Dejando huella

Dejar una huella en la vida. En el mundo del deporte prácticamente todos quieren hacerlo. Desde muy jóvenes algunos luchan por hacerse un lugar en la historia. Durante 2011 dos jugadores debutaron en la selección española de baloncesto a pesar de no haber nacido aquí. Uno de ellos es Nikola Mirotic, nacido en Montenegro, aunque desde muy pequeño vive en España. Ha sido campeón de Europa sub-20 y fue elegido el mejor jugador del torneo. El otro es Serge Ibaka, nacido en Brazabille (Congo) y actualmente jugador de la NBA en Oklahoma. Es campeón de Europa también con la selección española y uno de los jugadores más fuertes de Europa.

Todos quieren dejar una huella en la vida. Los actores de cine más conocidos incluso lo hacen literalmente, porque en Hollywood Boulevard están impresas las huellas de sus manos en el suelo. Queremos vivir por encima de lo que somos; esa trascendencia de inmortalidad la llevamos en nuestro corazón desde que nacemos, forma parte de nuestra naturaleza. No podemos negarlo.

¿Qué tipo de huella quieres dejar tú? Algunos son capaces de cualquier cosa con tal de disfrutar de la fama y el poder para terminar reconociendo que eso no les satisface. Si quieres dejar una huella que merezca la pena, piensa en la amistad, el amor, el servicio, la ayuda a los demás, el saber disfrutar de la vida... Si podemos ayudar a otros, nuestra vida merecerá la pena, aunque nos parezca muy poco lo que hemos hecho. Si somos capaces de hacer sonreír a alguien, estamos atravesando un día genial. Si podemos disfrutar con nuestra familia y nuestros amigos es porque Dios está bendiciendo lo que hacemos.

Piensa en la huella que vas a dejar en tus amigos, en tu familia, en tus hijos. Piensa en cómo quieres ser recordado. ¿Sabes? En una ocasión, mientras estábamos paseando, Iami, mi hija mayor de ca- torce años, me dijo: «Papá, tu eres mi héroe». Durante meses viví en las nubes recordando esa frase. Si llegamos a ser héroes para las personas que amamos, si podemos dejar nuestra huella de amor en ellos, ¡nuestra vida es un éxito impresionante!

El apóstol Pablo, que había llegado a transformar el mundo conocido con el mensaje del evangelio, escribió: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:7-8). Había aprendido que no eran sus logros los que marcaban su vida, sino el seguir fiel al Señor, luchando y ayudando a todos.

Ese tipo de huella jamás podrá borrarla nadie. Esa es una vida que, para Dios, merece una corona.