Empezaré diciendo (*) que la Poesía es lección de Vida y tabla de flotación o bálsamo de autoayuda para el Espíritu del ser humano inserto en un mundo materialista donde no hay una única receta fiable contra el desasosiego existencial.
La Poesía (un buen poema, quiero decir) es posible que no solucione nada pero sí ofrece su pulsión a las dudas y certezas, alegrías y aflicciones, deseos y demás contingencias que asedian y conviven con el yo de cada uno.
La Poesía lo abarca todo en relación con lo más íntimo del hombre, lo conocido y lo que está por descubrirse respecto al cerebro o a los sueños, por ejemplo. Su fuerza radica en el misterio de lo vislumbrado o en el poder de ciertos versos o versículos preñados de cierta savia poética que alienta o vivifica de nuevo. Sigmund Freud, que ocupó su vida tratando de desentrañar algunos de los misterios contenidos en el cuerpo y alma del hombre, al final tuvo que admitir que allí por donde él intentaba abrir nuevas líneas de psicoanálisis, lo cierto es que un poeta ya había transitado por esas veladas sendas.
Y si hablamos de su valor dentro del mercado literario, habría que coincidir con el común de la gente: Ninguno. Pero tan contundente resultado oculta una evidencia inobjetable, al menos para quienes saben del Valor no monetario de la Palabra más decantada, de aquellas pocas palabras que generan miles de imágenes e historias en quienes las escuchan o leen.
Aquí traigo a colación lo dicho por el novelista sudafricano J. M. Coetzee, días después de haber obtenido el Premio Nobel de Literatura del año 2003: “El sueño de mi infancia era ser poeta. Hoy ya es demasiado tarde”.
He aquí una clara demostración de lo difícil que es llegar a ser Poeta, con “P” mayúscula.
Pero Coetzee es un novelista que, como lector, nunca se ha desvinculado de la poesía. Hace pocos meses, al ser preguntado sobre qué es lo que un novelista puede aprender de un poeta, respondió: “Cada verso de un buen poema suele tener detrás el peso de un sentimiento fuerte y de un pensamiento certero. El novelista puede aprender del poeta a concentrar y a intensificar el sentimiento y el pensamiento que pone en su prosa”.
¿Se dan cuenta? Coetzee se refiere a que menos es más, pero también está siguiendo, posiblemente sin saberlo, el credo poético de Miguel de Unamuno, cuyo primer cuarteto empieza así:
Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.
II.
La poesía se escribe con la Vida y por ello el que pretenda ser Poeta debe saber que el aprendizaje dura la vida entera. Solo las palabras que resisten el fuego de los altos hornos donde se depura lo vivido, pasarán luego a formar parte de lo que entendemos por Poesía. Esas palabras se encarnarán de nuevo tras resurgir de las cenizas, ya sin la grasa que mata y enluta todo verso expuesto a la consideración del Otro.
Hay que labrar y pulir aquellos versos que la sangre martillea tan pronto se mire o se siente: No todo lo que se escribe por enésima vez resulta Poesía, aunque lo escrito sea una verdad como de a puño.
A veces a la Poesía hay que visitarla tras su propia niebla. En otras ocasiones, aunque quien desee ser poeta esté solo a diez centímetros, es posible que Ella se blinde a su mirada: el aprendizaje es el mismo que realiza un corredor de fondo, sabiendo que el supuesto éxito de ir adelante los primeros cien metros no significa que se ha ganado el maratón: un aprendiz de Poeta debe ser humilde aún cuando logre apreciar cómo va pasando el futuro; humilde sencillez, cierto, pero también una íntima seguridad de haberse encaminado por la senda correcta.
Quien acompaña con prisas su aprendizaje de la Poesía ha equivocado el objetivo: la urgencia por ser reconocido solo es musgo, máscara de inútil impostación, pérdida de equilibrio…
Mejor es demorarse, ser moroso ante las deslumbrantes emboscadas de la belleza o la indignación: y luego presentar la Ofrenda, el fruto cuya semilla es el oro molido que el Aprendiz reparte para conmover a sus congéneres: hombres y mujeres, niños y ancianos: Vida abriéndose dichosa cuando las palabras destilan esperanza en carne viva,
Amor renovándose sin cesar en la meta definitiva, que siempre está más allá, como otra realidad que empalidece a la que ya se conoce.
