Jesús era un apologista, que hacía y respondía preguntas, explicaba su mensaje, lo defendía contra el ataque de sus enemigos y abogaba por la verdad de su evangelio.
Muchos creyentes piensan que evangelizar es explicar el mismo mensaje, usando las mismas palabras, a cada persona no creyente con la que tienen contacto. Pero Jesús no comunicó así su mensaje. Si queremos comunicar el mensaje de Jesús, ¿no deberíamos examinar cómo se comunicó Jesús?
Jesús era un apologista
Jesús no tenía un mensaje con "cuatro leyes espirituales" que le recitaba a cada audiencia con la que se encontraba. La comunicación de Jesús cambiaba dependiendo de la situación o la persona con la que hablaba. A veces enseñaba una parábola o utilizaba una imagen poderosa. Otras veces, no daba ningún tipo información, sino que hacía una pregunta.[1] Walter Hollenweger explica:
"Encontramos el mismo patrón en todas partes: el punto de partida del evangelismo de Jesús suele ser (aunque no siempre) una pregunta, o la situación concreta de la gente a su alrededor... El evangelismo del Nuevo Testamento no se inicia desde una proposición. Parte de una situación".[2]
Piensen en cómo interactuó Jesús con Nicodemo, un miembro respetado del Sanedrín, que fue a hablar con él de noche. Nicodemo afirmó a Jesús: "Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él". La impactante respuesta de Jesús fue: "el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios". Jesús le dijo deliberadamente a Nicodemo algo que confundiría a este instruido profesor de la ley, y Nicodemo, desconcertado, respondió: "¿cómo puede un hombre nacer siendo viejo?" (Juan 3:1-21).
Jesús le proporcionó una imagen poderosa para mostrarle que su mensaje no tenía cabida en las categorías fosilizadas de Nicodemo. Jesús no era simplemente un maestro enviado por Dios, como Nicodemo había afirmado; Jesús era el Mesías que debía ser “levantado” en la crucifixión para que "todo aquel que en Él cree tenga vida eterna" (Juan 3:15). Las categorías de Nicodemo eran demasiado pequeñas y había que eliminarlas para que pudiera entender a Jesús realmente.
En el siguiente capítulo del evangelio de Juan, Jesús interactuó con la mujer samaritana que estaba sacando agua del pozo y no habló de "nacer de nuevo." (De hecho, Jesús no volvió a usar la expresión "nacer de nuevo" en el resto de los evangelios). Pero Jesús también la confundió al pedirle que le diera de beber. La mujer le preguntó asombrada: "¿cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (El autor, Juan, explica: "porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí"). Jesús habló con la mujer, le hizo una pregunta y consiguió que admitiera que estaba viviendo con un hombre que no era su marido. Jesús utilizan el tema que tenían en común (el agua) para explicar que Él es el "agua viva" y la fuente de la "vida eterna".
Podemos ver una imagen de cómo se comunicaba Jesús en estos dos ejemplos. A veces confundía deliberadamente a las personas (como en estos dos ejemplos) y desestabilizaba sus ideas. Jesús les explicó su mensaje con diferentes imágenes y palabras. Vemos este mismo patrón a lo largo de los evangelios. Jesús conversaba, preguntaba y respondía preguntas, contaba historias y enseñaba a individuos y a grupos pequeños y grandes.
Jesús no proclamaba su mensaje como si fuera un sermón en una iglesia. ¿Qué pasaría si alguien hiciera una pregunta en medio del sermón del domingo? Es inconcebible. Nuestro concepto de comunicación es unidireccional. Formamos a los líderes cristianos para que le prediquen la Biblia a un público silencioso. Pero Jesús involucraba a las personas en diálogos bidireccionales. Hay más de 150 preguntas en los cuatro evangelios. La palabra "respondió" se utiliza más de 140 veces en los evangelios. A veces Jesús respondía a una pregunta, y a veces hacía preguntas, pero no desechó ni ignoró ninguna pregunta a menos que determinara que la persona que preguntaba no era sincera.
