Resulta gratificante que haya datos fidedignos escritos, porque a veces resultan ser los únicos, ya que no siempre hemos sabido guardar y trasmitir nuestro devenir histórico.
Siempre resulta gratificante, para ir componiendo la historia del protestantismo en España, que haya datos fidedignos escritos, porque a veces resultan ser los únicos ya que no siempre hemos sabido guardar y trasmitir nuestro devenir histórico. “Cien años de Historia Evangélica en Rubí 1881-1981” (i) es un corto libro pero lleno de información sustanciosa. Rubí está ligado al trabajo y la visión de Francisco Albricias, quien comienza la obra en el otoño de 1881. Convertido a los quince años bajo el pastorado de Alejandro Luis Empaytaz y habiendo estudiado en Suiza, serviría como pastor y maestro en las congregaciones de Monistrol de Montserrat y San Vicente de Castellet en los años 1877-1880. Se establecería en Rubí al verse decepcionado por una parte de estas congregaciones que tenían ideas espiritistas y donde su formación religiosa no pasaba de ser una mera oposición a la Iglesia Católica en vez de una conversión al Evangelio.
El relato que hace su hijo Franklin de las Memorias de Albricias es clarificador para conocer el ambiente en el que se forman las primeras congregaciones.
“Por aquellos días iba a celebrarse en Londres un Congreso Internacional de las Uniones Cristianas de Jóvenes, y yo, que continuaba siendo miembro del Comité Universal desde su fundación (1878), fui invitado a ir a la capital de Inglaterra, donde recibí la visita del reverendo Asthon, secretario del Comité Evangélico Continental, que sostenía varias misiones en Bélgica, Francia y en España, la de Bilbao; y había cubierto los pocos gastos que había originado la obra en Monistrol y en San Vicente de Castellet.
El señor Asthon me preguntó si volvería a Monistrol y al contestarle según las resoluciones tomadas por mí, quiso saber cuáles eran mis proyectos. Contestéle que estaba pensando empezar obra escolar y de evangelización en la villa de Rubí, de unos 3.500 habitantes, a unos 20 kilómetros de Barcelona, donde había pasado parte de mi infancia, y donde había sido monaguillo. El señor Asthon me dijo que si yo aceptaba trabajar bajo un pastor extranjero experimentado en la obra en España, su comité me secundaría en mi propósito. Neguéme categóricamente a ello. Argüía el buen inglés que era una locura de mi parte, pues ningún Comité podía tener confianza en un joven de veinticinco años para una obra tan delicada sin contar con el control de persona de responsabilidad. Insistí en mi decisión y el señor Asthon, aun creyéndolo inútil, me prometió someter mi plan a su Comité, quien con sorpresa suya y mía aceptó mi plan.
Agradecido a Dios y a aquellos señores, fui a Rubí en busca de casa para empezar cuanto antes. Se me dijo que el cura del pueblo era muy liberal y que no se ocupaba ni de republicanos, ni de espiritistas, como habían hecho los anteriores. Pero yo ya sabía a qué atenerme.
Alquilado local y construidas unas cuantas mesas, distribuí cantidad de folletos evangélicos. El domingo próximo, como es natural, hubo sermón por todo lo alto, del que los protestantes salimos muy mal parados y no solamente nosotros, sino los que nos alquilaran casa, nos vendieran alimentos y ropas y cuantos tuvieran algún trato con los herejes. Fue una excomunión en toda regla.
A los pocos meses, nuestra escuela fue la más numerosa del pueblo, y los elementos ultramontanos trabajaron como en todas partes, para quitarnos alumnos y además fundaron una escuela católica gratuita.
En Rubí, como en toda España, había muchos republicanos que se llamaban librepensadores pero se casaban por la iglesia, el cura bautizaba sus hijos y enterraba sus difuntos. Además, había dos sociedades de socorros mutuos bajo la advocación de dos santos. Durante algún tiempo luché para hacerles comprender a los republicanos la inconsecuencia entre su procedimiento y lo que llamaban sus convicciones .
Con la ayuda de unos pocos, fundamos una sociedad de socorros mutuos llamada "La Fraternidad", en la que los curas nada tenían que hacer y todos los beneficios eran para los asociados. Fundé un casino republicano, "Casino Rubinense", que aún existe y es propietario de un edificio grande y hermoso; y finalmente publiqué un semanario titulado "El Rubinense"; que escribía, corregía y fajábamos mi esposa y un servidor.
Durante varios años fui el eje de estos instrumentos de progreso en un pueblo relativamente pequeño, y cuyo renombre y actividad se propagaba en villas y ciudades de la provincia”.
La nueva pedagogía educativa fue aplicada no solo por los metodistas, sino por muchos de los maestros que usaron unos locales más ventilados, asignaturas nuevas y métodos como el Decroly que partía de los intereses y necesidades de los niños para irse abriendo a otras necesidades. Había clases a la mañana y a la tarde. El día comenzaba cantando un himno, haciendo oración y leyendo la Biblia. Todas las escuelas metodistas incorporan una biblioteca y también pequeños museos de animales, minerales o manualidades hechas por los alumnos. Entre las asignaturas impartidas durante los primeros años, destaca lectura de la cartilla, de la Biblia y de la Constitución; cuentos o catecismo. Se hacían colectas para los niños más pobres. Todo un cambio educativo significativo.
