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Coranizar la Biblia

Los extremismos a veces surgen como reacción para corregir un mal; el problema es que pronto se pierde el norte.

AMOR Y CONTEXTO AUTOR Noa Alarcón Melchor 11 DE DICIEMBRE DE 2017 10:20 h
El documental One of us cuenta la historia de tres judíos jasídicos en Nueva York.

Hay un documental llamado One of us que habla de la increíble travesía de tres judíos jasídicos para abandonar su religión. Los judíos jasídicos son un grupo “pequeño” (de unas 300.000 personas, que crece rápidamente debido a la cantidad de hijos que tiene cada familia) que viven, principalmente, en el barrio de Brooklyn de Nueva York. Son ultraortodoxos, es decir, que llevan las exigencias de la religión judía hasta el extremo, y se les reconoce por su peculiar vestimenta (ropa negra y sombrero en los hombres, barba y peot [tirabuzones], mujeres con el pelo tapado por un pañuelo o que se rapan el cabello y se ponen peluca para salir a la calle). Aunque el origen de esta secta del judaísmo (rechazada dentro de otros círculos judíos) se remonta a la Europa del siglo XVIII, los pocos supervivientes que quedaron tras el Holocausto emigraron a Nueva York, principalmente, y también a Canadá y a América Latina. Algunos viven en Israel, pero pocos, porque suelen ser fuertemente antisionistas. De hecho, algunos rabís jasídicos defienden que el Mesías no llegará mientras exista el Estado de Israel. El documental habla de la vida de la comunidad neoyorkina, del aislamiento, de la falta de libertad en los que disienten o tienen dudas, y de la horrible pérdida y desgajamiento interior que sufren los que deciden abandonar. El documental explica un caso extremo, el de una mujer jasídica que decide denunciar a su marido maltratador y abandonar la parte más extrema de la religión (aunque sigue siendo judía). Es una mujer que con 32 años tiene 7 hijos, cuya custodia pierde porque la comunidad hace un cerco alrededor del marido para excluirla y difamarla a ella. Incluso su familia la abandona. No solo es un caso terrible de violencia doméstica, sino también de abuso espiritual. He leído algunos blogs de comunidades ortodoxas judías que critican el documental (en la misma medida en que se criticó en círculos evangélicos el documental Jesus Camp) porque dicen que solo destaca la parte más negativa y terrible de la comunidad, y aseguran que tiene sus cosas positivas. A mí lo que más me ha llamado la atención es cómo, 80 años después, el Holocausto nazi se ha convertido en una especie de “mito fundacional” de esta comunidad, la base sobre la que rigen su fe. Los judíos sufrieron tanto, y eso les destrozó tanto, que en el documental se sugiere que el extremismo de la comunidad jasídica es una respuesta a ese dolor que no se cura nunca.



Los extremismos, pues, a veces, surgen como reacción para corregir un mal; el problema es que pronto se pierde el norte. El extremismo religioso, tal y como yo lo veo en One of us, no es una realidad espiritual, sino una respuesta humana. Tiene poco de divino: la mayoría de preceptos, doctrinas y reglas provienen de la deducción humana, y no de la revelación necesariamente, aunque los que estén dentro de la corriente no sean capaces de percatarse de ello. En One of us presentan también otras variantes religiosas que no son ultraortodoxas y muestran cómo estas formas de religión también les funcionan a los que buscan consuelo en la religión y la comunidad. Entonces, la necesidad de volverse extremista no es una búsqueda de la pureza de Dios, necesariamente (y así lo admite en el documental uno de los rabís jasídicos), sino una búsqueda de la pureza del ser humano.



Los extremismos se tocan, pero también los extremismos de diferentes ramas, porque esa particular expresión de religiosidad es un fenómeno exclusivamente humano. De hecho, las religiones del mundo, estrictamente hablando, son un fenómeno exclusivamente humano. Que yo sepa, Dios solo se ha revelado a sí mismo una vez, a través de una persona, su hijo. Todos los que creen en el evangelio de Jesús de Nazaret son los que están en el camino de conocer lo que el propio Dios nos ha dicho de sí mismo. El resto de religiones (incluida ciertas formas extremas de cristianismo, y sí, sé lo que estoy diciendo) son productos de la cultura humana en busca de Dios, mientras que el evangelio es un producto de Dios en busca del ser humano. Y esa diferencia es brutal, y liberadora. Quienes conocen a Cristo de verdad lo saben bien.



Sin embargo, es fácil, si no tenemos los cimientos bien puestos sobre la roca, despistarnos de este principio: el evangelio es gracia, es Dios con nosotros, viniendo hacia nosotros en un movimiento que como seres humanos no somos capaces de reproducir. Pero qué pronto nos deslizamos de nuevo hacia esa tendencia nuestra de buscar nuestros propios medios de agradar y modificar la voluntad de Dios.