La mayoría de los cristianos no piensa en Jesús como apologista; piensan en él como su afectuoso Salvador. Sí, Jesús era el buen pastor y amaba a la gente y recibía cariñosamente a los niños. Pero también era un apologista, que hacía y respondía preguntas, explicaba su mensaje, lo defendía contra el ataque de sus enemigos y abogaba por la verdad de su evangelio. Podemos ver cómo se comunicaba Jesús examinando cómo respondía a los líderes religiosos.
Jesús debatía con los líderes religiosos
En Mateo 21 y 22, Jesús tuvo una serie de debates con los líderes judíos sobre los temas de la autoridad, Juan el Bautista, la ley, y la muerte y resurrección. Vemos las malas intenciones de los líderes religiosos en la descripción de Mateo: "fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra".
En un momento dado los principales sacerdotes le hacen una pregunta: "¿con qué autoridad haces estas cosas?". Jesús responde: "Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas". Jesús entonces les preguntó: "El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?".
Los sacerdotes tuvieron miedo y se retiraron para tratar su pregunta: “Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta”. Así que los sacerdotes respondieron: “No sabemos”. Y Jesús respondió: “tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas”. Cualquier persona que presenciara este temprano debate apologético vio a Jesús silenciar a sus críticos, que se fueron habiendo quedado en evidencia.
Jesús debatió con sacerdotes, fariseos y saduceos, y todos ellos se retiraron de las conversaciones con Jesús sabiendo que Él había prevalecido contra sus mejores argumentos. La multitud también lo sabía: "Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina". Jesús contó la parábola de los labradores que golpearon y mataron al hijo del propietario. "Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos". Al final de esta serie de debates públicos, los opositores de Jesús se retiraron: "y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más".
La apologética no es sólo memorizar un argumento académico y soltárselo a una audiencia que escucha en silencio. La apologética intenta comunicar persuasivamente la "palabra de verdad" a menudo en un diálogo. Por esto, es necesario que estemos donde hay gente, que participemos en la conversación y, sí, a veces es necesario debatir.
Entender a la audiencia
Lucas cuenta que "(Pablo y Bernabé) entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos" (Hechos 14:1). ¿Cómo comunicaban el evangelio de manera eficaz? Lucas no nos lo dice explícitamente en este pasaje, sino que lo describe a lo largo de todo el libro de Hechos. Como Jesús, Pablo interactuó con los no creyentes y contestó a sus objeciones. Pablo comunicó creativa y persuasivamente el evangelio (que es lo que significa la apologética) a cada audiencia con la que se encontró.
Vemos a Pablo presentar claramente el evangelio de modo que tuviera sentido para su audiencia. Cuando Pablo habló a los judíos "como acostumbraba", utilizó el Antiguo Testamento y "discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo". Cuando Pablo habló en la sinagoga de Antioquía, argumentó usando las Escrituras que Jesús era el Mesías prometido. A todos los efectos, Pablo hizo un estudio bíblico de las profecías mesiánicas porque la autoridad de los judíos era la Biblia (Hechos 13).
Cuando Pablo se dirigió a los gentiles utilizó una estrategia muy diferente porque el público era muy diferente. No empezó usando el Antiguo Testamento y sus profecías, ya que los griegos no creían en él. Pablo no podía ni siquiera asumir que creían en Dios. Muchos de las personas que estaban entre su público eran politeístas, panteístas, deístas o ateos. Pablo comenzó con un nuevo punto de partida, la estatua griega al "Dios desconocido" y se refirió a un poeta griego. Luego explicó quién es ese Dios y cómo Dios ha creado el mundo; y sólo después de eso habló de Jesús.
