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PRIMERAS CONGREGACIONES (57)
 

La obra por tierras leonesas

Durante años alternaron D. Eduardo Turrall y los suyos su residencia entre Jiménez, Toral y León.

ORBAYU AUTOR Manuel de León 30 DE JULIO DE 2015 11:07 h
D. Eduardo Turrall D. Eduardo Turrall

Toral de los Guzmanes

Cita el incansable pastor Manuel Corral tres figuras extranjeras en la obra de León: John Cecil (Cecilio) Hoyle, Eduardo Turrall y G. Bisset, este último desconocido para mí. De Cecilio Hoyle ya hemos sabido algunas cosas en la vida de Ramón Bon, pero creemos que Eduardo Turrall fue el que más impactó en esta provincia de León. Nació D. Eduardo en Londres el 20 de abril de 1868, en una familia que daría notables pastores y misioneros como lo fueron además de él mismo, su hermano Enrique, eminente himnólogo y reconocida figura de la música litúrgica protestante, y Grace, predicadora en Túnez. Desde los 20 años se unió al movimiento de los Hermanos. Viaja a España en 1894 con el ánimo de propagar aquí sus creencias, continuando una tradición misionera iniciada en nuestro país en el siglo XVI y de nuevo reinstaurada a partir de la tercera década del siglo XIX al amparo de leyes algo más tolerantes con la disidencia religiosa.



“Fue Don Eduardo Thornton C. Turrall hombre de vasta cultura, de extensa formación y reconocido mérito como escritor, músico y poeta; conocía también la medicina homeopática y gozó siempre y en todos los lugares en los que discurrió su vida del enorme prestigio y la estima que su bondadoso carácter y abierto talante, exento de proselitismo, le labraron, y ello a pesar de contar él y su labor, incluso en las épocas de menor imposición religiosa, con la frontal beligerancia de los sectores más fanatizados de la Iglesia Romana. Su vida y la de su familia fueron inspiración para el escritor Jesús Fernández Santos, quien las noveló en 1970 en su obra El Libro de las Memorias de las Cosas, Premio Planeta de ese año.



Desde sus sucesivas residencias en Monforte, Toral, Jiménez y León, realizó D. Eduardo amplias y frecuentes giras evangelísticas por toda la península en tren, diligencias e incluso bicicleta, asociado y asistido por la Sociedad Bíblica de Escocia que le proveía de literatura religiosa y de apoyo económico, llegando así hasta lugares como Castrocalbón, Villafranca, Coyanza, Oviedo o Linares, en Jaén. (Oviedo solía visitarlo los veranos donde entablaba largas conversaciones sobre la Biblia con la librepensadora Rosario Acuña).



Se casó don Eduardo cumplidos los 35 años con doña Elisa Harland, de cuya unión tuvieron seis hijos, tres varones - fallecidos dos al poco de nacer y el tercero, discapacitado, a los 18 años- y tres hembras todavía hoy cariñosamente recordadas por muchas de las personas de edad de nuestro pueblo como "las hijas de D. Eduardo” : Florencia, quien se refería a sí misma como "la cacharrera", nacida en Jiménez en 1910 y fallecida en Inglaterra en 1997, cuya vida lo mismo que la de Gracia y excepto en sus años de educación transcurrió en León hasta 1987 en que vuelven a Inglaterra, donde ésta aún vive al igual que Irene, única que no residió continuadamente en España.



En 1906 se traslada D. Eduardo a Jiménez desde Toral, donde la comunidad evangélica estaba ya consolidada, iniciando aquí su labor pastoral. Este mismo año se construye la capilla y la casa en la que residirá con su familia durante años y donde nacerá su hija Florencia. La construcción, con los materiales y elementos tradicionales del lugar, tapial y adobe en muros con revoque de barro encalado, presentaba en una de sus fachadas frontales un esbelto "corredor" en madera hace tiempo desaparecido, disponiendo también de un local utilizado durante años como Escuela Evangélica Dominical donde varías generaciones de Jiminiegos, jóvenes sobretodo pero también algunos adultos, iniciaron o perfeccionaron sus conocimientos afianzándose en la costumbre y el placer de la lectura. Se alzó también entre 1906 y 1909 un Cementerio Civil en las afueras del pueblo, en el inicio del Camino de Carropenillas -cuyos restos hoy casi perdidos nos consta que se pretenden recuperar-, cerrado en 1933 y cuya necesidad debió de venir impuesta por el alto número de seguidores que en esta época llegó a tener en este pueblo la doctrina evangélica, siendo en algunos periodos más de 50 los bautizados y superando muchas veces el centenar los asistentes a las liturgias, y su elección del enterramiento civil frente al eclesiástico y católico.