El relato de Francisco Albricias en sus Memorias es vibrante, por donde desfilan personajes como el librepensador Menna Rusiñol, “víctima de su entusiasmo anticlerical”, al que asesinaron y a él mismo le iniciaron varios procesos. Pudiendo ser alcalde de Rubí y diputado provincial por su labor desinteresada en el pueblo, no lo aceptó, pues ya había tenido varios altercados con el cura al pasar con el “viático” (Jesús Sacramentado) y no quitarse la gorra. Esto le costó el destierro y una multa según sentencia de 1886.
El que vino a sustituirlo en Rubí, Rufino Fragua, fue un pastor muy celoso que inició una obra evangelística más intensa que su antecesor, logrando varias conversiones, no meramente de adhesión al protestantismo, sino por el nuevo nacimiento espiritual. Entre ellas se contó la familia Vila y otras. La abuela, y sobre todo su hija Elvira, eran tan fervorosamente católicas, que suspiraban y oraban los domingos cuándo el abuelo les ordenaba trabajar en el negocio, impidiéndoles asistir a misa.
Como medida protestataria por la injusticia cometida contra el anterior maestro, Pedro Vila comenzó a enviar a sus hijos no solamente a la escuela diaria, sino también los domingos al culto protestante. Esta situación fue aprovechada por el nuevo maestro, don Rufino Fragua, sucesor del desterrado, para invitarles a una conversación personal un día entre semana por la noche.
Don Rufino Fragua estuvo siete años en el pastorado de la iglesia de Rubí, desde 1889 a 1906. Los convertidos en aquella congregación no quisieron desligarse de la Iglesia Metodista y pasarse a las Asambleas de Hermanos por lo que convinieron no bautizar a los niños pequeños pero seguir siendo metodistas. Así la congregación de Rubí ha sido siempre abierta a los criterios denominacionales y ha aceptado miembros bautistas, de Hermanos y metodistas colaborando en armonía.
La noticia de que Pedro Vila era protestante, fue una conmoción para el pueblo, ya que Vila tenía tres supermercados repartidos por el pueblo con toda clase de artículos. La campaña antiprotestante de la Sociedad de Damas de san Vicente de Paul, visitó familia por familia para boicotear los comercios de Vila que ante la disminución de las ventas cerró los comercios, dedicándose a la labranza y enviando a sus hijos Luis y Joaquín a trabajar a la industria textil, la fábrica de panas Luis Ribas.
Por 1900 se hace cargo de las escuelas y de la congregación el profesor Antonio Sancho, quien amplió una sección de niñas en las escuelas que regentaría su esposa, maestra de escuela, Leonor Bruguera. Como profesora auxiliar cooperaba la señorita Lidia Vila Ventura en los años 1910-1915. En el año 1908 fue inaugurado el edificio para escuelas situado en la calle de Virgili, nº 16, interiormente unido al lote de terrenos, y la capilla y casa pastoral que tiene su entrada por la calle de Colón, 6. En el año 1915, los antedichos profesores, Sancho y esposa, decidieron partir para la República Argentina con sus hijos Constantino y Ernestina, a quienes habían dado una esmerada educación que les auguraba mejores oportunidades en el nuevo mundo. En dicho año vinieron a sustituirles la pareja de recién casados don Juan Capó y doña Magdalena Pascual, ambos maestros titulados.
Junto con los Hermanos Maristas, las escuelas evangélicas, en esta época, eran las mejores escuelas de Rubí, hasta que en 1916 se inauguran las escuelas del fabricante Luis Ribas y Ribagorza. Este prestigio hizo que muchos niños viniesen a las escuelas Dominicales y más tarde formaran parte de la Congregación de Rubí. Uno de ellos, el joven Miguel Casanovas, de una familia de labradores, sería puntal en la iglesia y predicador, junto a la familia Vila.
En el año 1918 fue fundada la sociedad de jóvenes «Esfuerzo Cristiano», de la que formaban parte todos los jóvenes de la congregación, que sirvió para estrechar lazos de amistad y comunión con otros jóvenes, especialmente de Cataluña, donde se celebraba la “Jornada de Compañerismo” en el mes de noviembre de cada año. Algunas reuniones se celebraron en Rubí, especialmente recordada la de 1934.
La inauguración de la iglesia Samuel Cortés en “Cien años de historia evangélica en Rubí” la describe así : “En el año 1930 fue inaugurado el amplio edificio del templo actual, que sustituyó a la antigua capilla estrecha y larga utilizada desde su fundación. Dicha capilla resultaba harto insuficiente celebrándose en ella solamente los cultos en los días laborables, y realizándose los dominicales en los edificios de la Escuela, cuyas mesas habían sido construidas exprofeso para poder ser utilizadas a la vez como pupitres y bancos para los cultos.
Asimismo el armonio era transportado a través del jardín desde el pequeño local a la Escuela, habilitada los domingos como templo.
