Nadie sabe cómo puede acabar una reunión de viejos amigos. Cuando dos parejas separadas, van un fin de semana con sus hijos a la casa de campo de un amigo, “entre
hippy, rústica y
new age”, donde vivieron en comuna algunos años, todo degenera agriamente en una sarta de reproches. La convivencia entre los que se habían ido distanciando, provoca ahora, que aquellas verdades que se habían mantenido ocultas con el tiempo y el silencio, se desvelen en una serie interminable de acusaciones.
Remake no es una película fácil de ver, ya que a nadie le gusta asumir sus contradicciones, pero es una obra valiente y necesaria, que no se guarda nada, sino que dispara contra todo y contra todos. Hace añicos el relato heroico de unos padres, pero retrata también una juventud inútil e irresponsable, que presenta sin complacencia como carente de todo interés e inteligencia, incapaz ya de salvar los restos del naufragio...
OBRA CORAL
Remake es una co-producción hispano-argentina. Su irónico nombre nos habla de una vuelta atrás, a un tiempo ya imposible de repetir. Gual había dirigido ya con Julio Wallowits otra brillante obra coral, su premiada
opera prima Smoking Room, pero en esta primera película en solitario, cambia el escenario de aquella claustrofóbica oficina a una idílica masía en el paisaje agreste del parque natural del Montseny. Allí vive Max (Mario Paolucci), un antiguo
hippy, que parece no haber renunciado a sus ideales ácratas, aunque como siempre en esta vida, las apariencias engañan...
De aquella juventud ilusionada no queda nada. Ni siquiera el amor, porque todos están divorciados y deprimidos. Como ya sucedía en
Smoking Room, la película cuenta con un sólido reparto, en el que da la impresión que los actores se conocen muy bien. Destaca eso sí, la interpretación de Juan Diego, perfecto por su gesto y aspecto, en su papel de este depresivo personaje, por el que fue premiado en el pasado Festival de Cine Español de Málaga. Junto a él, actores como Eusebio Poncela o Silvia Munt. Entre los jóvenes, Gustavo Salmerón, Marta Atura y Alex Brendemühl. Todos ellos se enzarzan en una terrible batalla verbal, llenos de frustraciones, renuncias y desengaños.
CRÓNICA DE UN DESENCANTO
La situación sería de comedia, si los papeles se hubieran invertido: los jóvenes fueran sensatos y los progenitores inmaduros. Las bromas y diálogos de los jóvenes nos muestran sin embargo la falta de hondura de una generación, incapaz ya incluso de rebelarse ante sus padres. Así Marta Atura es una chica comprometida, pero incapaz de pensar con independencia. “Repite los titulares de los telediarios”, dice Gual. Ya que se habla mucho en esta película, cosas aparentemente banales, pero en el fondo cargadas de verdades ocultas. Los personajes de hecho no se identifican con facilidad. Por lo que uno se siente un poco en tierra de nadie, frente a lo que se está contando.
“Todos tenemos algo de filosofía barata”, dice Gual, ya que “todos usamos opiniones de segunda mano”. Todos creemos tener razón, pero en realidad no son más que nuestras razones. La gente es retratada aquí a partir de sus flaquezas.
¿No es todo demasiado pesimista? ¿No logró al fin y al cabo aquella generación muchas libertades? Sí, pero ciertas libertades, nos muestra la película, tienen costes impensables. Ya que producen daños colaterales, por los que quien los sufrió, puede tardar toda una vida en recuperarse. Si es que alguna vez se recupera…
Cada generación se enfrenta a un nuevo desafío. Puede cambiarlo todo, pero generalmente acaba traicionando sus ideales. Es el desencanto de toda generación que descubre que la utopía nace condenada a chocar con la realidad. Es cierto que no podemos cambiar el mundo, pero puede cambiar todo un mundo dentro de ti. Ese el nuevo nacimiento del que habla Jesús en el
Evangelio según Juan, capítulo 3. Algo que sólo el Espíritu de Dios puede producir… Así que nos engañemos,
no se puede esperar nada del hombre, pero la buena noticia es que podemos esperarlo todo de Dios...
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