La actividad de los misioneros Carder, James L. Carder y su esposa Helen Rosala Brown, llegados a Tenerife en 1935, marcó un punto de inflexión en la evangelización que se hacía por las casas.
La actividad de los misioneros Carder, James L. Carder y su esposa Helen Rosala Brown, llegados a Tenerife en 1935, marcó un punto de inflexión en la evangelización que se hacía por las casas. Se establecen lugares de culto en Santa Cruz, en el Valle de la Orotava, en Santa Úrsula, en Puerto de la Cruz. Los Silos e Icod, realizando una esforzada labor en medio de la intolerancia religiosa. En 1938 James L. Carder obtendrá un permiso del Gobierno de Tenerife para tener cultos en su propio domicilio de Vista Bella, lugar que sería la iglesia cristiana evangélica de Santa Cruz. Allí se reunían más de cincuenta personas para escuchar el Evangelio, durando aquella actividad hasta que la intolerancia de la dictadura franquista se hizo insoportable teniendo que regresar a los Estados Unidos a principios de los años 40. Los cultos seguirían de forma clandestina. En 1947 Carder no consigue regresar a Tenerife, pero si a Las Palmas colaborando en la iglesia que se reunía en la calle Pajomales, 5 de La Isleta.
Durante la Guerra Civil y desde la primavera de 1936 llegó a Tenerife, Salvador Arias, ex fraile mercedario gallego convertido a la fe evangélica y representante de la Sociedad Bíblica para las islas. Según el historiador José Luis Fortes,” el misionero americano Jaime Carder ya llevaba un año en Tenerife y aprovecha la oportunidad que esta labor ofrece para contactar con la gente acompañando a Salvador Arias mientras realiza su trabajo, anotando los nombres y las direcciones de las personas que compran las Sagradas Escrituras para visitarlos posteriormente y presentarles el Evangelio. En la realización de esta tarea ambos misioneros encontraron bastante resistencia por parte de algunas personas de la Derecha y de la Izquierda. En junio de ese mismo año Jaime Carder alquila una casa en el Puerto de la Cruz como residencia para Salvador Arias, quien aprovecha el lugar para predicar el Evangelio de forma ocasional. Tan pronto como el bando nacional se entera de que los protestantes están compartiendo sus enseñanzas libremente tratan de impedirlo arrestando al misionero Arias, por lo que éste se ve forzado a marchase a Las Palmas y de allí a embarcase como polizón en un barco que partía hacia Francia. Ese mismo mes los esposos Carder se mudan a Santa Úrsula donde nada más llegar mantienen cultos de predicación del Evangelio. También continúan con los cultos en el Puerto de la Cruz a pesar de que el conflicto político se va incrementando día a día. Esto hace que tengan que predicar con mucha prudencia, sin mencionar nada que pueda ser mal interpretado y pueda ser motivo de conflicto o arresto. En esas fechas, y en su afán por buscar adversarios políticos, los del bando nacional investigan a los extranjeros en Tenerife para saber la orientación política de los mismos. El jefe y el secretario de la Falange deciden asistir a un culto de Jaime Carder y después de oírle consideran que sus predicaciones son totalmente inocuas, así que terminan dando un informe favorable sobre él. En marzo de 1936, el general Francisco Franco es destinado a Tenerife por el gobierno republicano, temeroso de su influencia militar y política y con el fin de alejarlo de los centros de poder. En el monte de La Esperanza, dentro del municipio de El Rosario, Franco organizó la conspiración militar que daría lugar a la Guerra Civil Española el 17 de julio de ese mismo año”.
Sigue explicando Fortes la andadura de los Carder diciendo:
“Ese mismo mes los esposos Carder se mudan a Santa Úrsula donde nada más llegar mantienen cultos de predicación del Evangelio. También continúan con los cultos en el Puerto de la Cruz a pesar de que el conflicto político se va incrementando día a día. Esto hace que tengan que predicar con mucha prudencia. A partir de este momento empeoran las condiciones para la predicación del Evangelio en las islas. Con todo, los evangélicos en Canarias continúan haciendo su labor misionera en la medida que las circunstancias lo permiten. En Tenerife Jaime Carder sigue evangelizando distribuyendo las Sagradas Escrituras en lugares como los Silos e Icod, buscando con ello la oportunidad de hablar con la gente. En Icod consigue que un cura llamado José del Castillo le reciba un ejemplar del Evangelio, ocasión que aprovecha para mantener una conversación con él. En Las Palmas Roberto MacGarva y su hija Ethel consiguen mantener los cultos y las clases bíblicas dominicales tal y como lo habían venido haciendo desde antes de la guerra.
