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Primeras Congregaciones (59)
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Las Asambleas de Hermanos: Federico H. Gray

Otro de los pioneros en Valladolid y Zamora es Federico H. Gray vinculado a la Iglesia Evangélica de los Hermanos y al Colegio Evangélico de Valladolid.

retrato Federico H. Gray

En Valladolid ya había existido un modesto colegio evangélico por 1889 abierto por Emilio Martínez, que se cerró al poco tiempo. No sería hasta 1904 en que se abriría un colegio estable, el Colegio Evangélico de Valladolid, cuyo responsable del proyecto y fundador era Federico H. Gray que procedente de Inglaterra había llegado a Valladolid en 1898. Este colegio estaba instalado en una casa muy cercana a la iglesia y llegaría a tener 225 alumnos, siendo para la iglesia un gran estímulo. Uno de sus alumnos sería Mariano San León que llegó a graduarse como maestro, para continuar apoyando este mismo colegio, como maestro del mismo. En Apuntes biográficos Gray nos dice de Mariano San León que consiguió tras superar múltiples obstáculos, ingresar en la Escuela Nacional y graduarse en 1917 como Maestro. Él fue, a partir de este año, el principal soporte del Colegio, junto a su hermana, María San León, y Juanita Rojo.  Durante la Guerra Civil, se informó a Mariano San León, que si querían mantener el colegio, tendrían que poner crucifijos en las aulas, y que además tendrían que llevar a los alumnos a misa todos los domingos. Como no se cedió a tales presiones, el colegio fue clausurado.



La creación de este colegio se debió también a la ayuda de  Quintina Mangas, al que dedicó gran parte de su trabajo hasta que  pudo contar con la colaboración del joven Mariano San León lo cual le permitió dedicarse más tiempo a la obra misionera.



 



Primera iglesia en c/José María Lacort,28



Cuenta Federico H. Gray que una de las primeras cuestiones que tuvo que solucionar fue la búsqueda de un local adecuado para los cultos, escogiendo uno en la calle de Mostenses nº 20 (hoy José María Lacort nº 28) celebrándose el Partimiento del Pan por primera vez la mañana del domingo 2 de diciembre del año 1900. También menciona que al mismo tiempo empezó a celebrar reuniones familiares con grupos de creyentes en Villanubla y Tudela de Duero.



A pesar de las continuas dificultades, la iglesia continuó con sus actividades. En 1925 se realizó una campaña evangelística a cargo de Mariano San León y Percy Buffard, y la mayor parte de las familias representadas en el Colegio recibían visitas personales de Josefina Greening. En marzo de 1930 se casó Mariano San León con Encamación Gil. Es con este matrimonio San León-Gil que Federico H. Gray comienza sus Apuntes biográficos y que nosotros tomamos al pie de la letra por reflejar los sentimientos del momento:




“...En el mes de marzo de 1.930 se solemnizó el casamiento de don Mariano San León con doña Encarnación Gil; ante numerosa concurrencia, el acto religioso se celebró en la Capilla Evangélica de Valladolid, y don Tomás Rhodes dio a la feliz pareja un mensaje de sabios consejos y palabras.

El 21 de abril fui a Madrid para una serie de reuniones y pasé una semana muy grata con el querido don Tomás. De allí salí con don Percy Buffard para Valdepeñas y continuamos a Despeñaperros, en donde me encontré con don Miguel Aguilera. Con este bien conocido evangelista visitamos Las Navas, Sta. Elena, Linares y La Carolina, dando a todos exhortaciones y mensajes de la Palabra; luego volvimos a Valdepeñas, en donde di una serie de estudios sobre la segunda venida del Señor. Antes de volver a Madrid fuimos a Almodóvar y Puertollano, regresé a casa el 9 de mayo, deteniéndome un día en Ávila.

Al fin del mes tuvimos el bautismo de cuatro creyentes, quienes ya habían manifestado su fe en el Salvador, muy gozosos y agradecidos al Señor por su ingreso en la iglesia.

