Un notable artículo del teólogo católico Hans Küng en El País del jueves 26 de setiembre me ha traído a la memoria mis lecturas de este verano y una reflexión que quiero compartir con mis lectores.
Vamos primero al artículo en cuestión que lleva como título
“La prueba decisiva de Francisco”. Comienza afirmando: “El Papa muestra valentía civil” y hace referencia a su presencia entre los pobres de las favelas de Rio de Janeiro y por otra parte a su buena disposición a abordar un diálogo abierto con críticos no creyentes. Cita a Eugenio Scalfari, del periódico romano de izquierda liberal
La Repubblica, quien en un artículo planteó 12 preguntas al Papa, entre ellas una relativa a la cuestión del poder temporal que la Iglesia Católica Romana siempre ha buscado. La pregunta es aguda y precisa:
“¿Representa por fin el Papa Francisco la primacía de una iglesia pobre y pastoral sobre una iglesia institucional y secularizada?”
Küng señala hechos notables en las palabras y gestos de Francisco como la renuncia a la pompa, el estilo que acentúa la figura del servicio más bien que del señorío, las reformas frente a los escándalos financieros, y el esfuerzo por reformar la curia.
Pero para Küng, Francisco “aun tiene por delante la prueba decisiva de la reforma papal”, y define ésta como el desafío de la pobreza. Con un breve y acertado trabajo exegético este teólogo suizo nos muestra que en los evangelios sinópticos el concepto de “pobre” se extiende más allá de la referencia a la pura carencia económica. Los “pobres en espíritu” de Mateo serían también quienes sufren angustia interior: “Jesús llama a sí a todos los afligido y abrumados, también a quienes han sido abrumados con la culpa.”
Küng ubica entre estos pobres en espíritu a tres grupos dentro de la Iglesia Católica Romana de hoy: los divorciados, las mujeres y los curas casados.
Le gustaría ver que Francisco permitiera que los divorciados que se han vuelto a casar “puedan ser readmitidos a los sacramentos cuando lo desean de corazón.”
Le gustaría ver un cambio también en cuanto a las mujeres “que debido a la posición eclesiástica respecto a los anticonceptivos, la fecundación artificial y también el aborto, son despreciadas por la Iglesia y en no raras ocasiones padecen miseria de espíritu.”
Finalmente sería deseable un cambio respecto al celibato del clero. Comenzando por el caso de “los sacerdotes apartados de su ministerio por razón de su matrimonio” Küng avanza a decir que si bien la Iglesia puede preservar un celibato libremente elegido por los sacerdotes, “una soltería prescrita por el derecho canónico contradice la libertad que otorga el Nuevo Testamento, la tradición eclesiástica ecuménica del primer milenio y los derechos humanos modernos.”
Reflexionando sobre esta propuesta del famoso teólogo del Concilio Vaticano II, creo que ha puesto el dedo en tres llagas que sí que son un desafío para el nuevo Papa. Y me viene a la mente también la idea de que en estos tres puntos las iglesias evangélicas en España afrontan igualmente serios desafíos pastorales.
Mirando las cosas con honestidad reconozcamos que como evangélicos no contamos con definiciones claras y aceptadas por las diversas iglesias en varios de esos puntos. Aquí tenemos un tremendo desafío exegético, teológico y pastoral que esperamos identificar en el futuro.
Según Küng este nuevo papa ha demostrado hasta aquí gran sensibilidad, empatía por las necesidades humanas y coraje civil: “Esas cualidades le facultan para adoptar decisiones necesarias y que marcarán el futuro respecto a estos problemas, en parte pendientes desde hace siglos.”
Esta referencia a las posibilidades de que el papa Francisco implemente reformas en su iglesia me lleva a dos libros que leí en el verano y que me condujeron a una reflexión intensa e inquietante. En primer lugar leí del historiador evangélico Mario Escobar Golderos el libro Francisco: el primer papa latinoamericano(Grupo Nelson, Nashville, 2013, 159 págs). Es un libro ágil que se lee sin dificultad y que tendría que ser lectura obligada para todo evangélico que quiera estar bien informado. El autor ha conseguido procesar una gran cantidad de información y presentarla de forma legible y atractiva. En sus trece capítulos Mario Escobar nos ofrece un retrato de Jorge Mario Bergoglio, hoy simplemente el papa Francisco, quien ya ha dado mucho que hablar a la prensa mundial.
En la primera parte, “El día de primavera que cambio mi vida”, Escobar narra en cuatro capítulos una breve biografía de Bergoglio, su niñez y juventud en su Argentina natal, el surgimiento de su vocación sacerdotal, sus estudios, y su carrera eclesiástica como profesor, sacerdote y luego obispo en los difíciles tiempos de la dictadura militar argentina en las décadas de 1970 a 1990. Los cuatro capítulos de la segunda parte, “El cardenal de los jesuitas”, son especialmente valiosos para el lector evangélico poco familiarizado con la historia y las instituciones católicas y nos llevan hasta el cónclave del 2013 en el cual Bergoglio llegó a ser papa. Los cinco capítulos de la tercera parte presentan “Los cinco retos del nuevo papa Francisco.”