En 1937 las libertades se restringen aún más para los evangélicos y no se les permite tener cultos públicos. En Tenerife Jaime Carder se dedica a visitar los contactos que había establecido en los años anteriores, no sin correr con ello un importante riesgo. Un ejemplo de las adversas condiciones en las que realizaban su ministerio estos siervos de Dios lo tenemos en la siguiente anécdota: Un día, después de hacer unas compras, Jaime Carder decide visitar a uno de sus contactos en el Puerto de la Cruz, un relojero llamado Antonio, y al salir de su negocio la Guardia Civil lo detiene y lo lleva al cuartelillo porque creía que el paquete que llevaba el misionero (el de las compras mencionadas anteriormente) contenía literatura subversiva. La policía no tuvo más remedio que soltarle, pues comprobó que no llevaba encima más que gelatina de la que se usa para hacer tartas. En otra ocasión, mientras Elena de Carder visitaba a una familia de la Orotava fue abordada por dos hombres armados de Acción Ciudadana para comprobar si era comunista, según había denunciado una mujer. En ese mismo año Jaime Carder pide permiso en Capitanía General para vender literatura bíblica, permiso que le conceden mediante el pago de una licencia de 119 pesetas. Comenzó dicha labor en Guía de Isora y Chío y a los interesados que no podían comprar les regalaba un ejemplar del Evangelio. En Chío el misionero cuenta con la hospitalidad de la única persona evangélica de la zona, una señora llamada María Álvarez, a la cual se acoge en alguna ocasión. Ese mismo día los de Acción Ciudadana recibieron una denuncia del obispo fray Albino González, que a su vez la había recibido de la maestra de Guía, y arrestaron a Jaime Carder. Aunque fue una oportunidad para explicar el Evangelio por más de una hora, tuvo que permanecer encerrado en el cuartel general de Guía toda una noche. A la mañana siguiente le llevaron a Los Cristianos para presentarlo ante el capitán de Acción Ciudadana. No sabiendo que hacer con él le trasladaron a Granadilla donde examinaron el material que portaba para ver si había algo contra el bando nacional o contra la Iglesia Católica. Al no encontrar nada digno de censura llamaron a Capitanía General y allí ordenaron la puesta en libertad del misionero, no sin conminarle a interrumpir la distribución de las Sagradas Escrituras. Un año más tarde, en 1938, residiendo los esposos Carder en Vista Bella, reciben el permiso para tener cultos públicos del Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife, Don Vicente Sergio Orbaneja, primo del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera. A partir de este momento, todos los domingos por la tarde, la casa de los misioneros se llenaba con más de cincuenta personas.
Al mismo tiempo que Jaime Carder tenía un culto con los adultos en la sala de estar, su esposa Elena tenía una clase bíblica con más de treinta niños en otra zona de la casa. Un dato que nos aporta luz sobre las precarias condiciones sociales e higiénicas de la gente humilde de las islas en los años de los que estamos hablando, así como de las condiciones en las que trabajaban los misioneros venidos del primer mundo de ese entonces, es que cada vez que los asistentes a los cultos en el hogar de los Carder se marchaban dejaban la casa minada de pulgas, lo que suponía un ingente trabajo de limpieza a realizar cada lunes que se añadía al de la obra misionera. ¡Qué contraste entre la obra de estos pioneros del Evangelio con las privilegiadas condiciones que nosotros disponemos hoy día para predicar y vivir la salvación de Dios en Jesucristo, y la poca abnegación de muchos que ante el menor obstáculo tiran la toalla!
