El amor no sólo es tolerante, se implica y desea la transformación del ser amado. La tolerancia no se sacrifica ni valora consecuencias. El amor sí.
Homosexualidad: reflexión desde mi razón distorsionada (III)
Porque no envió Dios a su hijo, al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. Juan 3:17
… Lleno de gracia y de verdad Juan 1:14
Tolerancia.
Menos da una piedra. Bienvenidos al nuevo pacto. El pacto de la tolerancia, el pacto de “no agresión”. Tu allí y yo aquí. Cada uno en su casa, y Dios en la de todos. ¿no?
En un mundo donde todas las opiniones son igual de válidas y donde no hay un absoluto donde comparar criterios, la tolerancia es el único absoluto a respetar.
Y aunque esto no es malo “per se”, creo que es insuficiente.
Un padre debe ser tolerante con su hijo, pero no solo debe ser tolerante.
Si solo es tolerante y no lo ama, su hijo tiene todas las papeletas para ser el próximo Hitler. Por eso la Bíblia, Jesús, propone un paradigma más amplio y profundo. El amor.
El amor no sólo es tolerante, se implica, y desea la transformación para bien, del ser amado.
Se involucra, se mancha y llora por la ruptura del otro. No respeta la ruptura, respeta a la persona rota. La ruptura hace daño a su objeto de amor, por lo tanto, no puedes amar aquello que destruye lo que amas.
El listón del amor bíblico, el de Jesús, es extraordinario: “Como a ti mismo”
Entonces, reflexiono sobre mí mismo.
No se tú, pero yo deseo que el amor de otros hacia mi no sea tolerante conmigo en mis conductas autolesivas.
Que donde mi voluntad se vea arrastrada por fuerzas externas o internas, emociones o adicciones, otros me ayuden y levanten mis brazos. Que no me dejen a merced de mi mismo, de mi egoísmo y contradicciones. Que el principio de poligamia que reside en mi cuerpo animal y del cual me es imposible desprenderme aún, no me gane nunca la partida. Que mi pereza no pueda más que mi sentido de la responsabilidad.
Que mis amigos luchen por mi cuando yo piense que luchar no vale la pena. Que en mi razonamiento entenebrecido y distorsionado por el pasado, el dolor, el trauma, mi ego y la locura de la soledad ellos puedan darme luz con un abrazo y corrección.
Que no esperen a que pida ayuda para estar disponibles, que si creen que estoy equivocado, me lo digan, con amor, sí, pero que se pronuncien, no hay nada peor que la hipocresía. A veces no hay nada tan sucio y falto de amor como callar la verdad. En distancias cortas, mi corazón demanda sinceridad, desgarradora y sufriente.
Y si no reacciono, si lo has intentado todo, y no soy capaz de ser transformado, que llores. Que lloren por mi, de impotencia, al no saber como ayudarme.
Si continuo andando hacia al abismo sin reaccionar, que su amor les impulse al ruego, a las lágrimas que nacen de un corazón que anhela el bien del otro pero ya no sabe qué hacer. Y si persisto en mi ceguera, que saltes, por mi. Y quien sabe si viendo tu dolor, de repente pueda salir de mis murallas y verme como tú, o quizá, como Dios me ve, y entonces descubrir quien soy “en realidad”.
Jesús, al vernos en esa dirección, fue a los abismos. Antes que nosotros.
Empatizó, lloró, se puso en nuestro lugar. Ocupó nuestra experiencia y en honor a la verdad y desde ella, no pudiendo hacernos entender las cosas con el mero discurso, nos alumbró con su sacrificio.
Amor. Nadie, absolutamente nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos, Nadie.
No le expliques a Jesús qué es amar.
Pero sin verdad, el amor no tiene sentido lógico, no tiene un ancla desde la que bendecir y transformar. Desde la que dar su vida. Y hacia donde debe apuntar nuestra transformación.
La tolerancia no se entrega, no se arriesga, no muere por el otro, solo permite el ejercicio de la libertad, de la de todos, olvidando que el ser humano no solo es libre, también es responsable. Y marca su rumbo. Esa es su esencia.
La tolerancia no se sacrifica, y no piensa en las consecuencias. El amor sí.
La tolerancia es lo que queda cuando no podemos amar. Cuando no podemos llorar.
Queridos hermanos, Jesús no nos pide que toleremos a aquellos que se etiquetan a sí mismos como homosexuales. Nos exige que les amemos.
Como a ti mismo.
Dios ha hablado, esa es la única esperanza que albergo, y con la luz que tengo hasta ahora, creo que la conducta homosexual es fruto de nuestra ruptura, con Dios, con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos.
¿Porqué lo considero fruto de la ruptura? Intentaré hablarlo en mi próximo artículo.
En cualquier caso lo creo sinceramente, de verdad, en serio, sin máscaras, sin doblez, sin maldad, incluso a veces, viendo todo lo que esta creencia provoca en algunos amigos, reconozco que sería más fácil creer lo contrario. Pero no puedo, no debo, no sé creer otra cosa. A menos que me traicionase a mi mismo, a la luz, y a todo lo que hasta ahora creo y entiendo que Dios ha hablado.
Pero eso no me da derecho a señalar a nadie. Porque Jesús no señalaba la ruptura, la abrazaba. Desde la verdad, desde Él mismo. La abrazaba y la transformaba, y lloraba por ellos. Dios tomó nuestro lugar, insisto: empatizó, y por eso nos salvó. Al mostrarnos la verdad.
Así que, si no somos capaces de llorar por nuestro prójimo homosexual, no tenemos derecho a hablar. Porque estamos demasiado llenos de “verdad”, pero sin la Gracia, la verdad es sumamente tóxica.
Si no nos duele, es que solo queremos estar por encima de ellos, nos creemos superiores moralmente. Y eso no cambia ni consuela a nadie.
Y para que nos duela tenemos que comprender, ponernos en su lugar, y ver que igual que nuestro corazón nos engaña tantas veces en nuestra condición, en otras manifestaciones de la ruptura también engaña.
Porque al final es un problema de la voluntad, de la mía, de la tuya, y de su distorsión.
¿Por qué alguien se define como homosexual?¿Cuáles son las causas? Sigo cansado de las explicaciones simplistas, tanto de un lado como del otro. ¿Se puede cambiar?¿Es deseable y bueno hacerlo?
Creo que podemos ir juntos en el camino y llegar a conclusiones, pero temo que a muchos nos conviene la falta de luz, lo opaco y difuso, las explicaciones diversas y contradictorias entre sí, no para explicar, sino para excusar. Demostrando que el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Engañoso corazón y perverso…
Cuando hablo el tema con amigos me encuentro que lo que más me cuesta es definir claramente “el discurso homosexual”. Aún lo estoy buscando.
Pero sin duda, a mis hermanos les digo, ama a tu homoprójimo como a ti mismo, y no luches contra él, lucha por él, como lo harías por un hijo, como lo harías por un padre, como lo harías por ti. Sin piedras, sin discurso que condena, con la humildad que caracteriza a la verdadera verdad. A Jesús.
Y si te sientes incapaz, llora. Por amor.
Próximo artículo: “En busca del discurso homosexual”
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