Me irrita profundamente cuando en una supuesta lucha por la igualdad, hablar de maternidad resulta ofensivo para ciertos sectores del feminismo.
Tras mi reflexión en el artículo anterior, repito que todo ello es simplemente contexto para aclarar lo que voy a expresar ahora, y es que quiero romper hoy, porque creo que es justo e igualmente loable, una lanza a favor de aquellas mujeres que, sí, efectivamente llevan soñando con la maternidad desde niñas y no, como algunas otras piensan, haciéndole un guiño a un sistema patriarcal que en muchas ocasiones ni siquiera saben que existe como tal. A lo que obedecen es a su propia inclinación personal a la que no quieren ni deben renunciar, porque no les da la gana.
Me irrita profundamente cuando, en esa lucha por la eliminación del concepto de género y en una supuesta lucha por la igualdad, hablar de la maternidad resulta ofensivo para ciertos sectores del feminismo.
O cuando se usa una forma de entender la maternidad como estrella polar para guiar a todas las demás. En todas las facciones ideológicas hay incoherencias, y esta, por supuesto, no iba a ser la excepción.
Pero cuando nos veo a unas mujeres echando piedras contra otras, de verdad que me cuesta entenderlo y me niego a suscribirlo. Podemos encontrarnos bajo la misma ideología del feminismo radical a un número de mujeres que usa la maternidad o la lactancia como manifestación de protesta en el congreso (o que se arrebatan de razones para irrumpir desnudas en una iglesia, que no veo la necesidad) y, por otro lado, a quien casi se da por ofendida cuando una mujer se atreve a decir que, para ella, lo más importante es la maternidad, como si no pudiera hacerlo desde una libertad tan plena y respetable como cualquier otra.
¡Y qué decir de las madres que llevan adelante su maternidad desde un sentido cristiano de la misma -razón añadida por la que se te apedrea hoy a la mínima de cambio- porque quieren llamar a sus hijos BENDICIÓN de Dios, y no solo “descendencia”, y desean darles educación espiritual, porque desde su libertad lo consideran el mayor regalo que tienen para entregarles!
¡Cuánto nos cuesta distinguir! Porque la libertad no tiene la misma manifestación para todas las personas, como no la tiene el amor, o cualquier otro concepto difícil de concretar. Muchas mujeres crecieron jugando con muñecas, y a mucha honra. No nos hacemos más feministas por eliminar las muñecas del repertorio de juguetes, ni las hacemos más libres a las por llevarlas a jugar con coches.
A algunas mujeres, si no a una nada despreciable cantidad, se les antoja que, para ellas, cualquier otro proyecto de vida que no incluya bebés berreantes en algún momento de la secuencia es, simplemente, un proyecto incompleto, y eso es digno de respeto aunque pueda no ser compartido por otra cantidad de mujeres libres que enfocan su libertad de otra manera.
Soy consciente de que no me reconocía en mi niñez en un proyecto así, pero conociendo de cerca casos muy concretos en que estas otras mujeres así lo viven, y siendo bien consciente de que lo hacen desde su libertad más plena y absoluta, sin ninguna clase de coacción patriarcal, sino por plena convicción, sabiéndose bendecidas por la existencia de sus hijos, solo he de decir que tienen mi más profundo respeto y apoyo.
No son pocas las que, desde este plan de vida que se ha convertido en estos tiempos en políticamente incorrecto (como lo es pensar en general al contrario que la mayoría) tienen una formación y una cultura absolutamente increíble. No son más tontas por dedicarse a sus familias como forma de vida. Lo hacen hacia sus hijos y los padres de sus hijos porque ese proyecto para ellas no tiene comparación posible con ningún otro.