Vemos este mismo patrón en el resto del Nuevo Testamento. ¿Por qué tenemos cuatro evangelios diferentes? Porque cada uno de los cuatro autores tenía diferentes audiencias en mente y por lo tanto escribieron evangelios con diferentes objetivos. El Evangelio de Mateo fue escrito para una audiencia judía, ya que hacía hincapié en cómo Jesús cumplía las profecías del Antiguo Testamento. En cambio, Lucas escribía para los griegos y explicaba la historia de Jesús de una manera que tuviera sentido para la ordenada mente griega, proporcionando detalles históricos exactos. ¿Cambia la verdad sobre Jesús? No. Pero los énfasis de cada evangelio son únicos porque cada uno proporciona un retrato de Jesús diferente para un público diferente.
Por lo tanto, antes de nada debemos comprender a las personas para ayudarles a escuchar y responder al Evangelio. ¿Por qué? Porque hay muchos tipos diferentes de no creyentes. El modo de relacionarnos con ellos depende de su lugar de partida. Por ejemplo, hay no creyentes indiferentes, los hay hostiles, curiosos y los hay que buscan sinceramente. Para poder comunicar el evangelio con amor a cada uno de estos individuos hace falta una respuesta diferente. ¿Cuáles son algunos de los elementos básicos de un modelo bíblico para la comunicación relevante del Evangelio?
Identificarse con la audiencia
El apóstol Pablo es el principal ejemplo de una persona que se identifica con las diferentes audiencias en su esfuerzo por comunicarse. En I Corintios 9:19-22 escribió lo siguiente:
“Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número.
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley;
A los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”.
Pablo usaba el lenguaje de su audiencia, mencionaba su literatura y sus ideas culturales, y destacaba sus semejanzas con cada grupo al que se dirigía. El historiador Henry Chadwick lo explica así:
"La genialidad de Pablo como apologista reside en su asombrosa capacidad de reducir a un aparente punto de convergencia la diferencia entre sí mismo y las personas que se convertían y así ganarles para el evangelio cristiano".[3]
Cualquier gran comunicador público del evangelio es capaz de demostrar su parecido con la audiencia a la que se está dirigiendo. El historiador Peter Brown observó que la gran capacidad de Agustín de Hipona como predicador se basaba en su capacidad para identificarse con su audiencia.
"Este es el secreto de la enorme energía de Agustín como predicador: podía identificarse suficientemente con su congregación como para provocarlos a que se identificaran con él totalmente ".[4]
Comunicar la verdad con creatividad
Aunque Pablo y Agustín eran predicadores apologéticos dotados, el rico modelo bíblico de apologética no se limita a la comunicación verbal.
En 2 Samuel 12:1-17 encontramos una historia fascinante de un drama dirigido por Dios para revelar el pecado de David. Siguiendo las indicaciones de Dios, Natán le contó a David la historia de un hombre rico que tenía enormes rebaños de ovejas y ganado, pero que también robó y mató al único y preciado cordero de un hombre pobre. David, "encendido en furor", declaró: "Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte". Entonces Natán declaró: "¡tú eres aquel hombre!" y reprendió a David por tomar a la hermosa Betsabé y matar a su marido.
El profeta Natán creó este drama dirigido por Dios para que el rey David viera reflejado su propio pecado, y David respondió con una confesión: "pequé contra Jehová". Esto no es simplemente un argumento intelectual que convence a David de su necesidad de arrepentirse, sino el uso medios visuales y físicos para comunicar la verdad. Al definir la apologética como la ciencia y el arte de la persuasión cristiana, no estamos limitados al uso de argumentos históricos y filosóficos para convencer a alguien de la veracidad del cristianismo. Podemos comunicar creativamente, tratando de hablar al corazón mismo de nuestros semejantes.
Desafiar a las personas a buscar la verdad con sinceridad
Jesús hacía recaer en su audiencia la responsabilidad de escuchar con corazones enseñables. "El que tenga oídos para oír, oiga", repitió Jesús una y otra vez. Jesús prometió: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7:17). Jesús enseñó que el deseo de entender y vivir la verdad es esencial para la comprensión de la verdad en última instancia.
