Soy lector compulsivo de periódicos y si algún tema me interesa, arranco la página y la archivo cuando regreso a casa. Es lo que he hecho en este viaje.
El Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, fallecido hace un par de años en Méjico, dice en un breve poema:
Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco,
es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.
Este año he cruzado cuatro veces el Atlántico en cumplimiento de la orden dada por el Maestro de Galilea de ir por todo el mundo anunciando su mensaje de gloria.
En marzo estuve en Cuba. Conferencias en un Congreso de líderes cristianos y recorrido de toda la isla.
En mayo tocó el turno a Colombia. Conferencias en tres ciudades: Tuluá, Cúcuta, cerca de la frontera con Venezuela, y Cartagena de Indias.
Otra vez a Cuba en el mes de julio. Cuatro conferencias en un Congreso de jóvenes –asistieron unos 300- y el acostumbrado recorrido de la isla visitando congregaciones.
Ahora ha sido Méjico.
Salí de Madrid el martes 6 de octubre y a Madrid regresé otro martes, día 27. Estuve en Méjico 22 días. Primero en el estado de Baja California. Una semana en Tijuana cerca de la costa del Pacífico, junto a la frontera con San Diego, en los Estados Unidos de Norteamérica. Quince horas metido en aviones. Once horas y media Madrid-Méjico capital, tres horas y media más Méjico D.F. –Tijuana. Añádanse cinco horas en aeropuertos y cambios de vuelos. Veinte horas sin dormir. No puedo dormir viajando entre nubes. Leo.
Al día siguiente inicio mi vocación de predicador en la Iglesia que se reúne en la Colonia Morelo. El edificio es grande. Los organizadores hicieron una buena publicidad. Todos los días asistieron miembros de otras cinco iglesias de la zona, que abarrotaron la casa de Dios dedicada al culto. Hablé siete veces: miércoles, jueves, viernes, dos veces el sábado, otras dos veces el domingo.
El lunes 12 viajé por carretera a Ensenada, ciudad eminentemente turística a orillas de la bahía llamada de Todos los Santos. Es el segundo puerto de todo Méjico en recibimiento de cruceros. Grandes hoteles y atractivas playas. Yo sólo vi dos edificios, el hotel, situado algo apartado del mar, y el de la Iglesia, en la zona de el Zorrillo, donde predica mi amigo de muchos años, Javier Franco. Javier no quiso ser menos que los organizadores de Tijuana: otros siete días de conferencias ininterrumpidas.
Próximo destino, Torreón, en el estado de Coahuila, norte de Méjico. No hay vuelo directo de Ensenada ni de Tijuana a Torreón. Tres cambios de aviones, diez horas desde una ciudad a otra, con esperas en aeropuertos. En Torreón vive José Luis Arredondo, abogado amigo desde hace cuarenta años. Esta vez, quien lo organiza todo es su sobrina Keila, médico de 28 años. Fue ejemplo de lo que puede hacer una persona joven, y mujer, cuando se halla entregada al Señor. Movilizó con visitas personales a varias iglesias de la ciudad y reunió a 300 jóvenes cristianos de todo el estado. Aquí fueron siete conferencias para la iglesia, una más dedicada al Congreso de jóvenes y otra, literaria, sobre la muerte de Don Quijote.
Hubo en total 17 personas convertidas y 28 que vivían una vida cristiana pobre y decidieron restaurar la espiritualidad abandonada.
Otras tantas horas de vuelo, y llegada a Madrid.
Soy lector compulsivo de periódicos. “¡Grande es el periodismo!", gritaba en el siglo XIX el historiador y crítico escocés Thomas Carlyle. Los periódicos son improvisadas enciclopedias, dispuestos, como los libros de teología, a enterarnos y juzgar de todas las cosas. La vida me ha enseñado a leer en castellano, inglés, francés y en el árabe dialectal que se utiliza en Marruecos. Pero cuando llego a un país cuyo idioma no entiendo, y he estado en muchos, compro periódicos para enterarme de lo que ocurre en ese país tratando de descifrar los titulares más destacados.
Si algún tema me interesa, arranco la página y la archivo cuando regreso a casa.
Es lo que he hecho en este viaje.