Y es posible que tengan razón y que quizá otras de nosotras, más egoístas, nos estemos equivocando. No eligen esta opción maternal y familiar desde la desigualdad, lo cual no sería elección. Tampoco lo hacen porque no hayan conseguido triunfar en sus correspondientes áreas profesionales, aunque en su ranking de prioridades éstas no están en el puesto preeminente. Lo escogen porque lo desean, simple y llanamente. Y, en tal medida lo hacen, que están dispuestas a que les lluevan “chuzos de punta” por parte de los nuevos tolerantes intolerantes que no entienden, y quizá no comprendan jamás, que la libertad toma muchas formas diferentes, algunas absolutamente incomprensibles para ellos, pero igualmente legítimas.
Apliquémoslo a cualquiera de las áreas que se han venido vetando en los últimos tiempos, no solo el de la maternidad, y creo que tendremos en este enfoque una pauta saludable y necesaria para seguir ganando en madurez como sociedad.
Necesitamos más madres valientes que, sin plegarse a las modas del momento, estén dispuestas a defender aquello en lo que creen y hacerlo mientras dan de mamar a sus hijos, si así lo desean. Otras deciden no hacerlo públicamente y no son menos respetables por ello, y con ellas me alineo hoy.
Necesitamos más madres que, quizá sin ser madres del año, sepan reconocer en otros estilos de maternidad verdaderos ejemplos de entrega y servicio a otros, más allá de uno mismo, lo cual engrandece a todos.
Y son imprescindibles más ejemplos de coherencia de vida, desde dentro y fuera de la maternidad, que puedan invitar a la libertad de uno sin aplastar la de nadie más. Se nos hace vital una nueva forma de entender la libre decisión de cada cual, que deje espacio a que las cosas puedan ser diferentes dependiendo de quién las ponga en marcha.
Tan bueno se me hace, entonces, una maternidad escogida, como una decisión por no ser madre desde la libertad bien entendida.
Agradezco de verdad los esfuerzos por dar espacios a los partos respetuosos y las nuevas formas de disciplina positiva, siempre que no se nos lleve al cadalso a los que hemos decidido llevar nuestra maternidad y educación de los hijos de otra forma diferente. Porque lo que en ocasiones empezó siendo un intento necesario por no dejarnos invadir en algo tan nuestro como dar a luz, dar de lactar y educar, se ha convertido en una verdadera intromisión cuando alguna de nosotras escoge no ir por ese derrotero marcado por las “nuevas iluminadas”. Ahí aparecen las caras de condescendencia de unas mujeres a otras (¡¡¡horror, lo peor que puede pasar!!!) cuando decides usar leche de fórmula, o no lactar en público, o castigar en vez de pasar la manita por la espalda al nene todo el tiempo, porque algunas “disciplinas positivas” igual se nos han ido de las manos. Si nos diéramos cuenta de cuánto daño nos hacemos intentando cargarnos la intolerancia a base de más intolerancia, igual empezábamos a avanzar un poco.
Hoy, queridas, me ratifico como madre por convicción, cristiana y libre por opción personal, desde años peleando por mis libertades como mujer y profesional dentro y fuera del mundo de las creencias religiosas.
Me sé persona de convicciones trascendentes y completamente activa a muchos niveles en un mundo eminentemente de hombres y para hombres. Me he tenido que poner el mundo por montera muchas veces como mujer divorciada y profesional dentro de un contexto cristiano que tampoco entiende plenamente estas cosas y sus circunstancias o matices, y al que le cuesta a menudo diferenciar tanto como sucede en otros foros, a pesar de que podamos tener luz añadida (que de poco sirve tener si no la usamos).
Pero precisamente porque no me estreno ahora mismo en estas cosas, apreciaría que algunas nuevas abanderadas, que recién acaban de llegar y que parecen haber descubierto la rueda o el fuego, no se atrincheraran en considerar que sus formas de entender las cosas, entre ellas la maternidad, son las únicas posibles, ni siquiera las mejores.
Seguimos caminando, entonces, por una maternidad libre para todas. Pero, más allá, por personas más justas para todo.
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