Durante años alternaron D. Eduardo y los suyos su residencia entre Jiménez, Toral y León. Con nuestras gentes transcurrieron por temporadas sus vidas a lo largo del primer tercio del siglo, no siendo molestados por los poderes civiles ellos ni la comunidad evangélica que presidían ni siquiera en la Dictadura Primoriverista. En el tiempo de la Segunda República se relacionó D. Eduardo con algunos reconocidos librepensadores de La Bañeza, siendo en todo ese extenso período, y a pesar de la siempre mantenida oposición clerical, excelentemente cordiales sus relaciones con los vecinos, entre los que ejerció de "hombre bueno" arreglando pleitos, componiendo amistades y facilitando consejo y ayuda a numerosas familias. En 1936, al producirse la rebelión militar y la guerra civil D. Eduardo se halla en Inglaterra, donde había acudido con su esposa, enferma de resultas del sobresalto sufrido cuando encontrándose en la capilla evangélica de Marín (Pontevedra) -regida durante casi medio siglo por D. Enrique Turrall, su cuñado- aquella es objeto de un atentado anarquista. Aquí fallecerá doña Elisa en 1942. Cerradas las fronteras, le es imposible regresar a León hasta 1944, donde fija entonces su hogar a la vez que se cierra la casa y capilla de Jiménez. Parece ser que unos años antes, con la más álgida exaltación de la unicidad religiosa, estuvo El Culto a punto de ser destinado a la destrucción por el fuego. Se libró de ello, pero la peripecia vino a simbolizar las dificultades e impedimentos que también para la religión evangélica inauguró la larga noche de piedra de la dictadura nacional-católica y franquista. (i)



Pero el crecimiento evangélico también había llegado en 1880 a La Bañeza donde se inician las primeras reuniones, y en 1884 en Ponferrada. Según Manuel Corral los primeros creyentes de Toral de los Guzmanes formarían congregación sobre 1870: «Dicen que el pueblo estaba dividido en dos parroquias católicas y que una de ellas no conseguía dinero para reparar la iglesia, que alguien de la agraviada contactó, a su vez, con alguien de nuestra gente en Valladolid y que luego la congregación se extendió hacia Jiménez de Jamuz y, ya en Galicia, por Monforte de Lemos, «pero siempre en zonas rurales y no urbanas, aunque no sabría decir la razón». Cuando don Eduardo se traslada a Jiménez de Jamuz deja el mantenimiento de la casa y la obra entre los niños de Toral en manos de una obrera, también inglesa, doña Elisa Taylor. Para entonces la iglesia ya tenía su propio liderazgo de ancianos.



“Florencia y Gracia Turrall se marcharon de León para vivir sus últimos años en Walton on the Naze en el Reino Unido. Se llevaron la memoria imborrable y entrañable de su larga vida en Castilla León tanto como hijas de Eduardo Turrall (1868 – 1962) como por ser sus colaboradoras y misioneras encomendadas por su propia llamada a la obra. Al tener que estar en una residencia de la tercera edad, sus pertenencias se redujeron aún más, pero hubo un depósito de fotos, tarjetas y cartas que retuvieron hasta el final, juntamente con sus Biblias, sus Himnarios Evangélicos y lecturas de Spurgeon, releídos hasta gastar las páginas. ¡Con cuánta ilusión guardaron las fotos que Manuel Corral y familia y otros creyentes de León les enviaron para informar del crecimiento en auge de la iglesia de León, Toral y Jiménez de Jamuz!. La pasión del amor de Cristo por las almas de esta extraordinaria inversión espiritual no se disminuyó con los años, aunque las fuerzas físicas iban menguando. Vino su “promoción” a la presencia de Su Señor amado, pero, ¿cómo no? dejaron instrucciones firmes que todo lo guardado en la maleta fuera para ser recogido para volver una vez más a España” (ii).



También colaboró don Eduardo Turral en la obra de Gijón al fallecimiento de don José García. Como afirma Jonatán García en Historia de las Asambleas de Hermanos en Asturias, “podemos decir sin temor a equivocarnos que es en este momento como la Asamblea de Gijón va a caminar progresivamente hacía la órbita de las Asambleas de Hermanos. Ya desde León y en la década de los 20 hasta la llegada de D. J. Biffen colaborará con la iglesia de Gijón D. Eduardo Turrall, hermano de D Enrique Turrall (pastor de la iglesia de Marín) y este creemos es el principal motivo de que dicha asamblea ingrese en la órbita de las Asambleas de hermanos. Ya un par de años antes (1918) comenzaron las visitas a Gijón de D. Eduardo Turrall, misionero que realizaba su obra en España en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes. D. Eduardo Turrall colaboró intensamente con la congregación de Gijón por esos años pero la distancia y sus quehaceres en León le imposibilitaban a ocuparse en Gijón a pleno tiempo”.



Santiago de Peñalba.

