Homenaje a Pablo Wickham

Ahora, justo cuando mañana vuelve Pablo Wickham a esta ciudad de Unamuno y de Luis de León.

EL SOL DE LOS CIEGOS AUTOR Alfredo Pérez Alencart 12 DE SEPTIEMBRE DE 2013 22:00 h

Cuando el pasado mes de abril, Pablo Wickham pasó unos días en Salamanca, tuve el privilegio (junto con Jacqueline) de caminar con él por el centro de esta ciudad-museo al aire libre que es la capital del Tormes. Una de las visitas que solicitó, fue ver por dentro la arquitectura de la catedral charra, especialmente la nueva, la imponente Luciérnaga de Piedra en las noches del páramo castellano.

Largos años que no había vuelto a pisar dicho lugar catedralicio, pero había que complacer a tan entrañable visitante, a un maestro que había leído a fondo mi poemario “Cristo del Alma”; a un poeta él mismo, con obra secreta.

A las pocas semanas de dicho paseo me escribió Margarita Ruiz Maldonado, Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca, pidiéndome participar con un poema para el libro “El cielo de Salamanca”, que anualmente celebra, en lugar diferente de la ciudad, ese reconocimiento como Ciudad Europea de la Cultura que se le otorgó en 2002. El lugar elegido este año era las alturas de la catedral, las mismas que dan a la Plaza de Anaya.

Yo no pude asistir, por motivos personales, pero mandé el poema, que se publicó en un libro conjunto obsequiado a los más de tres mil asistentes al acto. El texto lo leyó, la tarde-noche del 28 de mayo, el poeta José Amador Martín, a quien agradecí esa muestra de empatía.

Ahora hago conocer el poema fuera de los linderos salmantinos. Ahora, justo cuando mañana vuelve Pablo Wickham a esta ciudad de Unamuno y de Luis de León. Él recogerá el Premio Jorge Borrow (concedido ex aequo junto a José Grau y José María Martínez) en esta ciudad donde también estuvo de paso, vendiendo biblias, su insigne paisano aventurero más conocido como Don Jorgito el Inglés.

CATEDRAL DEL CORAZÓN

A Pablo Wichkam

Ya navegaron mis ojos por estas altas piedras,
ya gozaron de la belleza del templo sobre la ciudad.
Ahora solo pido al Espíritu de Cristo
que me deje orar junto a la piedra desechada
que ha hecho ángulo en mi corazón.
Ahora solo pido una luz como nunca, un lugar
a la intemperie donde todo sea certeza
o presentimiento de pertenecer a la Resurrección,
al pueblo de Dios que practica justicia por Amor.
Ahora es la hora de sentir al Viento
que enraíza y vendimia dentro de mí, que sangra
sus revelaciones y filtra la parte mala
para que el balancín mortal sea jabonadura
antes de vacacionar en el Paraíso.

El templo es una hermosa construcción
que identifica a la ciudad, una luciérnaga de piedra
cuando más oscura se hace la noche en Castilla.
Ya lo recorrí por todos sus extremos,
ya hice de lazarillo para muchos visitantes.
Ahora solo quiero la intemperie de veinte milenios
que empezaron con sencillez extrema.
Ahora ya no es la arquitectura la que me alimenta,
sino la fe que no se extasía ante la riqueza.
Ahora solo pido al Espíritu de Cristo
que me haga descreer de las palabras estériles.
¡Estoy temblando y conmigo el Viento
que sabe vivificar la catedral de mi corazón!

¡Pido perdón, estoy temblando, pido perdón…!

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