Cuando Jesús vio Jerusalén exclamó:
“!Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! !Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!" (Mt. 23:37). El señor culpa a aquellos que no buscan sinceramente la verdad. Condenó a aquellos que optaron por no escucharle y seguirle. Esto es lo que le dijo a los de su generación:
“La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mt. 12:42).
En efecto, el Señor estaba diciendo: "a ella se le podía enseñar, a vosotros no. No estáis dispuestos a aprender. Seréis juzgados porque no buscáis la verdad sinceramente". Buscar la verdad es fundamental para poder encontrarla.
Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio les dijo que hicieran recaer la responsabilidad sobre su audiencia: “Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mat. 10:14-15).
Las Escrituras hacen recaer firmemente la responsabilidad de la incredulidad sobre aquellos que le dan la espalda al evangelio. Cuando Pablo llegó a Roma se reunió con los judíos: "y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían"(Hechos 28:23b-24). Cuando los judíos de Antioquía "levantaron persecución", Pablo y Bernabé, "sacudieron contra ellos el polvo de sus pies" (Hechos 13:50-51). Otra vez, en Corinto, Pablo se enfrenta a quienes rechazan el Evangelio. "Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles"(Hechos 18:6).
El ejemplo y la enseñanza de Jesús a sus discípulos y el ejemplo de Pablo enseñan claramente que quienes han escuchado el evangelio son responsables de lo que han oído. Su sangre es sobre sus propias cabezas.
En contraste, después de escuchar a Pablo en Hechos 17, a los de Berea se les describe como "más nobles" porque respondieron al mensaje de Pablo "escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" Los de Berea fueron elogiados porque eran sinceros en su búsqueda de la verdad. Proverbios resume así este compromiso:
“Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría” (Prov. 2:3-6a).
Quiero que quede claro que aquí no estoy defendiendo la posición teológica del arminianismo sobre el calvinismo, o viceversa. Creo que vemos la soberanía de Dios y la libertad humana una al lado de la otra en las Escrituras cuando se habla de esto. En Hechos 8:30-34, Felipe fue guiado por el Espíritu a ir hacia el carro del eunuco y preguntarle: "entiendes lo que lees?". El eunuco contestó: "¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?", y entonces invitó a Felipe a que se sentara con él. El eunuco le preguntó: “Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto?". En un espacio de tiempo muy corto, el eunuco le pidió a Felipe que le bautizara. En esta historia vemos las verdades gemelas del liderazgo de Dios y la responsabilidad del hombre para buscar la verdad.
Tenemos que hacer recaer esta responsabilidad sobre los no creyentes. Tenemos que ayudarles a ver que si no están buscando la verdad, son culpables de la falta de integridad y honestidad. Igual que Jesús y Pablo, tenemos que explicar que todos deberían buscar la verdad con sinceridad. A veces le he preguntado a algún amigo: "qué pasaría si pudiera demostrarte que el cristianismo es verdadero? ¿Seguirías a Cristo?". A veces han estado dispuestos a admitir "no, no lo haría", o "No estoy seguro". Llegado este punto, yo he podido decir algo como:
"¿Te das cuenta de que no es realmente un problema de pruebas, ni de la veracidad del Evangelio? Es tu corazón. Realmente no quieres confiar en Jesús y seguirle. No quieres que sea cierto. Al menos debes ser honesto contigo mismo: en este momento no estás interesado en descubrir la verdad".
Curiosamente, a veces la mejor manera de ayudar a alguien no es discutir, sino que se vean a sí mismos.
