¿Quién fue el primer hombre?

En los últimos años, la televisión se ha adueñado de prácticamente todos los hogares, y los formatos televisivos de muchos programas se han hecho universales.

Uno de ellos es el concurso. No existe televisión que se precie si no tiene por lo menos un concurso en el que cualquier persona pueda participar, incluso que pueda hacerlo desde su propia casa contestando preguntas por teléfono.

Hace ya varios años que sucedió esta conversación en una de las cadenas españolas:
- “Dígame señora” pregunta el presentador, “¿Quién fue el primer hombre? ¡Puede ganar usted 600 euros!”

La señora responde:
- “¡Huy! ¡Eso no se lo digo yo ni por un millón!”

Todos los espectadores del plató estallaron en una sonora carcajada. Aparentemente la señora no sabía que la respuesta esperada era “Adán” y ella misma se había complicado mucho la vida pensando que lo que le interesaba a la cadena era su historia personal.

A veces nos complicamos demasiado la vida. Queremos solucionar problemas y situaciones complejas, atendiendo a una extensa gama de mentiras, planes difíciles y opciones arriesgadas, y de repente... alguien con un corazón limpio y palabras sin engaño es capaz de llegar hasta lo más profundo de la situación.

Sé que no está de moda en este mundo, pero es mucho más honesto hablar sinceramente y actuar sin "doble cara", que intentar engañar a los demás, jugando para nuestro provecho.

Quiero lanzar un alegato en favor de los que viven sin malicia, de los que han renunciado a lo "políticamente correcto" y se han sumergido hasta lo más profundo en la limpieza de carácter y la sencillez de corazón.

Puede que muchos intenten engañarles, (habría que ver quién vive más engañado, si el que tiene su corazón limpio, o el que miente tanto que no sabe ya cuando está mintiendo o diciendo la verdad)... pero aquellos que sólo utilizan las leyes de la amistad, gozan de muy buena salud interior, y desde luego nunca van a tener problemas para dormir tranquilos.

Vivir de una manera sencilla y limpia, no preocuparse de lo que otros puedan decir o hacer, dormir a “pierna suelta” cada noche con la tranquilidad y la buena conciencia de un niño pequeño… Son alguno de los placeres que están reservados sólo para los más inteligentes.

Si piensas que no es así, recuerda cómo es el carácter de nuestro Creador. Concéntrate meditando en cómo Él nos hizo para que fuéramos felices. "A Dios le agradan las palabras sin malicia" (*).


(*) Proverbios 15:26