El neopaganismo resurge identificado con todas las formas del ocultismo.
Señor Director de “Protestante Digital”, don Pedro Tarquis. ¿Está usted familiarizado con la expresión neopaganismo? En algunos círculos está considerado como una nueva religión nacida en occidente en la primera parte del siglo XX. En síntesis, una nueva forma de enfocar el paganismo.
Consciente de que a sus lectores les interesará este tema, del que se habla poco, si usted me da permiso voy a escribir una serie de artículos para alumbrar ideas. Este es el primero.
El genial escritor Gilbert K. Chesterton (1874-1936), considerado como uno de los autores ingleses más populares y multiformes de su tiempo, estuvo hondamente preocupado por los temas religiosos y teológicos, especialmente a raíz de su abandono de la Iglesia anglicana y su ingreso en la Iglesia católica. En su libro “La Incredulidad”, publicado en 1926, Chesterton definió el paganismo en una frase antológica. Dijo que “el paganismo es un intento de alcanzar las realidades divinas, sin ayuda de la razón, mediante la sola virtud de la imaginación”. Más adelante, tratando del enfrentamiento primitivo entre paganismo y Cristianismo, añadió: “El pagano, ciertamente, no se abstenía de creer como el ateo, pero tampoco creía como cree un cristiano. Sentía la presencia de unos poderes sobre los cuales en parte adivinaba y en parte inventaba”.
La referencia de Chesterton es una forma de paganismo cultivada, cúltica, metafísica, que floreció en tiempos paralelos a los del naciente Cristianismo. Este paganismo jamás fue vencido. Su éxito consistió en aliarse con el Cristianismo, influenciando desde la interioridad de sus dogmas, encarnarse en sus festividades mayores, estar presente en su ornamentación y en su culto, ocupar un lugar destacado en sus ritos, dirigir las plegarias de sus sacerdotes y condicionar la adoración de sus fieles.
Ahora, las siete cabezas del monstruo pagano asoman por otras puertas. Culminada su obra en el Cristianismo, el neopaganismo resurge identificado con todas las formas del ocultismo, concretado en el culto a Wicca, donde afluyen diversas corrientes de brujería moderna. Una entusiasta adoradora de Wicca, la psicóloga norteamericana Vivianne Crowley, lo explica así: “La religión que llamamos Wicca está en primera línea del renacimiento neopagano. También se le llama “la Religión Vieja”, porque se basa en las prácticas religiosas de nuestros antepasados paganos: la adoración de lo divino, personificado en una Diosa y en un Dios, que tienen muchas formas y muchos nombres” (1).
EL PAGANISMO ANTIGUO
El filósofo y arqueólogo belga Franz Cumont preguntaba casi al mismo tiempo que Chesterton si puede hablarse propiamente de una religión pagana o es el paganismo la consecuencia de una mezcla de razas, fetichismos, politeísmos, supercherías, etc. (2). El choque confuso de diversas creencias pudo culminar en el acrecentamiento y la comunicación del sistema pagano, pero el paganismo, considerado individualmente, nunca tuvo un régimen metafísico conexionado ni contó con una estructura de cánones conciliarios.
Autores que se han especializado en el estudio de este tema afirman que, a finales del siglo II de nuestra era, los cristianos que vivían en Italia comenzaron a designar el antiguo culto grecorromano con el nombre de religión de los campesinos: “religió paganórum”. Entendida en tal sentido, la locución “religió paganórum” se generalizó muy pronto, encontrándose ya en una ley de Valeriano I, el año 368 (3).
Los cristianos primitivos sostenían que el paganismo griego debía su existencia a los incontables dioses que habitaban en el Olimpo. Estos dioses, seres superiores sujetos a todas las pasiones, tomaban parte en las luchas terrestres con el mismo interés y afán que los mortales. Su personalidad era tan poco definida, que en ciertas ocasiones una misma divinidad presidía los actos violentos de la guerra y las tranquilas faenas campestres.
Cuando Pablo llegó por vez primera a Atenas, la ciudad conservaba aún vestigios de su antigua grandeza. La impresión del apóstol fue de indignidad, y profundo dolor: “Su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (4). Todos aquellos templos y estatuas eran el testimonio del paganismo triunfante, ídolos en servicio activo, blasfemias permanentes contra el Dios único y verdadero. De toda aquella idolatría, considerada por Pablo como degradante, el apóstol a los páganos destaca hábilmente un aspecto positivo que le vale para interesar a su auditorio: este culto idolátrico tan prolijo atestigua al menos un gran sentido religioso (5). Tal era así, que Flavio Josefo, en el primer siglo cristiano, escribía: “Los atenienses son, como todos dicen, los más piadosos de los griegos”. Y Petronio, contemporáneo de Josefo, añadía: “En Atenas es más fácil encontrar a un Dios que a un ser humano” (6).
El paganismo griego influyó notablemente en el paganismo romano. Hasta tal punto, que los más importantes dioses de los griegos fueron aceptados por los romanos con tan sólo un cambio de nombre. El Zeus de los griegos se transformó en el Júpiter romano; Minerva tomó el nombre de Palas; la Afrodita griega llegó a ser Venus, diosa romana de la belleza que nació de la espuma del mar y salía del agua retorciendo su admirable y abundante cabellera.
El paganismo greco-romano era eminentemente politeísta. Esta característica lo diferenciaba y lo distanciaba del Judaísmo y del naciente Cristianismo, ambos monoteístas por excelencia. Los dioses paganos nacieron de los cultos nacionales, pero muchos de ellos llegaron a individualizarse y a universalizarse. En contra de lo que algunos historiadores de las religiones han sostenido, el sabio francés Alfred Loisy (1857-1940), representante de la alta crítica bíblica, sostenía que los cultos paganos tenían “mucho más de eso que llamamos magia que de lo que nos agrada llamar religión” (7).
Esta condición del paganismo greco-romano es la que más destacan los apóstoles del neopaganismo actual. Para ellos la magia es esencial al paganismo. Magia entendida como sistema de creencias y prácticas que tratan de influenciar a los seres humanos mediante poderes ocultos. El paganismo del siglo XXI está inspirado en el antiguo paganismo dionisiaco, basado en las visiones que se tenían en estado de éxtasis y trance. “Eran ritos de la oscuridad, ritos lunares” (8).
NOTAS
1. Vivianne Crowley, “La antigua religión en la nueva era”, Arias Montano Editores, Madrid 1990, página 13.
2. Franz Cumont, “Las religiones orientales en el paganismo romano”, París 1909, página 296.
3. Véase la obra de Giovanni Bocaccio “Genealogía de los dioses paganos”, Editora Nacional, Madrid 1983.
4. Hechos 17:16
5. Hechos 17:22
6. Michel Gourgues, “El Evangelio a los paganos”, Editorial Verbo Divino, Estella, Navarra 1990, páginas 53-54.
7. Alfred Loisy, “Los misterios paganos y el misterio cristiano”, Ediciones Paidos, Barcelona 1990, página 14.
8. Vivianne Crowley, obra citada, página 36.
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