Ninguna persona puede vivir sin sentir que es amada a través del toque, la caricia o el abrazo. Necesitamos sentir que nos aman, no sólo saberlo.
Fuimos creados de manera que nos encanta abrazar, acariciar, tocar.
No se trata de que a algunos les guste más “achucharse” que a otros, es algo que todos llevamos dentro. No es cuestión de si algunas culturas se abrazan más que otras (la nuestra, desde luego mucho más que la anglosajona). Se trata de que cuando vivimos sin sentir el abrazo sincero de los que nos rodean, nos falta algo imprescindible en la vida.
Todavía algunos no lo creen, pero es así. La verdad es que
el “golpe de gracia” para los defensores de la lejanía en las relaciones llegó a finales de la segunda guerra mundial en una cultura “fría” por sí misma: la del norte de Europa.
Durante los años de la posguerra, muchos niños huérfanos tuvieron que vivir en hospitalesdesde muy pequeños, y durante meses algunos médicos veían asombrados y literalmente atemorizados cómo
algunos de esos pequeños fallecían, aparentemente con una salud “perfecta”. Comenzaron a hacerse estudios de lo que ocurría en los diferentes hospitales, y cuando vieron que en algunos de ellos (la minoría) el índice de fallecimiento de los bebés era casi nulo, se preguntaron qué estaba ocurriendo.
La gran sorpresa fue comprobar que
la única diferencia que existía entre los hospitales era que aquellos en los que prácticamente todos los bebés salían adelante, las matronas no solamente alimentaban y cuidaban a los bebés, sino que también los tomaban en brazos tres o cuatro veces al día y los “mimaban” un poco. ¡Se dieron cuenta de que algunos bebés podían morirse si nadie los tomaba en brazos! Así que rápidamente contrataron a comadronas que “solamente” recorrían las salas dónde estaban las cunas de los niños para abrazarlos y decirles que los amaban, y el índice de mortalidad de los niños descendió prácticamente a cero.
A partir de ese momento comenzó a explicarse en todas las Facultades de Medicina el concepto de “apego”. La falta de contacto físico puede literalmente “matar” a un bebé. Desde el día de nuestro nacimiento necesitamos que nos abracen, que nos mimen. Necesitamos dar y expresar amor. Abrazar es vivir y compartir vida.
El contacto físico es imprescindible para cualquier persona.
Desde que nacemos hasta que morimos, necesitamos el “toque” de las personas a quienes queremos. Lo más impresionante es que a lo largo de la historia hemos llegado a construir un mundo lleno de máquinas, perfecto en su comodidad y sus prestaciones, pero inútil a la hora de transmitir cariño.
¡Y eso era lo más importante!
Necesitamos que se nos toque, necesitamos que los demás nos abracen y nos hablen, que se interesen por nosotros, necesitamos sentir el apego de los que nos rodean: de nuestros amigos, de nuestra familia e incluso de nuestros compañeros. Vivimos para abrazar y ayudar.
Cuando dejamos de abrazar es como si estuviésemos muertos.
Y cuando los años van pasando, la necesidad de sentir el cálido tacto de una piel amiga se hace imprescindible.Por eso lo mejor que puedes hacer por alguien que ya tiene muchos años, es abrazarlo. Quizás su vida se ha ido escapando entre noches difíciles y problemas sin sentido, y ahora reconoce lo que es más importante: el cariño sincero de un corazón agradecido.
(Del libro "30 pasos hacia la amistad" Editorial Lid, Jaime Fernández Garrido)
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