Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños, y pronto uno apareció preguntando, “¿Cuál es el precio de los perritos?” El dueño contestó: “entre 40 y 50 euros”.
El niño metió la mano en el bolsillo y sacó unas monedas: “sólo tengo 5 euros... ¿puedo verlos?” El hombre sonrió y silbó... De la trastienda salió su perra corriendo seguida por cinco perritos.
Uno de los perritos venía muy despacio. El niño inmediatamente señaló al perrito rezagado que cojeaba: “¿Qué le pasa a ese perrito?” preguntó. El hombre le explicó que cuando el perrito nació, el veterinario le dijo que tenía una cadera defectuosa y que cojearía por el resto de su vida. El niñito se emocionó mucho y exclamó: “ese es el que yo quiero comprar” Y el hombre replicó: “No, tú no puedes comprar ese cachorro, si realmente lo quieres, yo te lo regalo”.
El niño se disgustó, y mirando a los ojos del hombre le dijo: No, yo no quiero que usted me lo regale. El vale tanto como los otros perritos, y yo le pagaré el precio completo. Le voy a dar mis 5 euros ahora y 5 cada mes hasta que lo haya pagado por completo. El hombre contestó: “En serio, tú no deberías comprar ese perrito, hijo. El nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros cachorros”.
El niño se agachó y se levantó el pantalón para mostrar su pierna izquierda, cruelmente retorcida e inutilizada soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: “Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesita alguien que lo entienda”.
El hombre estaba ahora mordiéndose los labios y sus ojos se llenaron de lágrimas... Sonrió y dijo: “hijo, desearía que cada uno de los demás cachorros puedan tener un dueño como tú”.
A veces tenemos que estar solos. Necesitamos pensar, sentimos el agobio de las multitudes y queremos dejar nuestra mente y nuestro corazón en el descanso del silencio... Pero otras, desgraciadamente, estamos solos porque nadie se ha quedado a nuestro lado.Y no es debido a la soledad que deja la muerte o la enfermedad: Soledad cruel, pero aceptada como parte de la vida. No; lo verdaderamente triste llega a nuestro corazón cuando los demás no recuerdan el desencanto de nuestra alma.
¿Y nosotros?Siempre fue muy fácil reclamar a los demás su ayuda, su cariño, su "saber estar"... pero puede que seamos encontrados culpables si pensamos en la soledad de alguien cercano. Quizás alguna vez hemos abandonado a nuestro amigo, a nuestros hijos o a nuestros padres (¿a nuestro cónyuge?), a nuestros compañeros, o simplemente al que estaba a nuestro lado y desesperadamente gritaba por un poco de compañía.
"Al amigo que sufre, se le ama" (*) ¡Hermosas palabras!... y desde luego, las más sabias que alguien podía pronunciar. Porque no existe otra respuesta delante del sufrimiento ajeno; NO existe otra manera de reaccionar sino el abrazo y la compañía sincera.
La amistad no tiene leyes: se rige por los dictados profundos del corazón. Y esos son inevitablemente comunes a todas las razas y culturas, (en todos los lugares y épocas) porque Dios los puso en el fondo de nuestro ser. Y en esos dictados jamás se encuentra el abandono. Si caemos en su trampa, siempre es debido a que hemos equivocado el orden de trascendencia de nuestro espíritu. El amor y la fidelidad son un sólo cuerpo. Son el matrimonio perfecto.
(*)
Job 6:14
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