De hecho, es un riesgo constante en la vida. En 2 Corintios 1:22 y en 5:5 la Biblia insiste en que Dios mismo nos ha dado a su Espíritu Santo como garantía de sus promesas, y es algo que no se debe olvidar. Por nosotros mismos no seríamos capaces de mantenernos en el camino del evangelio, pero para eso ya está el Espíritu de Dios en nosotros. Más allá de eso, todo es religión. Y dentro de esa religión lo más humano es desviarse hacia los extremos. Hay judíos extremistas, musulmanes extremistas, y budistas extremistas (que atacan y masacran a cristianos en ciertos países del mundo); hay también cristianos extremistas, gente que ha tomado el cascarón del evangelio y lo ha convertido en una bonita religión. Aquello contra lo que se quejó Lutero (que no se puede sustituir la obra de la gracia de Dios en nuestra salvación, que las obras de cada uno no sirven para eso) en realidad es algo que debemos andar revisando cada poco tiempo. Tendemos a ello con una docilidad pasmosa. Nuestra cabeza es Cristo, pero es demasiado fácil empezar a escuchar y a creer las palabras de tal o cual líder, de tal o cual hombre que nos parece admirable, valiente, atrevido y con apariencia de verdad. Es tremendamente fácil sustituir la cabeza de Cristo por la cabeza de cualquier otro líder/predicador/advenedizo, porque al fin y al cabo a los humanos podemos tocarlos, verlos y escucharlos, mientras que la presencia de Dios en nosotros, su poder y convicción, residen, como dice 2 Corintios, en nuestro corazón. Y esa es una parte de nosotros mismos que no siempre queremos mirar.



A mí me sorprende el modo en que, una vez desprovista de la revelación de Dios, todas las religiones (las cristianas también, y las cristianas protestantes también) se asemejan en ciertos puntos entre sí, sean cuales sean sus preceptos. La mayoría de las veces el líder que asegura que Dios es tal o cual cosa (que solo ellos y sus iniciados conocen bien, por supuesto, y todos los demás están equivocados) no está hablando de ninguna cualidad real de Dios. El Dios del que hablan estos líderes, a los ojos de los no incluidos en su grupo, aparece como un Dios distorsionado. Quienes conviven con armonía con el Espíritu que habita en su corazón notan esta distorsión aún con más viveza (porque el Espíritu da discernimiento). Algunos de estos líderes proyectan como imagen de Dios cómo les gustaría que se les considere a ellos. Hablan de un Dios de juicio, de poder, de ira, porque es a ellos a quienes les gustaría tener ese poder y ese juicio. Hablan de un Dios temible porque son ellos los que anhelan ser temidos. Están hablando de su propia disfuncionalidad, en realidad. Los extremistas de esta clase suelen tener en común un desprecio brutal contra los que defienden las otras cualidades de Dios, el amor, la misericordia, el perdón. Suelen hablar de que eso es ser blando, o que es buenismo del peor, inútil para esa realidad en la que ellos habitan llena de amenazas. Pero, en realidad, lo que están rechazando son todas las cualidades de Dios que más se asemejan a cualidades femeninas, y solamente destacan lo más hipermasculino de Dios, porque es así como quieren verse a sí mismos. Suelen ser personas que se obsesionan con cuestiones muy humanas en lo que respecta a la convivencia entre sexos, dogmatizando sobre ello. Los judíos jasídicos, por ejemplo, tienen completamente anulada a la mujer en sus comunidades. No pueden estar en un espacio público con una mujer, y hacen andar a sus mujeres dos pasos por detrás de ellos en la calle. Creen que si no lo hacen así Dios descargará su ira contra ellos. Pero, en realidad, no lo hará Dios: la ira la descargará la comunidad.



Hay otra cosa en común en los extremistas, y es que todos, para mantener su corte de seguidores (sin la cual estos líderes y movimientos se quedarían en nada, como los locos de los OVNIs de los años 70 y 80 que sobreviven hoy como locos fuera del sistema porque perdieron a todos sus seguidores), tienen que apoyarse en una verdad superior. Normalmente es el libro sagrado de la religión dentro de la cual se adscriban, pero su relación con ese libro sagrado también está distorsionada. Los judíos tienen la Torá, los musulmanes el Corán. En el caso del Corán es donde más claro se ve el fenómeno, porque no es un texto que ha sido idolatrado posteriormente por los extremistas (como sí es el caso de la Torá y de la Biblia), sino uno que surgió ya desde su génesis considerado como “una encarnación de Dios”. Para los musulmanes Dios se hizo verbo en el Corán. Es la manera en que la religión como fenómeno de la naturaleza humana soluciona su auténtica desconexión con el Dios con el que pretende contactar. Lo habitual suele ser que la relación con el libro sagrado tenga unas características peculiares: en el caso de judíos ortodoxos y musulmanes, solo se puede leer en las “lenguas de la revelación”, que son el hebreo y el árabe. En el caso cristiano, los movimientos cristianos extremistas suelen defender que solo una traducción de la Biblia es “legítima” y las demás basuras manipuladoras. Durante siglos, en el mundo católico, solo se pudo leer la Biblia en latín. De hecho, hay comunidades católicas extremistas que siguen dando misas en latín. Es por esa razón que actualmente a muchos nos da la sensación de que ciertos grupos evangélicos extremistas están “coranizando” la Biblia: convirtiéndola en la encarnación misma de Dios, en un fenómeno intocable. Es Palabra de Dios, pero no lo es en el sentido del Corán, en el sentido de “Dios hecho palabra”. No es esa palabra (verbo, logos) al que se está refiriendo Juan 1. Pero es típico de los extremistas religiosos la incapacidad para distinguir estos matices, porque lo propio de los extremismos es habitar en el estrecho margen de los extremos, y no salir de ahí.