La vida, aún en situaciones extrema, aún cuando se esté pasando por pruebas muy duras. Y para ilustrar lo dicho, convoco a mi paisano César Vallejo (1892-1938), uno de los más grandes poetas de la lengua castellana de todos los tiempos. “Hoy me gusta la vida mucho menos…”, es un texto que merece leerse por entero: “Hoy me gusta la vida mucho menos, /pero siempre me gusta vivir: ya lo decía./ Casi toqué la parte de mi todo y me contuve/ con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.// Hoy me palpo el mentón en retirada / y en estos momentáneos pantalones yo me digo: / ¡Tánta vida y jamás! / ¡Tántos años y siempre mis semanas!... / Mis padres enterrados con su piedra / y su triste estirón que no ha acabado; / de cuerpo entero hermanos, mis hermanos, / y, en fin, mi ser parado y en chaleco. //Me gusta la vida enormemente / pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café / y viendo los castaños frondosos de París / y diciendo: / Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo: / ¡Tánta vida y jamás me falla la tonada! / ¡Tántos años y siempre, siempre, siempre! //Dije chaleco, dije / todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar. / Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado / y está bien y está mal haber mirado / de abajo para arriba mi organismo. /Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga, / porque, como iba diciendo y lo repito, / ¡tánta vida y jamás! ¡Y tántos años, / y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!
III.
La poesía es reflexión, síntesis, sugerencia… Un lenguaje atemporal para salvarte de la usura y para devolver a las palabras su brillo primordial.
Los poemas son Noticias bien tensadas en la abierta eternidad: ¡Es munición que traspasa cualquier blindaje! Pero ninguna monserga enarbolada en lo inseguro; ninguna baratija o vidrio común. Noticias de que estamos bien despiertos: ¡ésa es la munición!...
Les expongo siete ejemplos de poetas que me conmueven siempre. Claro que hay más, que en mi aprendizaje de la Poesía he tenido connubio con muchos más, llámense Tundidor, Basho, Baquero, Píndaro, Gerbasi, Perse, Cernuda, Martins, Dickinson, Salvado, Juan de Yepes, Romualdo, Orozco, Ramos Sucre, Horacio, Rilke, Alves de Faria, Cernuda, Mujica, Westphalen, Palomares… Pero empecemos a nombrar a los siete elegidos para esta ocasión:
Les presento a un Rey-Poeta,
Netzahualcóyotl (1402-1472), Señor de los Chichimecas, grande como Salomón o David. Su alta poesía, traducida por León Portilla, nos recuerda de nuestro efímero tránsito por el mundo
. “Yo lo pregunto” es un texto primero, para paladear como primer plato: “¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? / Nada es para siempre en la tierra: / Sólo un poco aquí. / Aunque sea de jade se quiebra, / Aunque sea de oro se rompe, / Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. / No para siempre en la tierra: / Sólo un poco aquí”. El poema
“En el Interior del Cielo” bien puede ser estimado como plato de fondo de un aprendizaje: “Sólo allá en el interior del cielo / Tú inventas tu palabra, / ¡Dador de la vida!/ ¿Qué determinarás?/ ¿Tendrás fastidio aquí?/ ¿Ocultarás tu fama y tu gloria en la tierra?/ ¿Qué determinarás? / Nadie puede ser amigo / del Dador de la vida… / Amigos, águilas, tigres, / ¿a dónde en verdad iremos? / Mal hacemos las cosas, oh amigo. / Por ello no así te aflijas, / Eso nos enferma, nos causa la muerte. / Esforzaos, todos tendremos que ir / a la región del misterio”.
Eunice Odio (1919-1974), inmensa poeta costarricense muerta en la miseria, en México, nos dejó un genuino legado de integridad ética y poética. Escribió la siguiente frase: “Si me dieran a elegir entre formar parte de los poderosos de la Tierra o ser parte de los que pueden vida nueva a la palabra, ni un momento vacilaría. Y si me dijeran que me dan un gran poema a cambio de la miseria, y que sólo un poema grande, elijo el poema grande, aunque sólo sea Uno. Así ha sido desde que descubrí que la poesía no era en mí una ‘afición’ sino ‘un destino implacable’. No hay cosa que no dé por la Belleza que es una forma de Dios; la más próxima a su Naturaleza”.
