esta historia, “la propia isla estaba buscándolos”.
Nunca Jamás está cubierta por una continua neblina, pero tras ella están los
pieles rojas, Garfio y sus piratas, las hadas y los niños perdidos. Allí el tiempo se cuenta sólo por lunas. Porque Garfio tenía el único reloj de
Nunca Jamás, pero se lo tragó el cocodrilo que le arrancó la mano. Su sonido es desde entonces la conciencia del paso inevitable del tiempo. En esta isla nieva, aunque haya selvas, lagunas con flamencos y arrecifes de coral. Hay un río misterioso, cavernas y tierras inexploradas con amenazadoras montañas. Está el peligro de indios y piratas, que junto con los padres son los adultos de esta historia. Ya que aquí “todos los niños, menos uno crecen”. Para él, “morir sería una aventura terriblemente formidable”.
Al principio Peter Pan aparece desnudo. Tiene una semana de vida y es “humano sólo a medias”. Puesto que no es “ni lo uno ni lo otro”, ni pájaro, ni niño. Es simplemente
El Niño. Conserva sus primeros dientes, es presuntuoso, inquieto y un espadachín consumado. No quiere crecer, por lo que no ha aprendido a escribir. Pero aunque tiene penosos sueños, lo olvida todo inmediatamente. Lo malo es que no tiene piedad alguna, ya que en esta novela, los niños son “los seres más crueles del mundo”.
EL NIÑO QUE NO QUERÍA SER MAYOR
La infancia de su autor está marcada por la terrible muerte de su hermano mayor. Se cuenta que a los seis años, su desconsolada madre le confunde en la penumbra de la habitación con su hermano recién fallecido, pero Barrie no la contradice. Es desde ese mundo fantasmal que comienza a escribir sus obras de teatro.
Años después se encuentra en la Universidad con su admirado Robert Louis Stevenson. En esa confusión entre ficción y realidad, el autor de
La isla del tesoro le aconseja que “no debe ser como sus libros”, sino que “debe ser sus libros”. Le alienta a “no dejar de jugar nunca”, convencido de que “nada de lo que ocurre después de los doce años de edad importa demasiado”, ya que “lo segundo mejor después de ser niño es escribir sobre ser niño”.
Peter Pan aparece por primera vez en la novela de Barrie, titulada
El pequeño pájaro blanco en 1902, pero se convierte dos años más tarde en el protagonista de las historias de
Peter Pan y Wendy, y
Peter Pan en los jardines de Kensington (1906). Su encuentro fortuito en este parque con los niños George y Jack Llewelyn Davies, mientras paseaban a su perro
Porthos, le lleva a contarles estos cuentos maravillosos sobre un “niño perdido capaz de comprender el idioma de las aves y las hadas”. Tras la inicial preocupación de los padres, Barrie se hace amigo de la familia y con 37 años, pero menos de metro y medio de estatura, se convierte en el compañero ideal de sus juegos. Cuando los padres mueren, uno detrás de otro en 1910, los acaba adoptando.
Barrie queda claro que es el auténtico
Peter Pan, un adolescente que se niega a madurar. Estaba casado con una actriz llamada Mary Ansell. Ella se cansa de hacer de madre de estos cinco huérfanos, que eran cada vez más difíciles, por lo que acaba pidiendo el divorcio. La muerte de George en las trincheras de la Primera Guerra Mundial anuncia el final de sus sueños.
Su hermano Michael, el favorito del escritor, se ahoga luego en 1921 en un estanque, junto a uno de sus compañeros de Oxford. Es considerada una “muerte accidental”, pero se sospecha de “un pacto suicida homosexual”. En cualquier caso Barrie se derrumba y ya nunca vuelve a ser el mismo. A partir de entonces las fotos le muestran triste y con los ojos rodeados de arrugas. En 1922 dona todos los derechos de su obra al hospital infantil de Great Ormond Street, que tiene ahora un ala dedicada al escritor. Los últimos años los pasa encerrado en una mansión, de donde apenas sale, muriendo en Londres en 1937, cuando tenía 77 años.
¿UNA HISTORIA INFANTIL?
Peter Llewelyn Davies se convirtió en los años sesenta en un respetado editor, pero no soportaba que le preguntaran qué se sentía al haber inspirado uno de los más populares personajes de la literatura infantil. Finalmente se arrojó bajo las ruedas del metro desde el andén de la estación londinense de Sloane Square. Sus amigos dicen que solía referirse siempre a
Peter Pan como “esa espantosa obra maestra”. Ya que lo que algunos consideran una historia “para niños”, es en realidad un texto terrible, destinado “a quienes alguna vez habían sido niños”. Esto es algo choca a los que nos hemos criado con la versión animada de Disney (1953), ya que incluso Spielberg insiste luego con
Hook en el aspecto más banal de esta historia. Habría que ir tal vez a la cinta muda de Herbert Brenon de 1924, que emitió TVE a una hora de máxima audiencia en La2 durante una
Noche Temática, para recuperar quizás su lado más oscuro.