Argumentos positivos por los que el cristianismo es verdad
Uno de los objetivos de la apologética es ayudar a los no creyentes a llegar a un punto en el que realmente busquen la verdad. Los pasos para conseguirlo dependerán del estado actual del corazón de la persona. Nuestro papel podría ser usar la apologética deconstructiva para empujar un no creyente de la indiferencia a la hostilidad, de la hostilidad a la curiosidad, o de la curiosidad a una genuina voluntad para buscar y "ver si estas cosas eran así". (Hechos 17:11).
Llegados a este punto, tenemos que pensar creativamente en argumentos que muestren por qué el cristianismo es verdadero y razonable, o argumentos positivos. Un buen ejemplo de argumento positivo en Hechos es el argumento repetido de Pablo a los judíos explicando por qué Jesús era el Mesías del Antiguo Testamento. Tiene un gran sentido en el contexto de Pablo. Cuando Pablo llegaba a una nueva ciudad, iba a la sinagoga local y utilizaba el lenguaje y las autoridades que su audiencia judía aceptaba (el Antiguo Testamento) para argumentar a favor de la veracidad del cristianismo en este contexto.
También vemos argumentos tanto desestabilizadores como positivos cuando se describe al apologista cristiano Apolos en Hechos. Simultáneamente, desestabilizaba "porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos" y argumentaba positivamente "demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo" (hechos 18:28).
De nuevo, el viaje de Agustín de Hipona a la fe es instructivo para ilustrar argumentos positivos.
Hubo una ocasión en la que Agustín fue a Milán para dar un discurso. Mientras estaba allí, decidió acudir a las conferencias públicas del obispo Ambrosio de Milán, famoso orador. Agustín estaba deseoso de crecer en su vida profesional como profesor de retórica, pero le sorprendido lo que escuchó.
"Cuando abrí mi corazón para reconocer lo elocuentemente que hablaba consideré al mismo tiempo (aunque esta idea vino gradualmente) la veracidad de sus palabras . Primero empecé a ver que los temas que resaltaba como importantes se podían defender. Había pensado que nada podría decirse de la fe cristiana frente a las objeciones planteadas por los maniqueos, pero ahora me parecía que esta fe se podía defender con motivos razonables". [5]
Aunque Agustín ya había abandonado el maniqueísmo, todavía seguía fuertemente influenciado por sus críticas hacia el cristianismo. Fue toda una conmoción para Agustín considerar que el cristianismo, un sistema de creencias que ya había rechazado, parecía creíble desde un punto de vista intelectual.
A medida que escuchaba más argumentos de Ambrosio a favor de veracidad del cristianismo, Agustín llegó a creer que el cristianismo podría ser cierto. Admitió:
"No podía poner ninguna objeción a sus palabras, aunque aún no estaba seguro de si lo que decía era cierto o no. Contuve mi corazón y no le dejé aceptar nada positivamente, ya que tenía miedo de otra caída, y en esta condición de suspenso moría aún más. Quería tener la misma certeza acerca de las cosas que no podía ver que la que tenía acerca de que siete y tres hacen diez". [6]
¿Cuáles son los argumentos que fueron tan convincentes para Agustín? Aunque sería muy interesante examinarlos, no sería el enfoque más útil para nosotros. Déjenme explicarme.
Los argumentos han de ser relevantes contextualmente
El argumento de que Jesús cumple las profecías del Antiguo Testamento era particularmente convincente en la época de Pablo, ya que muchos de los que estaban entre su audiencia creían el Antiguo Testamento. Pero ¿cuántos no creyentes creen hoy que el Antiguo Testamento es autoritariamente cierto? Este mismo argumento, aunque es verdadero y útil hoy en día, es menos potente porque la mayoría de nuestra audiencia no creyente tiene poco o ningún conocimiento del Antiguo Testamento y no cree que es autoritario. Vemos este grado de reacción contextual en cómo Pablo mismo cambió su estilo de comunicación al abordar los griegos. Pablo ajustó sus argumentos para ser contextualmente relevante. Igualmente, los argumentos que eran convincentes para Agustín de Hipona en su contexto puede que no sean tan convincentes para los oyentes de hoy. Un argumento eficaz para un grupo sería irrelevante para otro. Necesitamos dar forma a nuestra apologética igual que Pablo y reconocer que nuestra comunicación de la verdad necesita contextualmente relevantes.