Invitados por unos muy amados amigos, pudimos en el otoño pasar unas semanas de descanso en Inglaterra, y volver dando alabanzas a Dios por el beneficio de esta vacación de grato reposo.

En la primera parte de 1.931 fuimos a Castro-Gonzalo y León, para consolar y animar a las congregaciones, especialmente en la última asamblea, donde había fallecido un amado hermano. Más adelante pasamos una corta temporada en Santander y fuimos con el colportor a Medina del Campo y Salamanca para trabajar en las ferias y circular las Sagradas Escrituras. Como en aquel tiempo teníamos libertad religiosa, mandamos construir una caseta portátil y la colocamos en el Campo Grande durante la Feria Anual; con una hermosa colección de Biblias, Nuevos Testamentos y literatura evangélica exhibida al público. Varios hermanos colaboraron con nosotros en esta campaña y logramos circular gran cantidad de libritos y tratados gratis, además de vender más de mil ejemplares de las Sagradas Escrituras y otras obras de sana y amena literatura.

Nunca descuidamos las visitas personales a los creyentes y amigos, procurando un rato de lectura bíblica y conversación, pero especialmente a los enfermos, moribundos y desconsolados. En octubre tuvimos la satisfacción de bautizar a cinco convertidos que habían expresado el deseo de obedecer al Salvador y confesar su fe en las enseñanzas apostólicas según constan en los Hechos de los Apóstoles.

En el principio del año 1.932 sufrimos una pérdida de un joven muy fiel y celoso en seguir a su Maestro y Salvador, pues durmió en el Señor el querido Juan San León y mucho lo echamos de menos.

El 15 de febrero don Arturo Shallis, quien durante varios años había venido trabajando y sembrando las palabra divina en Benavente, por fin logró organizar la apertura del testimonio evangélico en este pueblo; con la ayuda valiosa de don Miguel Aguilera, célebre evangelista. Este dio en el Cinema Benavente una conferencia pública que impresionó favorablemente a la numerosa asistencia, y el día siguiente se inauguraron los cultos en un local, en donde continuaron bastante tiempo. Invitado por don Arturo, un servidor tuvo el placer de compartir con otros siervos del Señor en esta campaña, de la cual el Salvador se valió para salvar algunas almas que luego formaron una pequeña iglesia de Cristo allí.

En el año anterior don Ernesto Trenchard había empezado un curso de estudio bíblico en Arenas de San Pedro, y para este año había invitado a don Miguel Aguilera y a un servidor para dar las clases a un grupo de jóvenes, uno de los cuales se rindió de todo corazón al Salvador para consagrar su vida a trabajar en extender el Evangelio. Mientras estábamos allí llevábamos una vida sencilla y campesina que mucho nos favoreció en nuestra vida espiritual.

Al llegar el otoño colocamos de nuevo nuestra Caseta Bíblica y con varios ayudadores trabajamos dando testimonio de nuestra plena confianza en Cristo y expendiendo las Sagradas Escrituras, repartimos a numerosas almas interesadas una buena cantidad de literatura evangélica.

Al principio de octubre emprendí otro viaje a Valdepeñas para tomar parte en una Conferencia, pero una tarde recibí un telegrama inesperadamente anunciándome que mi querida esposa se había puesto gravemente enferma de repente. Después de implorar la ayuda del Señor en cuanto al viaje tan largo a casa, con varios íntimos y cariñosos amigos, decidimos salir inmediatamente en automóvil y de noche para Valladolid, y llegamos allí de madrugada, hallando la paciente en estado muy grave. ¡Cuántas gracias di a Dios al hallarla todavía con vida! Luego mejoró un poquito y pudo asistir una vez a la Cena del Señor, pero vino una recaída y fue lentamente empeorando hasta el 21 de febrero de 1.933, cuando sufrió un colapso y pasó tranquilamente a la presencia del Señor, a quien había servido con tanto amor y con toda su alma. Según el mismo médico había trabajado tan enérgicamente, agotando todas sus fuerzas con exceso de beneficiar a otros. Dos días más tarde llevamos sus restos mortales a descansar hasta la venida del Señor, en el Cementerio civil, viniendo don Arturo Shallis y don Arturo Chappell para celebrar los cultos funerales en la casa, en la capilla y, finalmente, en el Cementerio, a las once.

