Señales de humo

Según ha señalado el portavoz de esta organización en favor de la salud, "enganchar al tabaco a actores y directores era una forma de garantizar que el tabaco apareciera en sus filmes". Uno de los mejores actores de esa época, que murió por culpa del tabaco fue Yul Brynner, quien sin embargo, antes de fallecer en 1957 a causa de un cáncer de pulmón, se convirtió en uno de los más fervientes críticos contra este peligroso hábito.

Los estudios demuestran que las escenas en las que los actores fuman se convierten en un refuerzo del hábito para la gente joven, que enseguida absorbe la idea de que fumar va unido a rebelión, atracción sexual, poder y riqueza.

Es curioso que uno de los mayores estudiosos de la mente humana, Freud, tuviese innumerables problemas con el tabaco.

Era un fumador empedernido, y llegó a tener cáncer de mandíbula, siendo intervenido en múltiples ocasiones en los últimos años de su vida. Murió inyectado por una dosis de morfina a petición propia, porque falleció de cáncer, aunque trató de dejar el tabaco en muchas ocasiones.

Quien podía conocer “a la perfección” los problemas ajenos y las inmensidades de la mente humana, al punto de “demostrar” las razones de las acciones de muchas personas, no era capaz de controlarse a sí mismo, de dominarse a sí mismo y de vivir de una manera tranquila y cansada. Sus crisis nerviosas fueron célebres, y terminó vencido por un vicio.

Las cosas que hacemos cuando nadie nos ve, y cuando estamos absolutamente seguros de que no tendremos consecuencias, son lo que nos definen mejor. Aunque no lo creas, son el producto de nuestro pecado, y quizás sean peores que muchos crímenes, porque somos conscientes de nuestro mal pero al mismo tiempo, queremos seguir con nuestra apariencia de bien.

Algunas pueden parecer tan simples como el humo del tabaco (aunque puede llegar a matarte, no lo olvides) otras tan difíciles de entender como aquellos que asesinan o matan por placer. Sé que están muy distantes uno de otro, pero en el fondo siempre está nuestra propia maldad. Aunque no nos guste. Y mucho más cuando sabemos que un día: “Dios juzgará los secretos íntimos de toda persona”*

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* Romanos 2:16