Dios respeta las decisiones de las personas
He de ser claro: no estoy argumentando que el cristianismo se pueda demostrar como la ecuación matemática “2 + 2 = 4”. En Filipenses 2, se nos enseña que cuando Jesús regrese, "toda rodillas se doblará y toda lengua confesará que Jesús es señor". Cuando Jesús regrese en su gloria, nosotros, como Juan en Apocalipsis 1, caeremos rostro a tierra. No tendremos otra opción. Ahora estamos en un momento de la historia en el que hay elección, como explica 2 Pedro 3:9: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". Una vez que Jesús regrese, ya no habrá posibilidad de elección.
El cristianismo es convincente porque explica el mundo que conocemos. Nuestro trabajo como creyentes es ayudar a los no creyentes a entender que la increíble palabra de verdad en realidad es verdadera y razonable. Como escribió Agustín después de su conversión, "para el que no puede ver que primero se piensa y luego se cree. Porque nadie cree nada, a no ser que tiene primero haya pensado que se puede creer en esa idea". [7]
Pero el papel de la apologética es esencial. Necesitamos desafiar intelectualmente a las filosofías de moda y a las ideologías de nuestros días. Dado que Agustín llegó a la fe como consecuencia de la apologética, se comprometió a su vez a guiar persuasivamente a otros hacia la fe. Estaba convencido de que Dios da argumentos y pruebas para ayudar a la gente a dejar atrás la mentira y acercarse a la verdad. Como resultado, Agustín luchó varias veces en el curso de su vida contra varios opositores al Evangelio. Era un boxeador intelectual que ajustaba sus tácticas y argumentos según su oponente. Necesitamos una nueva generación de Agustines que están dispuestos a explicar la palabra de la verdad para el mundo de hoy.
El propósito de estos artículos
Llegados a este punto, un lector cuidadoso podría preguntar, "¿dónde están tus argumentos de por qué el cristianismo es verdadero?”. Puede sonar raro, pero esa no es la razón de ser de este artículo (o de serie de artículos sobre apologética). Estoy convencido de que un gran porcentaje de los cristianos evangélicos cree que no deberíamos comunicar el evangelio persuasivamente. Mi intención no ha sido abogar por una escuela particular de apologética (probatoria, cultural, clásica, filosófica o histórica) o por los argumentos específicos que defienden los apologistas de estas escuelas.
Antes de que podemos aprender a comunicar persuasivamente el evangelio, tenemos que estar convencidos de que es nuestra responsabilidad hacerlo. En segundo lugar, estoy intentando aclarar las categorías más amplias de un enfoque bíblico de apologética: a todos los efectos, cómo comunicamos la "palabra de la verdad".
El modelo de la iglesia primitiva
La iglesia primitiva es un modelo histórico maravilloso que nos ayuda a centrarnos en esta comprensión bíblica de la vida. ¿Por qué siguió creciendo la iglesia durante 300 años, incluso aunque a menudo sufrieron asedio y persecución? ¿Cuál es la característica distintiva de la iglesia primitiva? T. R. Glover, antiguo profesor de historia antigua en la universidad de Cambridge y autor del libro El conflicto de las religiones en los albores del Imperio Romano, explicó que los cristianos “vivían más que los paganos, morían en mayores cantidades que ellos, y pensaban más que ellos”. [8]
1) Los primeros cristianos pensaban más que sus coetáneos.
