El diálogo no forma parte de las convicciones de la mayoría de los seres humanos, a veces tampoco de los cristianos, sino que se usa como instrumento en situaciones de debilidad.
Una pequeña reflexión sobre el diálogo. Esta mañana escuchaba sobre la reunión de la ASEAN en la que China no admite ninguna discusión sobre la anexión de islas en el Mar de China Meridional, mientras que los países limítrofes piden diálogo.
A continuación se hablaba de las peticiones de diálogo desde Catalunya que el Gobierno de España ha desestimado. En estos casos y en muchos otros lo que vemos es que la petición de diálogo es el instrumento del que tiene una posición de debilidad, mientras que el que tiene una posición de dominio, pretende imponer su poder.
El diálogo, no forma parte de las convicciones de la mayoría de los seres humanos, sino que se usa como instrumento en situaciones de debilidad.
En el terreno de lo religioso funciona igual.
Mientras la Cristiandad ha estado en una posición de dominio ha impuesto su voluntad a creyentes, no creyentes e incluso a los que tenían otras visiones de lo que era el cristianismo. Esto está tan profundamente implantado que el sueño de la Iglesia Católica sigue siendo una actualizada reedición de la Cristiandad.
El sueño es volver a los buenos viejos tiempos.
Lo que me preocupa más es que, en el fondo, ese sea el sueño de una gran parte de los evangélicos en España también. Cuando hablo de cuestiones politico-sociales con cristianos de nuestro entorno, la pregunta más frecuente es: ¿Si tuvieras el poder para imponer tus decisiones qué harías con el aborto, con el matrimonio de personas del mismo sexo, etc.? La cuestión es ¿cuál es mi sueño?
Y la respuesta es que soñamos con poder imponer nuestro criterio a la sociedad. Tampoco nosotros creemos en el diálogo. Alzamos la bandera del diálogo porque estamos en una posición de minoría, pero nuestro sueño es llegar a estar en una posición en la que pudiéramos imponer nuestros criterios.
Se trata finalmente es imponer nuestros criterios o sufrir la imposición de los de otros.
¿Cuál es el sueño que aparece en la Biblia? En la Biblia se nos habla de que el Reino de Dios no lo impondrá la Iglesia con su actuación en la tierra. Sino que será una realidad en el retorno de Cristo, en su segunda venida.
Mientras, el bien y el mal coexisten y nosotros no tenemos permiso para arrancar la cizaña.
En este entorno, mientras la Iglesia está en Babilonia, tenemos el encargo de buscar el bien de la ciudad, y la ciudad es Babilonia con todo lo que ello implica.
Tenemos el encargo de ser sociedad alternativa, que muestra los valores del Reino, que los propone, que los encarna, pero no que los fuerza, que los impone.
Somos realmente aquellos que deben creer en el diálogo y mantener, por convicciones profundas, ese diálogo y el acuerdo cuando somos minoría o si llegamos a ser mayoría. La integridad, un valor del Reino (Salmo 15), nos incita a ser aquellos que no cambian aun cuando las cosas no nos favorecen, porque actuamos por convicciones profundas y no por oportunismo político. Y eso implica la posibilidad de, en mayoría o en minoría, de no imponer sino de colaborar en legislaciones en las que no vamos a estar de acuerdo, en las que no veremos de forma razonable los valores del Reino.
Si los cristianos sólo podemos estar en posiciones maximalistas, blanco o negro, todo o nada, no es de extrañar que no seamos útiles en esta sociedad.
Es importante distinguir entre mis valores bíblicos, claros e incambiables, ya que no son el invento de la Iglesia sino la manifestación de la voluntad de Dios y la realidad de que la sociedad en la que vivo es un entorno caído, una sociedad que sostiene otros valores contrarios a los del Reino de Dios, es decir, que vivo en Babilonia.
Sé quién soy, sé qué creo, tengo una estrategia clara de proponer y encarnar lo que creo, pero vivo en Babilonia y no puedo imponer la ley de Jerusalén en Babilonia. ¿Soy capaz de ser influyente en Babilonia como lo fue Daniel? ¿Puedo asumir responsabilidades de gobierno en lugares tan incómodos como aquellos que tuvieron José, Esther, Nehemías, etc.?
Mantener los valores del Reino es muy importante, deben ser el objeto de la predicación de la Iglesia local, deben ser vividos y propuestos a la sociedad, pero cuando nos toca intervenir, debemos entender que nuestro papel es el de influenciar la legislación, de seducir con las bondades de lo que Dios propone, etc.
Si no nos tomamos en serio esta distinción sólo serviremos para ser la comparsa de la Iglesia católica en manifestaciones de vociferantes indignados. Creo que tenemos otro papel, el papel del diálogo, de luchar por el bien de la ciudad. Entendiendo que el triunfo final es el que traerá Jesús en su retorno, cuando el mal, la muerte y el diablo sean derrotados definitivamente.
Mientras, ¿seremos nosotros capaces de creer en el diálogo en mayoría o en minoría? Un gobierno es justo, no cuando las mayorías son escuchadas, eso es lo normal, sino cuando se es capaz de abrir un espacio a las minorías a través del diálogo.
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