Las religiones, como fenómeno humano, son dignas de estudio y tienen su importancia, y su valor. Son un importantísimo elemento de vertebración cultural. Son una fuente de seguridad y de comunidad. Son una protección para los individuos más devotos. Pero siguen siendo un fenómeno humano, y por eso también tienen todas las cualidades humanas fruto de la caída: fanatismo, asesinatos, violencia, intolerancia, cerrazón. Del mismo modo que son una salvaguarda de la moral y sirven para proteger a ciertos individuos desfavorecidos, son al mismo tiempo un instrumento de la intransigencia… porque eso somos los humanos a nivel individual. Es lógico que cualquier cosa colectiva que salga de nosotros tenga las mismas características. A pesar de todo lo bueno que puedan llegar a tener las religiones para el ser humano, ninguna religión tiene nada bueno para Dios: ninguna puede alcanzarle. Da igual lo extremistas que convirtamos nuestras costumbres y nuestro celo, da igual que seamos los más puros de entre los puros, no podremos alcanzar a Dios por medio de nuestra religiosidad. Solo se puede llegar a Dios a través del Camino que Dios ha marcado, que es Cristo. Obsesionarse con cualquier otra cosa es alejarse de ese Camino.


 

 


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COMENTARIOS

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jorgevaron
03/01/2018
00:30 h
6
 
Earendil #3. Lo que te descoloca, tiene su explicación en el "cabañismo" una cuasi-ideología muy en boga en los "costureros cristianos".
 
Respondiendo a jorgevaron

jorgevaron
03/01/2018
00:01 h
5
 
Utilizar las connotaciones y no las definiciones, para emplear las palabras como etiquetas en batallas ideológicas, es técnica apreciada del "extremismo" de izquierda o de derecha. El problema no es el extremismo como tal, sino la ideología a la que sirve dicho extremismo. No es lo mismo el extremismo de stalin o de Hitler -que sirve a sus ideologías- que el extremismo de Martin L. King o de los médicos de las misiones cristianas que se inmolan combatiendo el ébola. Es la ideología Doña Noa.
 
Respondiendo a jorgevaron

Angel
26/12/2017
10:27 h
4
 
Dices, Noa: "Es por esa razón que actualmente a muchos nos da la sensación de que ciertos grupos evangélicos extremistas están “coranizando” la Biblia: convirtiéndola en la encarnación misma de Dios, en un fenómeno intocable". Y llevas razón. Ya he leído varias veces por ahí que, así como “el Verbo se hizo carne”, luego el Verbo se hizo Escritura, por lo cual la Biblia sería la “escripturización del Verbo”. (¿?). Y se quedan tan tranquilos.
 
Respondiendo a Angel

Earendil
21/12/2017
04:53 h
3
 
La religión tiene los frutos propios de la religión, básicamente dar vueltas al molinillo, sin llegar al nada concreto y real en tu relación con Dios. Había religiosos que pudieron ver Quien era Jesús. ..aunque pocos , por la presión que supone el entorno religioso. Lo que me ha dejado descolocado y con mal sabor respecto al resto del artículo es lo del "hipermasculino de Dios" , no lo entiendo la verdad. ¿Trata de vincular lo masculino con algo malo? Lo "hiperfemenino" de Dios seria malo?
 
Respondiendo a Earendil

Galo Nómez
15/12/2017
17:56 h
2
 
Es una lástima que casi todas las corrientes de pensamiento judías alternativas al sionismo provengan del extremismo religioso. Por supuesto que hay hebreos progresistas que a la vez no son sionistas -ideología surgida entre los izquierdistas israelíes- pero no tienen interés en organizarse para alzar una voz común.
 
Respondiendo a Galo Nómez

Blanco
12/12/2017
22:08 h
1
 
Oponer religión al verdadero cristianismo me parece una falacia. Claro, hay que definir claramente qué entendemos por religión. Si religión se refiere a una hermandad unida por el amor y la misma fe y testimonio, con enseñanzas comunes y convencida de que lo que cree es la verdad que Dios ha revelado, el cristianismo lo es. Pablo lo deja claro: o afuera o adentro de la comunidad: "¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro?" (1Co 5:12 NVI).
 



 
 
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