Poderosa realidad la de una ciudad amurallada donde
Teresa de Cepeda inauguró la incandescencia de su fe. Poeta siempre aguardando el prodigio y, a la vez, poeta siempre colmada de primicias: “Ya toda me entregué y di, / y de tal suerte he trocado, / que es mi Amado para mí, / y yo soy para mi Amado”. No desfallecía, a pesar de zancadillas, ninguneos e inquisiciones. Para los apedreados escribió estos versos: “Nada te turbe, nada te espante./ Todo se pasa.Dios no se muda./ La paciencia todo lo alcanza./ Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.
Fray Tito de Alencar (1945-1974), pariente mío nacido en Fortaleza (Estado de Ceará), era un joven sacerdote muy comprometido con los más necesitados. La dictadura brasileña lo torturó tanto que su psiquis quedó maltrecha. Este poema lo escribió el 14 de octubre de 1972, un par de años antes de su muerte, en Francia. Tras su lectura estimo que tiene muy presente el salmo 23 de la Biblia: “Cuando se seque el río de mi infancia / cesará todo mi dolor. Cuando se sequen los riachuelos cristalinos de mi ser / mi alma perderá su fuerza. Buscaré, entonces, pastos distantes / allá donde el odio no tiene techo para reposar. / Allí levantaré una tienda junto a los bosques. Todas las tardes me echaré en la hierba / y en los días silenciosos haré mi oración. Mi eterno canto de amor: / expresión pura de mi más profunda angustia. / En los días de primavera cogeré flores para mi jardín de la nostalgia. / Así aniquilaré el recuerdo de un pasado triste”.
Cumbre de la poesía castellana,
Luis de León. Sus versos no deben faltarte para el viaje por la vida, máxime en esta tierra de aire inmenso donde es usual que algunos no quieran dejarte ni respirar: “Aquí la envidia y la mentira / me tuvieron encerrado. / Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo malvado, / y con pobre mesa y casa / en el campo deleitoso / con sólo Dios se compasa / y a solas su vida pasa, // ni envidiado ni envidioso”. ¡Cómo admiro a este anciano
hereje, presente en el amanecer de su verbo encarnado! ¡Sus odas desblindaron mis oídos! Por sus sabios consejos, desde hace algunos años vivo en casa pobre y viendo la naturaleza. Y me he alejado todo lo que he podido de esos ajetreos que, como al foráneo conquense, generaban demasiada envidia y enemigos secretos. Y estoy dentro de Cristo, que me revoluciona a más no poder. Sigamos al poeta memorable. Apreciemos cuánta enseñanza hay en su poesía: “No siempre es poderosa, / Carrero, la maldad, ni siempre atina / la envidia ponzoñosa, / y la fuerza sin ley que más se empina / al fin la frente inclina…”.
José Ángel Valente (1929-2000), poeta español, de los excelentes, sin ser creyente o religioso, supo percatarse del fondo último de la Poesía: “La Palabra poética sigue cerca de Dios y es Dios. Lo dice el Evangelista Juan: en el Principio era el Logos, el Verbo. Y el verbo estaba cerca de Dios y era Dios. Lo creo a pie juntillas. Apartarse de ello nos ha alejado de la capacidad creadora”.
Hace años en nuestra Salamanca tuve un enigmático encuentro con la venezolana
Ana Enriqueta Terán (1918), inmensa poeta, profetisa como Hulda, con anillos en los diez dedos. Nada grabó la cinta de esa larga entrevista que mantuvimos; tampoco funcionó la cámara fotográfica, pues no captó ninguna imagen. Pero ella dijo, en otro tiempo: “Creo en la sacralización de la poesía y creo que hay una parte de sagrado en mí. Así lo siento, por eso mantengo un ritual para escribir: me levanto, me arreglo, me maquillo, me siento frente al papel, no de cualquier forma, sino con tacones altos. Me quedo un rato pensando, me persigno y empiezo a escribir, con gran respeto”.
