En uno de los episodios, alguien lleno de incredulidad, pregunta dónde está el cielo, a lo que el ángel (protagonizado por Roma Downey) responde: “El cielo comienza en el lugar que te encuentras con El” Tengo que decirte que me quedé pensando un buen rato esa respuesta, porque me impresionó.. Dice prácticamente todo sobre lo que es disfrutar la eternidad.
¿Sabes? Vivir con Dios es el mayor placer del mundo, la fuente de la felicidad. No es un conjunto de normas sobre lo que puedes o no puedes hacer, sino disfrutar e la presencia del Ser más divertido del mundo.
La razón es muy simple,
Dios es el único ser para el que lo más importante son las personas. No las cosas que hacen, ni lo que saben, ni lo que conocen, sino las personas en sí. No somos más importantes si trabajamos más o si podemos hacer verdaderas “obras de arte”… Piensa por un momento, la famosa escultura “David” de Miguel Ángel es sin ninguna duda menos valiosa que el propio Miguel Ángel.
Lo que ocurre es que nosotros lo olvidamos, o nos “obligan” a que lo olvidemos, y le damos valor millonario a artefactos, obras y trabajos mientras perdemos el valor que tienen los que lo han hecho.
Jamás debemos olvidar que somos amados y por lo tanto tenemos que vivir sintiéndonos así, sabiendo que es así. Puede que algunas cosas (¡Incluso a veces algunas personas!) son amadas porque son consideradas dignas; otras son dignas porque alguien las ama, como por ejemplo una fotografía de un ser querido.
Dios es completamente diferente. El nos ama y nos hace dignos, nos ama y quiere que nos sintamos amados. Independientemente de quienes somos o lo que hacemos. Independientemente si los demás piensan que no tenemos valor. Dios nos hace dignos porque somos sus seres queridos.
Por eso el cielo comienza cuando vivimos junto a El.
El actor Cuba Gooding Jr. Fue premiado con el Oscar al mejor actor secundario por su participación en la película “Jerry McGuire”. Muy poco tiempo después, en una entrevista concedida al periódico semanal “Dominical” decía: “La ambición y el control que queremos ejercer sobre todas las cosas que nos rodean, nos roban la felicidad en la vida”.
¿Sabes? Alguna de las cosas que nos preocupan nunca suceden, y muchas otras no podemos hacer nada por evitarlas. Querer controlar todo y que nada se escape de nuestras manos es una de las mejores maneras de vivir en la más absoluta frustración.
Hay un refrán gallego que mi abuelo materno siempre repetía que dice: “Peixe mais grande que o barco, nunca a bordo veña” (“Un pez más grande que el barco, nunca debe venir a bordo”). Lo que nos pretendía enseñar a todos es que no seamos tan ambiciosos que acabemos hundiendo nuestro propio barco.
Pocas cosas hay que nos roben más la felicidad en la vida, que el querer controlarlo todo, y sobre todo, querer tener el futuro en nuestras manos. Nos gusta tener todo atado y bien atado, y de esa manera vendemos la felicidad de hoy para comprar una paz el día de mañana. Paz imposible de conseguir de esa manera.
Esa ambición nos ha llevado a vivir llenos de angustia y desconfianza. Alimentamos nuestra ansiedad y nuestro desarraigo en nuestro intento de controlar el futuro, y en el deseo de tener todo lo que vemos o queremos. En ese proceso comenzamos a dudar de todo: Dudas sobre nosotros mismos, sobre las cosas, sobre el trabajo, sobre lo que pueda ocurrir. Dudas que aparecen cuando permitimos que las cosas nos dominen, que las ideas de otras personas gobiernen nuestra vida, que situaciones que no podemos controlar nos llenen de ansiedad.
La Biblia dice:
“La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra.” (*) Contra la ambición y las quejas podemos utilizar las buenas palabras. Contra los que ven sólo lo malo, tenemos el derecho a agradecer lo bueno que hemos recibido. Las quejas aumentan la ansiedad, el agradecimiento nos enseña a vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. La ambición y el control nos atacan para destruirnos. El contentamiento y la confianza nos devuelven la salud.
Atrévete a vivir. Atrévete a abandonar el control sobre todo. Atrévete a olvidarte de las quejas y la ambición desmedida. Atrévete a contentarte y ser feliz con lo que tienes ahora. Atrévete a agradecer y a regalar palabras buenas. No dejes que nadie te robe la felicidad en la vida
(*) Proverbios 12:25
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