En 1938 James L. Carder obtuvo un permiso del Gobierno Civil de Tenerife para tener cultos en su domicilio de Vista Bella, vivienda que fue el primer lugar de cultos público de la que más tarde sería la Iglesia Cristiana Evangélica de Santa Cruz. Cada domingo por la tarde los Carder compartían en su casa la palabra de Dios con más de cincuenta personas, entre adultos y niños, muchas de las cuales conocieron al Señor y la salvación por Jesucristo. Esta actividad misionera se mantuvo durante varios años hasta que la intolerancia de la dictadura franquista agravó la situación para los evangélicos en toda España, debido a lo cual a principio de los años cuarenta del siglo pasado los Carder regresaron a Estados Unidos. Esto no impidió que el pequeño grupo de creyentes que se reunían en Santa Cruz mantuviese sus cultos de forma clandestina para fomentar su fe y compartir el Evangelio con otros. En 1947 la tensa situación reinante no permite el regreso de los Carder a Tenerife, pero consigue llegar a Las Palmas, donde había un poco más de tolerancia, y donde permanecerán durante unos años colaborando con la pequeña iglesia evangélica que se reunía en la calle Pajonales, número 5, de la Isleta.
En 1938 James L. Carder obtuvo un permiso del Gobierno Civil de Tenerife para tener cultos en su domicilio de Vista Bella, vivienda que fue el primer lugar de cultos público de la que más tarde sería la Iglesia Cristiana Evangélica de Santa Cruz. Cada domingo por la tarde los Carder compartían en su casa la palabra de Dios con más de cincuenta personas, entre adultos y niños, muchas de las cuales conocieron al Señor y la salvación por Jesucristo. Esta actividad misionera se mantuvo durante varios años hasta que la intolerancia se hizo peligrosa. Entre 1948 y 1949 el misionero canario retornado de Cuba, D. Emiliano Acosta, organiza al grupo de creyentes que se congregaban periódicamente en Santa Cruz y se constituye formalmente la Iglesia Cristiana Evangélica de Santa Cruz. Esto fue un gran paso de fe porque todavía no contaban con el permiso oficial para tener reuniones públicas y habían de hacerlas clandestinamente. Entre 1954 y 1955 la iglesia de Santa Cruz ofrece el pastorado de la misma a James L. Carder; éste acepta y regresa a Tenerife, aprovechando que el misionero D. Vicente Philips puede hacerse cargo de la obra en Las Palmas. El próximo reto para la iglesia de Santa Cruz será legalizar su situación y durante muchos años intentará obtener la autorización para tener cultos públicos a partir del reconocimiento de la obtenida en 1938 para la casa de Vista Bella. Ante las permanentes evasivas de las autoridades, la iglesia tiene que reunirse los domingos en cuatro cultos, de no más de veinte personas en cada uno, para no quebrantar la ley de la dictadura. Los creyentes se comprometen a no asistir a más de un culto al día para que otras personas tengan la oportunidad de hacerlo. A partir de 1955, careciendo de un lugar de cultos propio, la iglesia mantiene sus reuniones y servicios religiosos en una casa alquilada al final de la calle Doctor Severo Ochoa (la misma calle donde está actualmente la Iglesia Bautista de Santa Cruz). En 1960 la iglesia de Santa Cruz establece un “fondo pro-templo” y al poco tiempo compran un solar y solicitan un permiso al Ayuntamiento para construir un edificio sin especificar cuál va a ser su uso final. La edificación se hace poco a poco gracias al esfuerzo de numerosos creyentes, muchos de ellos sin cobrar nada por su trabajo. La falta de medios estuvo a punto de paralizar la obra, pero una providencial ofrenda de 3000 libras les permitió surgieron en las islas otras iglesias evangélicas como la Iglesia Cristiana Evangélica de La Cuesta, en la calle Campo y Tamayo número 56, y la Iglesia Cristiana Evangélica de San Sebastián de la Gomera, en el camino de la Nieves número 24. Asimismo, la Iglesia Cristiana Evangélica de Santa Cruz contribuyó en buena medida a la formación inicial de iglesias evangélicas que hoy pertenecen a otras denominaciones evangélicas como la Iglesia Evangélica de la Gracia, en la avenida de los Majuelos 65, en La Gallega; y la Iglesia Cristiana Reformada, en la calle Higuera número 43, en La Laguna. Esta obra fue posible gracias a la combinación de una firme vocación misionera con una ininterrumpida labor de preparación ministerial, impartiendo estudios teológicos sistemáticos nocturnos, en colaboración con otras iglesias locales. Denominacionalmente hablando, la Iglesia Cristiana Evangélica de Santa Cruz es una entidad religiosa que pertenece a la FIEIDE, una federación de iglesias bautistas independientes que cuenta con 62 iglesias en España, nueve de ellas en Canarias, adherida a Federación Internacional de Iglesias Evangélicas Libres
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