Después de 33 años de vida y servicio unido y consagrado al Señor, qué solitaria parecía mi vida al tratar de continuar mis trabajos sin su ayuda, pero nuestro Padre celestial nunca nos falta y Él fue mi consuelo y sostén. Recibí muchísimas visitas y cartas de condolencia y cariñosa simpatía en aquellos días, correspondiendo con mi agradecimiento a los amados hermanos, quienes procuraban consolarme y animarme a seguir adelante, contando con la presencia de mi mejor Amigo y Consejero, Jesucristo.

Al fin de marzo mis buenos amigos, señores Rhodes, me invitaron a pasar una temporada con ellos, ocupando el tiempo principalmente con una serie de reuniones y visitas, y al regresar a Valladolid el colportor, con un servidor, nos dedicamos unas semanas a trabajar en la Caseta en las Moreras, que nos dio oportunidad de despachar buen número de Biblias y prociones de las Escrituras y conversar con las muchas personas que nos visitaban.

El 19 de junio fuimos muy penosamente sorprendidos por un telegrama de Inglaterra anunciándonos que don Arturo Shallis había fallecido inesperadamente después de una operación, y pidiéndonos que comunicáramos esta triste noticia a su esposa, quien se hallaba en Castrogonzalo con su hijo, cuidando de la obra. Doña Josefina Greening se fue tan pronto como pudo a este pueblo para darles este penoso informe, y doña Elena Shallis y su hijo se dispusieron precipitadamente y marcharon a Inglaterra en seguida para estar presentes en el entierro, el segundo de este año.

Un servidor también salió más tarde para Inglaterra para pasar una breve estancia con la familia de mi amada esposa y ver los miembros de mi familia y, al mismo tiempo, ponerme bajo tratamiento médico, porque después de lo que había sucedido en los meses pasados no me encontraba nada bien. Pronto volví a España, desembarcando en La Coruña, pasando unos días muy agradables con los señores Payne, y llegando a Valladolid el 14 de septiembre, hallando todo bien.

Mientras los señores Clarke habían tomado posesión de mi casa, dejándome el despacho y dormitorio y permitiendo que tomara mis comidas con ellos. Este arregló resultó muy satisfactorio y así seguimos tres años, hasta que se vieron obligados a volver a Inglaterra.

Al llegar las Ferias Anuales en septiembre, otra vez establecimos la Caseta Bíblica, y durante esta temporada de tres semanas tuvimos mucha ayuda de nuestros consiervos, con resultados muy favorables, hasta de los mismos feriantes nos fueron favorables y amistosos.

En octubre me fui a Benavente y, encontrándome con tan buenos amigos y colaboradores con don Audelino González y don Ventura Vidal, pudimos dar algunas conferencias con numerosos simpatizantes; más tarde llegó don Gabriel Bermejo, quien ya ocupaba el puesto del inolvidable señor Shallis en esta comarca, y todos pudimos visitar Castrogonzalo y Fuentes (de Ropel), tratando así de fomentar la obra. Después de volver a casa nos hizo una breve y provechosa visita don Percy Buffard, y en diciembre nos prestaron la ayuda de su presencia don Gabriel y don Vicente, predicando el Evangelio en nuestro Aniversario. Luego terminamos el año celebrando el consabido culto de vigilia con acciones de gracias y alabanzas a Dios y mensajes alentadores para el Nuevo Año...”