Y me he enterado de cosas. Méjico obtuvo la independencia de España en 1810. Actualmente tiene unos 120 millones de habitantes residentes en 32 estados. De no ser por la tremenda y elevada corrupción de los políticos (empleo los adjetivos con propiedad), de todos los políticos, desde el presidente de la nación al policía municipal, quien de una forma u otra imita en lo que puede al alcalde, que allí llaman presidente municipal, en Méjico no existiría un solo pobre ni habría “mojados” que cruzaran los ríos hacia Estados Unidos.
Más datos reuní.
De cada 100 personas que viven en Tijuana 68 dicen que la ciudad es insegura. “De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana el 68% de la población de 18 años y más consideró que vivir en la ciudad es inseguro” (“El Sol de Tijuana”, 8-10-2015).
Por otro lado, Acapulco, en el estado de Guerrero, donde hace un año mataron a 42 estudiantes, considerado entre los años 50 y 70 como centro turístico para millonarios, según el periodista Javier Brandoli hoy se ha convertido en la ciudad más peligrosa de Méjico y tercera del mundo. Tiene un promedio de 113 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Para los periodistas, vivir en Méjico supone tener el corazón en un puño. “Noventa periodistas han sido asesinados en Méjico en los últimos años”. (El Mexicano”, 8-10-2015).
Seis millones de mejicanos consumen marihuana, tres millones prefieren la nueva droga llamada “cristal” y otros millones están enganchados a la droga dura, como cocaína y heroína. Méjico sigue siendo el país de los cárteles, bandas de delincuentes que trafican en grande con el comercio de la droga y guerrean entre ellos. Suelen sobornar a alcaldes, gobernadores, a altas personalidades de la política, del ejército, de la policía. El escritor Don Winslow acaba de publicar una documentada novela “sobre la participación de la sociedad en el fortalecimiento de la droga” (“El Mexicano”, 8-10-2015).
Sólo en la ciudad de Tijuana 100.000 trabajadores padecen de depresión. El problema se extiende a todo el país, con trabajadores que tienen que ser atendidos debido a un diagnóstico de depresión” (“El Sol de Tijuana”, 8-10-2015).
“De acuerdo a cifras otorgadas por la fundación GENTE DIVERSA, el 90% de las mujeres sufren violencia dentro del noviazgo, situación que no es denunciada” (“Frontera”, 11-10-2015).
“Conforme a datos del gobierno federal divulgados en la prensa, al año se registran 8.500 partos de menores de 15 años en el país; 467 mil mexicanas se convirtieron en madres antes de los 20 años en el 2013, y 11 mil de ellas tenían entre 10 y 14 años” (“El Vigía”, 14-10-2015).
“El obispo de Aguascalientes, José María de la Torre Martín, arremetió nuevamente contra la comunidad homosexual al afirmar que sus preferencias sexuales son una enfermedad como la sífilis y la gonorrea. Si se permiten las bodas entre homosexuales mañana van a permitir que un señor se case con un perro y puedan heredar los perritos”, dijo. (El Mexicano, 8-10-2015).
A pesar de esas miserias, que se dan en todo el mundo, tal vez en mayor grado en los grandes países de la América hispana, yo adoro Méjico, que lo he recorrido de punta a punta. Es víctima de sus propios dirigentes. En un libro de 385 páginas titulado MÉXICO MUTILADO, el reputado novelista, historiador, periodista y columnista político Francisco Martínez Moreno, nacido en la capital del país, revela “como conspiraron, en contra de su propio país, los altos jerarcas de la Iglesia, distinguidos generales, presidentes de la República, destacados criollos, aristócratas, empresarios, periodistas, gobernadores, diputados y senadores. La letra del himno nacional debería ser: Mexicanos, “sálvese el que pueda”. Sigue Martín Moreno: “¡Pobre México!, sometido a un clero terrateniente autorizado a recaudar el diezmo, además de ser dueño de financieras, titular de bancos camuflados, hipotecarias, latifundios, empresas e inmuebles, privilegios y patrimonio que defendía con ejércitos propios, tribunales especiales, policía secreta, cárceles clandestinas y fuero constitucional para la alta jerarquía eclesiástica…”.
Lo repito: adoro Méjico. Una de las cosas que más me atraen de ese país es su mosaico de culturas producto de una mezcla de grupos y razas, culturas afincadas en ideas y costumbres que forman un lenguaje propio, reconocible a través de expresiones rituales y espirituales, entre otras.
Y, por supuesto, las canciones de José Alfredo Jiménez, en especial LA MANO DE DIOS y UN MUNDO RARO.
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