La inauguración del templo actual en la calle Colón, no 6, se realizó el 6 de enero de 1930, cuya construcción se hacía perentoria a causa de la insuficiencia del local donde antes se celebraban los servicios religiosos, como antes se menciona. A pesar de ser un día lluvioso asistieron al acto gran cantidad de personas de la propia localidad, Barcelona y localidades próximas. Por espacio de mucho tiempo se habían celebrado los cultos y reuniones en un local húmedo y estrecho, y la Iglesia Metodista se había visto obligada últimamente a utilizar los domingos una de las escuelas que allí funcionaban.
El nuevo templo ocupa una extensión de 117 metros cuadrados y se halla erigido en el mismo lugar que ocupaba la antigua capilla pastoral. Entrando por la puerta principal contigua al edificio, se penetra en un atrio, desde el cual por una ancha puerta se penetra en la capilla y por otras puertas a dependencias auxiliares. La capilla es una muestra de sobriedad y buen gusto. Sencillamente decorada y con grandes ventanales, que dan abundante y profusa luz al recinto para el culto. Detrás y encima de la tribuna, hay un retablo, y a cada lado de la mencionada tribuna, puertas que dan a la sacristía una, y al jardín otra. Dicho edificio conjuntamente con la casa pastoral fue en un principio una masía con planta baja y dos pisos. Había ganado que habitaba la casa y donde también dormía. En el piso más alto, se almacenaba la paja para que se secase. Las escuelas de la calle Virgili 17 era lo que se conoce en Cataluña como "Seller" ó bodega donde se hacía el vino.
El culto inaugural y dedicatorio, se celebró previa una reunión de oración, presidida por el entonces pastor don Juan Capó Ferrer. A las 10,45 horas de la mañana, precedidos por el ministro superintendente, reverendo Samuel H. G. Saunders, se dirigieron los presentes a la nueva capilla. En el atrio el mencionado pastor superintendente, elevó una plegaria a Dios en acción de gracias y pidiendo su bendición sobre el nuevo templo, procediendo seguidamente a abrir las puertas de la nueva capilla al público con la frase: «Se abre a la mayor gloria de Dios,» Cuentan las crónicas de aquel histórico hecho que el público se introdujo en el local con verdadero recogimiento, admirando a la vez el precioso templo, dedicado a la predicación del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y a la adoración de Dios en espíritu y en verdad.
El culto de dedicación del templo empezó a las once de la mañana, ocupando la presidencia los reverendos Samuel H. G. Saunders, José Capó que presidía, Antonio Estruch, Agustín Arenales, Nicolás G. Bengtson, Samuel Vila y el pastor de la iglesia don Juan Capó. (El señor Bengtson ocupaba la delegación del reverendo Ambrosio Celma por enfermedad.)
En el acto participó el propio coro de la iglesia de Rubí compuesto por un nutrido grupo de jóvenes, cantando a la perfección el Salmo 23, acompañado al órgano por doña Magdalena Pascual de Capó y dirigido por la misma. El sermón dedicatorio lo pronunció el ministro superintendente, quien lo hizo bajo el tema: «La Iglesia Evangélica.» Después de dar gracias a Dios por el gran privilegio de haber concedido el dedicarle una casa de adoración y alabanza, felicitó a los rubinenses por ello, en nombre propio y también en nombre del Comité Misionero de la Iglesia Metodista Wesleyana en Londres, a la cual representaba.
El culto dedicatorio del actual templo quedó clausurado cantando los asistentes el himno «Dios, nuestro apoyo en los pasados siglos», y la bendición dada por el mismo reverendo Saunders. El mismo día 6 de enero de 1930, se celebró en la propia capilla a las tres y media de la tarde la conmemoración del LX Aniversario de la Obra Metodista en España. La asistencia desbordó la amplia capacidad de la capilla. Resulta anecdótico mencionar que el acto tuvo que interrumpirse para poner sillas por los pasillos, pues tal era la aglomeración de público que deseaba participar de tal fiesta.
En el LX Aniversario de la Obra Metodista, el pastor Juan Capó disertó acerca de «La Obra Metodista en Rubí».
En el año 1934, don Juan Capó y su esposa doña Magdalena Pascual se trasladaron a Barcelona para ocuparse del pastorado de las iglesias de Pueblo Nuevo y Clot, siendo sustituidos por el joven pastor don Daniel Mir, hijo del veterano colportor de la Sociedad Bíblica en España, don Emilio Mir. Su esposa era doña María Araujo, hija del gerente de la mencionada Sociedad Bíblica, don Adolfo Araujo. Su pastorado fue sorprendido por la guerra civil española y en el año 1939, llamado a filas tuvo que dejar la congregación, emigrando posteriormente a Méjico. Los cultos en Rubí comenzaron a hacerse en las casas, concretamente en los domicilios de la familia Torres, Font, Cortés y sobretodo en casa de la familia Casals, en la calle Santa María de Rubi. José Casals llegó a ir a la cárcel durante una noche porque se celebró un culto evangélico en su casa.
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(i) “Cien años de Historia Evangélica en Rubí 1881-1981” Samuel Cortés. Prólogo de Enrique Capó
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