En la novela al fin y al cabo, es la muerte de Garfio en las manos de un insolente y cruel Peter Pan, y no el regreso de Wendy y los niños, el verdadero colofón de la obra. El pirata es calificado antes de morir como un “hombre extraordinario”, cuyos últimos pensamientos son imágenes “de los campos de recreo de su infancia”. La versión que hizo el australiano P. J. Hogan el 2004 se queda todavía a medio camino, pero muestra algo de este aspecto siniestro, ignorado por Disney y Spielberg. Falta sin embargo el final de la novela, pero se hacen guiños al espectador avisado, como el hecho de que el padre de Wendy y Garfio sea interpretado por el mismo actor. Se inventa algún personaje, como la tía solterona (Lynn Redgrave), pero no cae en la ñoñería, sino que ahonda en la inmadurez de un Peter Pan, incapaz de aceptar toda responsabilidad.
Ha sido al final el director de una película tan adulta como
Monster´s Ball el que ha afrontado finalmente el reto de llevar a la pantalla el estado anímico en que Barrie escribió su inmortal obra, uno de los cuentos más hermosos que se pueda susurrar a los oídos de un niño. El cineasta alemán Marc Foster se basó el año pasado en el libro de Allan Knee,
El hombre que fue Peter Pan, tal y como fue adaptado al teatro en un escenario alternativo de Nueva York
. El guión de David Magee se toma por supuesto algunas licencias, ya que Barrie conoció a los niños mucho antes. Cuesta además imaginar a la veinte añera Kate Winslet como una madre de cinco hijos, aunque Johnny Depp se esfuerza bastante por lograr su acento escocés.
La película
Descubriendo Nunca Jamás (2005), ahora editada en
DVD, es un melodrama calculado y esteticista, que aunque a veces resulta algo superficial y convencional, hace un emocionante alegato por la fantasía y la sublimación de la infancia. La trama se inspira en los encuentros cotidianos de Barrie con los cuatros hijos de este matrimonio, que en la película aparecen como huérfanos de padre, mientras su madre está ya muy enferma. A pesar de su inicio titubeante, la cinta alza el vuelo en progresión creciente, hasta terminar en un final conmovedor.
CRECER O NO CRECER, ESA ES LA CUESTIÓN
El dilema de Peter Pan es al fin y al cabo el de todos nosotros: crecer o no crecer, esa es la cuestión. Los psicólogos hablan por eso del complejo de Peter Pan como uno de los principales males del hombre contemporáneo. Pero la verdad es que todos somos por naturaleza inmaduros. Dominados por nuestras emociones, nos movemos regidos por la insolente presunción que acompaña tantos actos de crueldad, como si la única fidelidad a la que nos debemos, es la que queremos mantener con nosotros mismos. Porque no nos engañemos, el hombre es un ser profundamente egoísta, pero que sin embargo vive la ilusión de creer que en el fondo se trata de alguien maravilloso, provisto de un verdadero corazón de oro. No es extraño que el profeta Jeremías dijera:
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?” (17:9). Ya que no sabemos realmente quiénes somos…
El mito de la bondad innata del hombre está tan arraigado en el pensamiento contemporáneo, que ha llegado a ser el dogma humanista por antonomasia. Aunque los hechos parecen contradecir nuestras teorías. La filosofía ilustrada de Rousseau le hace escribir orgulloso al cardenal de París, que “
el hombre es un ser naturalmente bueno”. Por lo que dice en sus
Confesiones que no se arrepiente de nada. El cínico Voltaire, conocedor de la realidad de su vida, tras entregar a sus cinco hijos a la inclusa y dejar a su “
amada Teresa”, muerta de hambre, comenta por eso irónicamente:
“¡Ay que ver lo que puede hacer la bondad de Rousseau!”. El filósofo Bertrand Russell asegura que “
existe abundante evidencia externa de que Rousseau estaba destituido de todas las virtudes ordinarias”. Pero “
sin embargo no parecía preocuparle, ya que creía que poseía un buen corazón”. Así de ciegos estamos a la realidad de nuestra vida...
La Biblia nos dice por eso que nos hemos hecho
“enemigos en nuestra mente, haciendo malas obras” (Colosenses 1:21). Puesto que
“los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). Por eso
“no hay quien haga lo bueno, no hay siquiera uno” (Romanos 3:12).
Comparados con otros, no nos parece que seamos tan malas personas, pero olvidamos que así
“no se justificara delante de Dios ningún ser humano” (Salmo 143:2). Tenemos que superar el
complejo de Peter Pan, y asumir nuestra responsabilidad. Sólo así podemos llegar a ser verdaderamente hombres. Es por eso que el apóstol Pedro dice que
“desechando pues todo engaño e hipocresía, debemos desear como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 P. 2:1-2). Eso es
“crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18).
MÁS EN INTERNET SOBRE PETER PAN
www.ricochet-jeunes.org/es/biblio/base1/peterpan.html
www.jmbarrie.net
www.selfknowledge.com/26au.htm
www.fas.harvard.edu/-art/peter1.html
www.online-literature.com/barrie/peterpan
www.literatureproject.com/peterpan/index.htm
www.falcon.jmu.edu/-ramseyil/barrie.htm
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