En su
Libro de los oficios (1967) se encuentra “La poetisa cuenta hasta cien y se retira”, texto crítico y autocrítico, poema de contenido social y de una postura espiritual preocupada por el ser humano: “La poetisa recoge hierba de entretiempo, / pan viejo, ceniza especial de cuchillo; / hierbas para el suceso y las iniciaciones. / Le gusta acaso la herencia que asumen los fuertes, / el grupo estudioso, libre de manos y cerrado de corazón. / Quién, él o ella, juramentados, destinados al futuro. / Hijos de perra clamando tan dulcemente por el verbo, / implorando cómo llegar a la santa a su lenguaje de neblina. / Anoche hubo piedras en la espalda de una nación, / carbón mucho frotado en mejillas de aldea lejana. / Pero después dieron las gracias, juntaron, desmintieron, / retiraron junio y julio para el hambre. Que hubiese hambre. / La niña buena cuenta hasta cien y se retira. / La niña mala cuenta hasta cien y se retira. / La poetisa cuenta hasta cien y se retira”.
IV.
En nuestra sociedad no falta quien diga que la poesía es difícil y que por eso no lee ni le gusta escuchar versos. Yo pregunto, ¿acaso la vida es fácil?, ¿acaso el día a día está teñido de rosa, de satisfacciones a cada instante? Cuesta vivir la vida y la poesía es Vida que va dejando su rastro de sentido primordial, su arsenal de extremo sacrificio.
La realidad cotidiana es dura y descoyunta hasta los omóplatos. De esta realidad (y de la otra) debe extraerse la materia prima de la Poesía.
Pero hay que sacar a la Poesía de la vulgaridad en que la han metido los que pregonan el facilismo, la escritura automática, el entierro del lenguaje que perdura centuria tras centuria: se estrellan contra la realidad de una Poesía que nunca podrá ser amputada como dadora de imágenes que, a gran velocidad, se instalan en la memoria y en el corazón del ser humano.
El aprendiz de poeta debe saber hornear las palabras para Revelar vida íntima y dimensión plural, aquello colectivo que es social. También lo que arrastra la historia y lo que está por venir.
En este sentido, el poeta es un resistente que se mantiene en estado de vigilia no solo para clamar en favor los expoliados y desprotegidos del orden social, sino también para intentar revelar la dimensión de lo sagrado. Se rebela contra el destrozo de la ética, pero primero debe saber del arcaico don de la lengua y de la epifánica belleza.
El poeta resiste sin complacencias, expone su cabeza por estar siempre dispuesto a defender causas que muchos consideran perdidas.
El poeta contradice y resiste, examina y protesta, revisa y se rebela. El poeta es un resistente. Muchos lo quisieran en un sarcófago o lagrimeando su identidad perdida, pero él renace en cada palabra que despacio pule. Resiste al tomar la delantera; resiste cuando un devoto lector hace suyo lo que él escribe; resiste porque no piensa nada en el dinero. El poeta es un resistente porque sabe que sus mensajes ayudan a seguir sintiendo, a sobrevivir al éxito y al fracaso…
La poesía es el oficio del resistente. Cierto que en apariencia no soluciona nada, pero permite que algunos pasen la noche y esperen que llegue la semana venidera, y la siguiente y la siguiente…
Un poema puede llevarte a la gloria o la muerte. Y en esta época de desdén es bueno recordarlo. Volverán césares y regímenes dictatoriales que destierren o asesinen por un poema. Prueba irrefutable son Ovidio, Mandelstam, García Lorca…
V.
Para quien pretenda ser poeta el aprendizaje debe ser una Necesidad. Y es que la poesía es pasión, conmoción, entrega total de los sentidos, del intelecto: Toda escritura que provenga de otras ansiedades suele carecer de esa verdad respirada o entretejida en el corazón del hombre.
Pobre es la poesía porque no tiene monedas que ofrecer. Rica es la poesía porque, al oírla, quien va cojeando por la vida, al menos puede sostenerse un instante en el sólido travesaño de algún verso.
Realidad posible la del Aprendiz que da su testimonio: Supo pasar de largo ante las puertas heladas, sin hacer caso a los aspaventosos. Pero cuando la noche arda ya, sabe entrar allí donde le inviten a sentarse en la mesa del futuro, penetrando así en el Reino del Poeta más Poeta que existe desde el Principio del Verbo, silabeando muy tranquilo los inmejorables versos de
Juan el de la Cruz:
Condúcenos a la interior bodega
donde la vida en Dios es transformada,
donde la fe se ilumina y sosiega,
donde la muerte es vida renovada.
(*) Conferencia ofrecida el 19 de octubre de 2013, por invitación de Asociación Cultural de Mujeres Atenea. Centro Municipal Julián Sánchez “El Charro”, Salamanca.
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