Hemos recogido íntegro el relato de Alejandro J. García de Ponferrada (iii) por su imparcialidad y relato ameno:




El Valle del Silencio es como un saco sin fondo, siempre aporta alguna novedad para quien se adentra en él. En esta ocasión, se trata de la azarosa vida y trágico fin de un vecino de la localidad berciana de Santiago de Peñalba, Martín de la Cal Panizo, cuyos restos reposan, junto al de su mujer e hijas en un desconocido paraje. Precisamente él, que como concejal que era en la República, le tocó crear, aplicando la Ley Nacional por la cual se separaban y creaban los comentarios religiosos de los civiles, se quedó fuera. Martín, para los que lo recuerdan, era un hombre muy religioso, muy católico, con una inquietud espiritual fuera de lo normal en las aldeas bercianas de principios del siglo XX. Huyendo de una vida dura, del campo y siguiendo los pasos de toda su familia emigró a Argentina, y en aquél Buenos Aires populoso y tan universal se topó con la religión protestante en su rama evangélica. Su mujer, Dionisia Álvarez Arias, le esperaba con el resto de su prole en Peñalba, de donde jamás quiso salir. Tal era la situación que Martín, con algo de dinero ahorrado, con la misión de transmitir el Evangelio y obligado por amor a reunirse con los suyos, retomó su senda hacia el Bierzo.

Martín, «el protestante»

Retomando la obra de Cecilio Hoyle y sus seguidores desde 1878, Martín se convirtió de facto en el pastor evangélico no ya del Bierzo, si no de todo León. A su casa de Peñalba venían gentes de Valtuille de Arriba, Villafranca, Ponferrada, León... Así su vida cobró forma y sentido en cuanto a que además de trabajar sus tierras y cuidar su rebaño, también predicaba la Biblia y celebraba actos religiosos con asiduidad en la España de los años 30. Sus vecinos, sabían de su distinta fe, pero convivían plácidamente ayudándose unos a otros. Un ejemplo de ello es el traslado que por entonces el sacerdote, don Antonio, tuvo que realizar a la parroquia de Noceda. Martín, cuentan sus familiares y los documentos cotejados que la comunidad evangélica maneja, «sería el protestante quien con su carro y su yunta el que desde Peñalba a Ponferrada, 20 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta pues no existía la vía actual y se iba por Los Barrios, trasladase al párroco y sus enseres sin cobrar ni un sólo céntimo».

Pero como en el resto de la nación, la vida de Martín se enturbiaría por momentos. El nuevo sacerdote y los más beatos del pueblo «le perseguían por todas partes». Tanto en la Guerra Civil, como en sus inmediatos años posteriores, Martín «el protestante» era objeto de acusación constante por cualquier causa por pequeña que fuere. En «El Heraldo», periódico mensual de mayo de 1934, encontramos recogido el juicio que los nacionales llevan a cabo con Martín de la Cal: «el hogar de Martín es un nido de amores y juntamente con su familia goza cada día de las bendiciones de Dios en aquel delicioso rincón de Galicia. Hace unas semanas una pareja de la Guardia Civil le interrogaba: ¿Ha sido usted el que ha roto la cabeza del santo? ¿Qué santo? respondía Martín. Pues el señor cura ha denunciado a usted como el autor de la rotura de la cabeza del santo». Al día siguiente Martín y su hijo Laurentino fueron detenidos y llevados a Ponferrada. «Durante el camino los guardias le dijeron que no manifestara sus ideas y de qué partido era. Él contestaba que no tenía otro partido que el mismo que tiene y enseña Jesucristo». En Ponferrada el juez lo interroga de nuevo y con serenidad Martín convence de su inocencia al magistrado. Es absuelto incautándole 6 biblias y un Nuevo Testamento. Pero el 24 de mayo de 1938, varios franquistas suben a Peñalba y llevan a Martín a la entonces prisión de San Marcos en León, según relata su familia. Allí sufre una cruel paliza y es de nuevo absuelto al evidenciar que no pertenece al bando republicano. Su delito es ser protestante evangélico y de momento, eso no importaba a los mandos militares sabiendo que los comunistas renegaban de toda religión. Martín no podía serlo. Pasan los años y, a pesar de las hostigamientos, ahora el peligro provenía de los maquis, «los huidos», como se recoge en los testimonios sobre la vida de Martín. Tanto él como su familia habían sorteado el peligro de los años de guerra y la represión posterior. A pesar de las multas, las palizas y a la muerte de un hijo, Martín seguía predicando su fe e irradiando optimismo a todos cuantos le rodeaban. «Morir, al fin y al cabo, es estar con Dios», decía.




La referencia a El Heraldo de Figueras, nos lleva a una de tantas peripecias de su vida, pero nos aporta el dato de su conversión. A la pregunta del Juez-¿Cómo se hizo con esa religión? . Martín de la Cal contesta: -En la Argentina en el año 1923, el día 5 de agosto, siendo Pastor evangélico a la sazón D. Bartolomé Brisco. El artículo es de Ventura Vidal y lo titulaba con este refrán: "Clérigos, frailes y pardales son malas aves”.



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(i) “Don Eduardo” José Cabañas González marzo de 2001. http://www.jiminiegos36.com/d_eduardo.htm

(ii) Esta nota es de Ken Barrett, quien juntamente con su esposa Alison, colaboran desde 1997 en Toral de los Guzmanes para catalogar y organizar la biblioteca histórica y el fondo documental Turrall.

(iii) Muerto a palos por los dos bandos. Hace 60 años moría a manos de los maquis el pastor protestante de Peñalba de Santiago. Perseguido por los nacionales por no ser católico y por los «rojos» por ser un hombre de fe. Alejandro J. García. Ponferrada 2006


 

 


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