Durante los primeros 300 años de la iglesia primitiva, vemos un compromiso para comunicar persuasivamente la veracidad del evangelio. Cuando los cristianos comunicaban el evangelio que acababan de descubrir a los judíos, tenían que explicarles por qué el Nuevo Testamento cumplía las profecías del Antiguo Testamento y que responder a las preguntas y objeciones judías. Al hablar con los griegos, los seguidores de Jesús tenían que hacer frente a la visión del mundo helenística y explicar la idea de un único Dios en un mundo con miles de dioses. Estos primeros cristianos también tenían que explicarles a las autoridades romanas por qué no rendían culto al emperador.
Los creyentes hablaban de Jesús y su evangelio siempre que podían. Los cristianos iban a los altares y hablaban con la gente que iba a ofrecer sacrificios. Luciano de Samósata, escritor no creyente, contaba que en ocasiones se ponían signos dentro de los altares que decían “Cristianos fuera”[9]. Los cristianos no tenían miedo de las religiones paganas y retaban a los paganos a maldecirles con sus demonios.
Los primeros cristianos tampoco tenían miedo de pensar. Clemente, uno de los primeros líderes cristianos, escribió que “la belleza, esté donde esté, es nuestra, porque proviene de nuestro Dios”. Glover explica que “los cristianos leían los mejores libros, los asimilaban y vivían la vida intelectual más libre que el mundo les podía ofrecer. No hay lugar en el mundo para un cristiano ignorante. Desde el principio, todos los cristianos tenían que saber y entender, leer los evangelios y ser capaces de dar razones para su fe”. [10]
La iglesia primitiva le explicaba a los no creyentes por qué el cristianismo era verdadero. Como explica Glover, “¿quiénes desarrollaban el pensamiento en ese mundo antiguo? Siempre eran los cristianos”. [11]
2) Los primeros cristianos vivían más que sus coetáneos
T. R. Glover resumió en unas conferencias en la universidad de Oxford el asombroso modo de vida que adoptaron los primeros cristianos.
“Eran sorprendentemente honestos, puros, serios y honrados, y tenían unas reservas inexplicables de fuerza moral y felicidad que sobrepasaban ampliamente lo conocido hasta entonces”. [12]
Los primeros líderes cristianos explicaban que la verdad del cristianismo se veía en cómo los seguidores de Jesús amaban y cuidaban a sus compañeros creyentes y a los no creyentes.
El autor de la “Carta a Diogneto” escribió a un gobernador romano a mediados del siglo II explicándole quiénes eran los cristianos:
“Son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes prescritas, y al mismo tiempo superan la ley con sus vidas. Aman a todos los hombres, y todos los hombres les persiguen”. [13]
El amor de los cristianos por los demás era una realidad distintiva. Una de las acusaciones comunes contra los cristianos en el Imperio Romano era el incesto. Las personas no creyentes sabían del amor que los “hermanos” y “hermanas” se tenían entre sí, y no tenían otro modo de explicar ese cariño y ese amor.
Algunas de las pruebas más concluyentes del amor cristiano y de su cuidado por los demás provienen de los más acérrimos oponentes al evangelio. Juliano, emperador romano pagano del siglo IV, se quejó de que el cristianismo estaba creciendo muy rápido debido a la “cariñosa ayuda que dan a los extranjeros”, y que los cristianos “no solo se preocupan por sus pobres, sino que se preocupan también por los nuestros”. [14]
3) Los primeros cristianos morían en mayores cantidades que sus coetáneos
Luciano de Samósata, escritor no creyente, describió en términos desdeñosos a los cristianos que creían que “eran inmortales y vivirían por la eternidad, lo que explica por qué menosprecian a la muerte y se entregan voluntariamente”. [15] Mucha gente no creyente se asombraba del valor de los cristianos al enfrentarse a la muerte. Tertuliano no leyó el evangelio como no creyente hasta que vio el valor de los cristianos que estaban dispuestos a morir. “Todo hombre que lo ve duda y anhela comprender por qué; pregunta y recibe enseñanza, y cuando entiende la verdad inmediatamente se convierte en un seguidor más”. [16] Tertuliano lo ilustra memorablemente: “la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. [17] Sin esta realidad espiritual, hasta la doctrina más correcta parece rancia y artificial. Pero con la realidad de vidas cambiadas y una comunicación persuasiva del evangelio, el cristianismo se extendió rápidamente por el Imperio Romano.