El libro de Mario Escobar no es el típico libro evangélico que a cada paso se detiene a señalar los contrastes entre Catolicismo y Protestantismo. Conforme avanzaba en su lectura yo tenía la impresión de que este exitoso novelista e historiador abriga cierta esperanza de que el papa Francisco consiga llevar adelante algunas de esas urgentes reformas que le hacen falta a la Iglesia Católica Romana.
Por nuestra experiencia de evangélicos en España, y el talante ultra-conservador y triunfalista del Catolicismo español, percibimos mejor la urgencia y al mismo tiempo la dificultad de la tarea de reformar que el papa tiene por delante. Como lo ha señalado la prensa últimamente los obispos españoles están entre los que tienen menos disposición a aceptar las reformas.
Al terminar de leer el libro de Mario Escobar cayó en mis manos un libro de Hans Küng, el teólogo con el que he empezado este artículo, que se publicó en alemán en el año 2011 y ha aparecido este año en castellano. Su título me atrajo, pues es un interrogante audaz y acertado: ¿Tiene salvación la Iglesia?(Editorial Trotta, Madrid, 2013).
Son 199 páginas y se trata de un diagnóstico valiente y bien informado por un hombre que conoce como pocos la teología y la historia del Catolicismo. Mientras leía este libro recordaba yo la mezcla de asombro y esperanza que me había causado cincuenta años atrás la lectura del primer libro que hizo mundialmente conocido a Küng
El concilio y la unión de los cristianos (1960).
La toma de posición de Küng respecto a su iglesia la expresa bien el título de su primer capítulo “¿Una iglesia enferma, incluso moribunda?” Su análisis es demoledor: “La Iglesia católica atraviesa la más profunda crisis de confianza desde la Reformay nadie puede pasarlo por alto: en el centro de la Iglesia se encuentra – esto tiene que ser visto también en Alemania – Joseph Ratzinger, el actual papa quien, aunque originario de la tierra de la Reforma, vive en la Roma papal desde hace tres décadas, y lejos de conjurar la crisis, la agudiza.”(p.17).
Utilizando el símil médico de la salud y la enfermedad, los siguientes capítulos tienen títulos muy sugestivos:”Diagnosis del sistema romano. Anamnesis y diagnóstico”, “Los gérmenes de una enfermedad crónica”, “Rehabilitación con recaídas” , “Una gran operación de salvamento” y “Terapia ecuménica”. Con la precisión de un cirujano que domina su estilete Küng va sacando a luz los entretelones del sistema romano y sus miserias, mostrando las raíces históricas de algunos de los problemas más serios que enfrenta la Iglesia hoy. Me parece que esos panoramas históricos son utilísimos para entender el alcance de la autocrítica que Küng propone.
Por ejemplo,
refiriéndose a la época de la Reforma protestante y la división del Cristianismo que trajo, dice Küng: “Pero a quien haya estudiado toda esta historia no le puede caber duda al respecto: no es al reformador Lutero, que también cometió errores, sino a la Roma refractaria a toda reforma – y a sus cómplices alemanes – a quien hay que achacar la principal responsabilidad de que tras el cisma entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente, se produjera un cisma entre (dicho a grandes rasgos) la mitad septentrional y la mitad meridional del imperio, que luego, a causa de la expansión colonial de las potencias europeas se prolongaría en Norteamérica y Sudamérica.” (p.84 cursivas del autor).
La negativa a reformarse y la arrogancia con que actuaba Roma la ve también Küng en la forma en que el Catolicismo enfrentó los desafíos de la Modernidad en el siglo 17:“A pesar de todo el ornamento barroco, el catolicismo contrarreformista era a todas luces una religión conservadora y restauracionista que, vista en conjunto, seguía siendo la religión de los pueblos latinos, que (a excepción de Francia) estaban económica, política y culturalmente estancados. En el catolicismo, se quiera o no, el papa decide sobre la interpretación de la Biblia y no tolera innovación alguna. A la inversa, la ‘libertad del cristiano’ de los protestantes contribuye decisivamente a la acentuación moderna de la responsabilidad personal, la mayoría de edad y la autonomía.” (p.89).
Este cuadro de la gravedad de la enfermedad que sufre la Iglesia Católica Romana es un trabajo magistral, una obra de madurez y de valentía. A pesar de ello, Küng no ha salido de la Iglesia Católica, pero describe su postura con claridad meridiana: “El que mi fe haya permanecido inconmovible se lo debo a una instancia más elevada (y a muchas serviciales personas): no a la fe en la Iglesia como institución, sino a aquel Jesucristo cuya persona y causa siguen siendo – en la buena tradición de la Iglesia, pero también en la buena liturgia y la buena teología – el motivo originario que, a despecho de toda decadencia y corrupción, nunca se ha perdido ni se pierde sin más. El nombre Jesucristo es algo así como el ‘hilo dorado’ en el tejido siempre confeccionado de nuevo de la historia de la Iglesia, a menudo tan resquebrajada y sucia” (p.49).
Es así como Mario Escobar nos presenta un cuadro breve pero comprensivo de la personalidad del nuevo papa y de los desafíos con que se enfrenta. Por otra parte la obra de Küng nos permite ver las dificultades, yo diría la imposibilidad, de la tarea reformadora que le ha impuesto su elección. Sin embargo la lectura cuidadosa de Küng nos puede ayudar como evangélicos a ver algo de la tarea de reforma que tenemos nosotros por delante, nosotros que creemos en la Ecclesia reformata semper reformanda.
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