 



Federico H. Gray y Esposa



Llama la atención la colaboración de Percy Buffard que, a pesar de tener una Misión geográficamente amplia, colaboraba con todos. El siguiente relato nos muestra su actividad anterior a la Guerra Civil:




“...Dimos principio al 1.934 celebrando la Semana Universal de Oración, seguida de las festividades de los niños, que, dirigidos por don Mariano San León, nos dieron dos noches de placer y satisfacción, recitando sus poesías y cantando sus villancicos e himnos con entusiasmo y alegría. En febrero pasé buena parte del tiempo visitando en Benavente y los pueblos cercanos y tratando de animar a los creyentes residentes allí, además de atender a algunos asuntos relacionados con la obra que había hecho el señor Shallis. Más adelante varios misioneros vinieron para ayudar en los cultos y Clases Bíblicas. Al fin de abril asistí al Congreso Evangélico en Madrid, al cual vinieron bastantes creyentes de varias partes del país, atraídos por los excelentes discursos, llenos de provechosas exposiciones doctrinales.

De allí, acompañé al señor Buffard a Valdepeñas y otros centros, en donde bastantes almas oyeron los mensajes del glorioso Evangelio; luego salimos para Valencia, pasando por Albacete, Chinchilla y Almansa, repartiendo centenares de tratados hasta llegar a Valencia, al anochecer. Nos quedamos allí el domingo e invitados por los dirigentes de dos Iglesias Bautistas predicamos en ambas, alternando mañana y tarde. El lunes continuamos nuestro viaje temprano y desayunamos en Castellón, comimos en la playa cerca de Tortosa y llegamos a Barcelona por la tarde. Don Percy pasó una temporada con sus amigos y un servidor fue hospedado en casa de don Samuel Payne, y cuánto me gocé hallarme entre tantos amigos antiguos y algunos nuevos, y estar en los cultos con tan armoniosa comunión y mensajes hermosos.

De allí volví a Madrid y pasé algunos días visitando los colegios y las capillas de Trafalgar y Tetuán y dando alguna meditación a unos y otros. Invitado por los señores Trenchard, me llegué a Toledo, y mucho me interesó visitar e investigar los edificios que hacen aquella ciudad un museo de extremo interés. De regreso a Madrid tuvimos una reunión juvenil en Trafalgar, en que hice una llamada a los jóvenes a que abandonasen los deseos perversos y buscasen lo bueno y lo noble con afán. En camino a casa me detuve en El Escorial para visitar a un joven desorientado a quien había procurado llevar a Cristo, pero no quiso verme. ¡Qué triste caso!

En el mes de julio nos visitaron el señor Strachan y don Samuel Palomeque, y éste último nos dio un discurso elocuente y convincente sobre “El Curso y el Fin del Mundo”, en el Cinema La Fuente. Varios siervos del Señor nos prestaron su ayuda de diferentes maneras para esparcir las verdades cristianas en estos meses de otoño, y en noviembre logré asistir al entierro de nuestro amado hermano, el bien conocido colportor, don Ventura Vidal, en cuya casa durante muchos años se celebraron los cultos, honrando así el nombre del Señor. A petición de la familia, un servidor dirigió el culto en el cementerio, y don Eduardo Turrall elevó una sentida oración y don Juan Varetto pronunció un mensaje conmovedor de consolación al numeroso acompañamiento, y, sin duda, los muchos miembros de la familia presentes quedaron muy confortados.

