Cualquiera que le da un vaso de agua...

Hace años tuvimos la oportunidad de recorrer los estudios de la Warner Bross en Los Angeles y mientras contemplábamos los escenarios de las grabaciones de algunas series y películas, hubo algo que me llamó la atención. Para trasladarse de un lugar a otro, todos usan los típicos carros de golf que hemos vismo en muchas ocasiones, pero entre los que estaban aparcados había uno que era un Rolls Royce muy caro; pregunté por su propietario y me dieron el nombre de un conocido director que quería “distinguirse” de los demás, lo cual me pareció una solemne tontería porque los desplazamientos dentro del estudio apenas sobrepasaban los cien metros; pero en cuestión de dinero siempre hay quienes quieren establecer diferencias. “Yo tengo más que tu” Ese parece ser la razón de la existencia de algunos.

Muchos son admirados por lo que tienen; no importa dónde vayan quieren que todos vean lo ricos que son. "Tanto tienes, tanto vales" dice el refrán. Sin embargo, creo que nuestro valor se mide no por lo que tenemos, sino por lo que damos a otros.  

El Señor Jesús proclamó en el templo que una simple viuda (que sólo había echado dos monedas de muy poco valor) había dado más que todos los ricos que pasaron por allí pavoneándose delante de los demás, de todas sus ofrendas. El argumento del Señor fue muy claro: "Todos han dado de lo que les sobraba, pero esta pobre viuda ha dado lo que tenía para vivir". Creo que los líderes religiosos no entendieron esa enseñanza tan sencilla en aquel momento… y dudo que la entiendan hoy todavía.

La Biblia dice una y otra vez que es muy importante dar y ayudar a otros. ¡No necesitamos ser ricos para hacerlo! El Señor dijo que un sólo vaso de agua que demos no perderá su recompensa. Ya hemos dicho más de una vez que la mayor demostración de amor es dar: dinero, tiempo, fuerzas, ayuda, ánimo...

Piensa por un momento: ¿A quién pertenece todo lo que tienes? No, no me sirven respuestas del tipo de "a mi familia", "al gobierno", "a mis padres” “al banco” etc. Déjame recordarte que todo lo que existe en el mundo le pertenece a Dios ¡Incluso tú mismo/a le perteneces a Él! Dar y ayudar a otros es devolverle a Dios parte de lo que Él nos da.

En la antigüedad existían los diezmos (décima parte de todo lo que se cosechaba, de lo que se tenía y de las ganancias derivadas del trabajo y las posesiones), además de las ofrendas voluntarias. Dios nos ha dado mucho más ¡Deberíamos ser más agradecidos! No por obligación, sino porque le amamos a Él. Nos parecemos a nuestro Padre Celestial cuando damos, porque Él da a todos.

Aunque tengamos tan poco, que sólo podamos dar un vaso de agua.