Nuestro árbol de Navidad es diferente este año: no le hemos puesto luces, ni adornos, ni estrellas ni nada de nada, es sólo un árbol “desnudo”.
No, no tiene nada que ver con los dichosos recortes; ni tampoco voy a entrar en las típicas discusiones sobre si debe ponerse o no, o si es una costumbre pagana, etc.
Este año todos en la familia decidimos hacer algo muy diferente.
Durante varios días,
ese árbol se fue llenando papeles y notas de colores. En cada una de ellas, las niñas, Miriam o yo fuimos escribiendo todas las bendiciones que Dios nos ha dado durante este año que está terminando.
- La primera, la vida misma y el hecho de poder disfrutar con el Señor cada día.
- La salud que tenemos…
- Muchos regalos que Dios nos ha hecho durante los últimos meses…
- Personas que Dios ha puesto en nuestro camino y amigos que han estado con nosotros y nos ayudaron…
- Nuestro trabajo, ¡Eso es una bendición inmensa en el día de hoy!
- Situaciones difíciles que no comprendimos, pero que fueron bendiciones escondidas de parte de Dios.
- ¡Alguna que otra enfermedad que nos ha ayudado a comprender cómo Dios nos cuida siempre!
- La bendición que significa amar a cada persona de la familia, a los que nos rodean, a los amigos, a todas las personas de la iglesia, a los compañeros de trabajo, ¡amar incluso a los enemigos…! Porque el amor sigue siendo una de las mayores bendiciones para nuestro corazón y para el de los demás.
- ¡Cientos de pequeños detalles en los que Dios sigue demostrando cada momento que nos cuida y nos ama!
…………………..….
Déjame decirte que nuestro árbol de nunca estuvo tan repleto de “adornos” como este año. Pasamos mucho tiempo juntos leyendo cada una de esas bendiciones que habíamos escrito, recordando, riendo, disfrutando… y sobre todo agradeciendo a Dios, porque sin Él la navidad no existe.
No creas que lo de quitar todo tipo de adornos y dejar sólo bendiciones en el árbol es una idea que se nos ha ocurrido a nosotros en la familia…
“Colgado” de otro árbol, nuestro Padre celestial dejó el mejor regalo que la humanidad haya visto en toda su historia, la mejor bendición que jamás hubiéramos podido imaginar. Nuestro Padre celestial nos regaló a su propio Hijo.
De una forma absolutamente inimaginable para nosotros, al árbol de la cruz fue clavado el ser más absolutamente admirable que existe en todo el universo, el Señor Jesús. Para El Padre, no fue una fiesta, sino el momento más terrible de toda su existencia: ¡tuvo que desamparar a su propio Hijo por amor a nosotros!
Para Jesús, ese árbol de la cruz significó llevar sobre sí mismo el pecado y el sufrimiento de toda la humanidad, incluidas todas las barbaridades de las que yo soy culpable. Lo más incomprensible para mí, es que Él se entregara voluntariamente. No se conformó con darnos todo: la vida, las fuerzas, la salvación, la libertad, la amistad... y cientos de cosas más, ¡se entregó a sí mismo!
El Espíritu de Dios tuvo que desplegar todo su Amor eterno e infinito para que Padre e Hijo siguieran en la misma comunión perfecta a pesar de la perfección y la santidad de los dos… y el hecho incomprensible de que el Señor cargara, literalmente, con todas nuestras culpas: imposible de imaginar, comprender o explicar...
Por ese amor inquebrantable del Dios trino, puedo estar escribiendo estas palabras ahora. Por ese amor eterno e incomprensible al mismo tiempo, podemos celebrar y disfrutar cada día de nuestra vida. Única y exclusivamente por su amor podemos llamarle Padre, y su Espíritu llena nuestra vida para recibir al Señor Jesús en ella.
El árbol de la cruz fue “sólo” un momento en la eternidad: El Hijo de Dios sigue siendo en esencia la Vida porque la muerte no pudo derrotarle ¡Eso sí que es para celebrar!
A Dios le encanta que disfrutemos con Él. Él es el único que sabe a ciencia cierta lo que le costó el que nosotros podamos celebrar con Él.
De la misma manera que un padre que ha dedicado años de trabajo para poder regalar algo muy importante a sus hijos, no espera reacciones tristes o miradas indiferentes ¡ni mucho menos acciones penitentes! Lo que quiere de ellos es que le amen y disfruten con lo que él ha hecho; Dios quiere que seamos inmensamente felices con Él… ¡Todos los que somos padres podemos comprenderlo! Aunque este ejemplo tan simple se quede a “años luz” de distancia de lo que realmente sucedió en el calvario.
La consecuencia del amor es la celebración. Aún de los actos de amor más extremos surge el gozo para alguna persona.
El resultado de conocer al Amor con mayúsculas es una celebración mayúscula, porque es una celebración eterna.
Esa es la razón por la que cada vez que veo un árbol, sea cual sea y en cualquier lugar del mundo, recuerdo lo que sucedió en la cruz. Y mi corazón lo celebra de una manera inexplicable: siento una alegría indescriptible (¡Se qué muchos me entendéis) y al mismo tiempo las lágrimas nublan mis ojos. No, no estoy triste ¡Todo lo contrario! La vida con el Señor es una fiesta que comenzó en ese árbol y que jamás terminará, pero…
¿Cómo comprender que mi mejor amigo tuvo que morir para que yo pueda abrazarle por toda la eternidad?
Si quieres comentar o