Para terminar el año celebramos una campaña de evangelización dirigida por el renombrado evangelista don Samuel Palomeque, y sus insistentes llamadas a las almas para entregarse a Cristo impresionaron hondamente a muchas almas y algunas aceptaron al Salvador con gozo, esto nos llevó a bendecir a Dios por esta nueva manifestación de su amor y poder. Al empezar el año 1.935 Dios me infundió nuevas fuerzas dándome un mensaje del Salmo 119, “Sostenme y Susténtame”, que me hizo sentir más que nunca la intensa y urgente necesidad del apoyo y esfuerzo divinos, y la Semana de Oración vino a confirmar la mucha necesidad de esta súplica. A mediados del mes me trasladé a Madrid y el Señor me concedió una serie de excelentes cultos en Duque de Sesto y, además, en Tetuán y Trafalgar, experimenté mucha ayuda del poder del Espíritu Santo. Volviéndome en abril a la comarca de Benavente, y reuniéndome con don Audelino y don Gabriel, celebramos varios cultos en Benavente mismo y La Torre y Castrogonzalo, procurando exponer la preciosidad de la sangre de Cristo para nuestra redención y santificación. Volví a Valladolid para “Semana Santa”, y don Mariano y un servidor compartimos los cultos, ensalzando el infinito valor del sacrificio del Hijo de Dios para salvar y libertar los pecadores arrepentidos de la esclavitud de Satanás y de la condenación.

El lunes, después del domingo de la gloriosa resurrección, recibimos la tristísima noticia del fallecimiento de nuestro querido hermano don Gabriel Bermejo, y, en seguida, me puse en camino para Castrogonzalo. Cuánta pena me causó entrar en aquella casa donde sólo diez días antes le había dejado relativamente bien, y ahora hallar una viuda con sus tres hijitos. El día siguiente se efectuó el entierro en medio de una lluvia torrencial, estando presentes don Juan Biffen, su cuñado; don Audelino González y un servidor y varios hermanos y amigos, pero el tiempo impidió que celebrásemos el acto como deseábamos, así arreglamos cultos memoriales en Castro y Benavente las noches siguientes. ¡Cuán incomprensibles son los caminos del Señor!, pero siempre nos doblegamos ante la santa voluntad de Dios...




tumba de Florencia Pratt de Gray

En 1933 muere la esposa de Gray, gran colaboradora en la obra, Florencia Prat. En el epitafio de su tumba aparece Florencia Pratt de Gray  “durmió en  Jesús”, seguido del epitafio de la transcripción del   Salmo 23, “aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estás conmigo”·



Volverá a Valladolid Gray, después de la Guerra Civil en 1940, casado en segundas nupcias con Carolina Swayer, siendo un gran colaborador en muchos campos. Siendo octogenario,  en 1956 se retira a Inglaterra donde fallecerá en 1968. Uno de sus trabajos fue la confección de un Himnario. Entre 1945 y 1956 Mariano San León y él, ambos poetas e himnólogos compilaron un Himnario Evangélico, usado hasta estos días. En esta obra hay traducidas las letras de veinticinco himnos por Federico H. Gray.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

F. Ruiz de Pablos
19/08/2015
11:05 h
2
 
Felicitación y agradecimiento a M. de León por seguir aportando datos para la historia del protestantismo español. Escribo desde Ávila, ciudad que figura en su artículo. ¿No habrá en todo ello algo del renacer desde las cenizas de los autos de 1559? Hace más de siglo y medio aludía Luis de Usoz al nuevo rótulo "Calle del Doctor Cazalla". Pocos pucelanos saben hoy que no se trata de ningún galeno, sino del doctor en Teología por la Univ. de Salamanca, destacado mártir luterano en Castilla.
 
Respondiendo a F. Ruiz de Pablos

Stuart Park
13/08/2015
17:46 h
1
 
Un relato conmovedor, como tantos otros que ha publicado Manuel de León. D. Federico H. Gray y D. Mariano San León, por mencionar tan solo dos de los hermanos ilustres nombrados en el artículo, permanecen en nuestra memoria, no solo por los himnos que figuran en el Himnario Evangélico, sino sobre todo por la base bíblica, centrada en Cristo y su Palabra, que ha sostenido esta obra a lo largo de más de un siglo. En nombre de la iglesia en C/ Olmedo 38, Valladolid, muchas gracias a su autor.
 



 
 
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