¿Qué fue lo que hizo que el ministerio de la iglesia primitiva fuera tan efectivo? Fueron capaces de analizar y criticar filosofías de vida rivales alternativas y explicar por qué el evangelio era “verdad y razonable”. Demostraron con sus vidas el poder y la veracidad del evangelio de Jesucristo. Y por último, estaban dispuestos a morir por su fe.
Un ejemplo de los tres puntos anteriores es Ignacio de Antioquía, que sufrió martirio en Roma a principios del siglo I. Escribió una serie de cartas en las que confrontaba falsas enseñanzas y llamaba a las iglesias a ser fieles. ¿Qué ocurrió como resultado de los cuidadosos argumentos, las vidas fieles y las muertes sacrificatorias de los creyentes? El evangelio se propagó rápidamente porque los judíos, los romanos y los griegos se veían desafiados por la verdad, la entendían y veían cómo los creyentes vivían esa verdad delante de ellos.
A día de hoy, la apologética no debe ser un argumento seco. Los no creyentes determinan en parte si el evangelio es verdad y si Jesús es quien dijo ser por la realidad de nuestras vidas. ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos a otros? ¿Vivimos en una comunidad que demuestra amor por los demás y que sirve a los demás? ¿Pueden otras personas percibir el olor fragante de Cristo en nuestra presencia? Fuera de este contexto y realidad, nuestras palabras ganan credibilidad. La ortopraxia y la ortodoxia son dos caras de la misma moneda, o una moneda falsa.
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[1] Parte del texto de este artículo está extraído o adaptado de mi libro “Willow Creek Seeker Services: Evaluating a New Way of Doing Church”. Grand Rapids: Baker Books, 1996.
[2] Walter Hollenweger, “El evangelismo hoy: las buenas nuevas o el hueso de la disputa” (Belfast, Irlanda: Christian Journals Ltd., 1976) 80, 82; citado en el libro Guiness “Hacia una revaluación,” 310.
[3] Henry Chadwick. “El enigma de San Pablo”. (Londres: Athlone Press, 1969), 275.
[4] Peter Brown, “Agustín de Hipona”, (Berkeley, California: University of California Press, 1969), 251.
[5] Agustín, “Las confesiones de San Agustín”, traducción de Rex Warner. (Nueva York: New American Library of World Literature, 1963), 109.
[6] Agustín, “Confesiones”, 116.
[7] Vernon Bourke, “Lo imprescindible de Agustín” (Indianapolis: Hackett), 22.
[8] T. R. Glover, “El Jesús de la historia” (Nueva York: Association Press, 1917), ebook del Proyecto Gutenberg, http://www.gutenberg.org/files/13335/13335-8.txt, 71.
[9] Glover, “El Jesús de la historia”, 203 .
[10] Glover, “El Jesús de la historia”,, 204.
[11] Glover, “El Jesús de la historia”,, 205.
[12] T. R. Glover, “El conflicto de las religiones en los albores del Imperio Romano”. (Washington: Cannon Press, 1974), 142.
[13] Christian Classics Ethereal Library. “La llamada carta a Diogneto”. http://www.ccel.org/ccel/richardson/fathers.x.i.ii.html
[14] Stephen Neill, “Historia de las misiones cristianas”, 2ª edición (Nueva York: NY, Penguin Books, 1990), 37-8.
[15] Glover, “El conflicto de las religiones”, 162.
[16] Glover, “El conflicto de las religiones”, 320.
[17] Tertuliano. “Apologeticum.” http://www.tertullian.org/works/apologeticum.htm
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Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
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