Hace un par de fines de semana he tenido el privilegio de conocer a un grupo de escritores catalanes que, debo confesarlo, no sólo no vinieron a llevarse más ‘papeles’ del Archivo de la Guerra Civil, sino que fueron donando un grueso de papeles, ya impresos en forma de novelas o poemas (*)
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Por aquí, estuvieron
Febe Jordà, Jordi Torrents, David Mena, Juan Miguel Torrero Guilarte, Joel Foster, Samuel Díaz-Pinto Montoro y
Josep Rivas. Los revisé cuando se marchaban de Salamanca y, debo testimoniar que tan sólo llevaban, muy dentro del corazón, los muchos afectos que supimos prodigarles.
Tras esta grata experiencia he llegado a una simple conclusión:
hace falta un mayor intercambio cultural, un profundo proceso que destierre tanto tópico insulso que prospera a uno y otro lado, sea desde Castilla y León hacia Cataluña (o viceversa). Cierto que a lo largo de la historia ha habido problemas y encontronazos, privilegios y sinsabores, conculcaciones y revanchas… Pero conviene aparcar esas banderas de contienda que se hacen flamear ante cualquier asuntillo.
Yo lo hice y, debo decir que uno aprende, que uno crece hacia el futuro. Y es que, buscando materiales no tan manidos para escribir mi ponencia sobre la poesía cristiana de Unamuno,fui a una fuente muy directa: el epistolario de don Miguel.
Allí me topé con una carta que el vasco de Salamanca escribió al poeta catalán J. M. López-Picó, fechada el 8 de diciembre de 1913, donde le dice: “Mire usted, amigo mío, que es coincidencia. Es decir, coincidencia no: Porque es el caso que en estos días, al recibir la ofrenda de su Crist de nostres altars,estoy con el espíritu embargado por ese Cristo. Acaso sepa usted por Xenius, o por algún otro, que ando rematando o redondeando un largo poema —más de mil endecasílabos, vea!— a propósito del Cristo de Velázquez. Después de aquella ferocidad que hice sobre el Cristo yacente de Palencia, el Cristo tierra, quería cantar al Cristo humano, al que “...vol tornà a venir/ per juntar amb les postres petjades!”. El hermoso soneto que me dedica me ha inspirado algunos endecasílabos más que añado a mi poema. Y lo haré constar…”.
He aquí una muestra de cómo el afecto con afecto se retribuye. Hasta el aparentemente duro Miguel de Unamuno, se conmueve con la dedicatoria del excelente poeta catalán y utiliza el soneto dedicado como fuente de inspiración para agregar un eslabón a su mejor obra poética: “El Cristo de Velázquez”.
Ahora, volviendo a la comitiva catalana que acampó en el Colegio Mayor Fonseca, decirles que leeré y comentaré sus novelas, poemas y crónicas. Decirles que me llamó la atención el más joven de ellos, Josep Rivas, de 17 años, y que escribe pequeños y bien trabados ensayos y que acaba de ganar 'els Jocs Florals' en literatura catalana con un relato en homenaje al narrador Pere Calders, justo ahora que se conmemora el centenario de su nacimiento.
Y mientras me despedía de ellos, recordaba a Blaise Pascal, pues el jueves pasado debía estar en la universidad francesa que lleva su nombre, en Clermont-Ferrand, pero motivos personales me retuvieron aquí. Pues Pascal decía:
“Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen”.
Estos catalanes, os lo aseguro, son todos del primer grupo. Y lo digo con certeza, pues todos forman parte de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos de España (ADECE), que en Salamanca celebró su IV asamblea anual.
No hablo catalán ni en la intimidad, pero sí los estoy leyendo en el rico castellano que ellos dominan.
(*) Publicado en El Adelanto de Salamanca, el jueves 17 de mayo
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