Afrodita

En todas las culturas los mitos sufren constantes cambios a medida que los expertos y las narraciones orales los van contando de manera distinta. La mitología griega trata de la naturaleza del mundo, las instituciones políticas y religiosas, las vidas y aventuras de sus dioses y héroes. LA ILÍADA Y LA ODISEA, dos poemas de Homero, la TEOGONIA y los TRABAJOS Y DÍAS, de Hesíodo, contienen abundantes datos sobre el período mitológico y los dioses y diosas que lo protagonizaron.

Una de tantas mujeres mitológicas fue Afrodita, diosa del Olimpo, asimilada a la romana Venus. Para la antigua civilización griega, Afrodita era la diosa de la belleza, de la lujuria, de la reproducción sexual, diosa del amor. Pero el suyo no era ese amor del corazón, romántico, que atrae una persona hacia otra. El amor de Afrodita era específicamente Eros, atracción física y sexual.

Confundir amor con sexo es una de las grandes tragedias que está padeciendo este siglo XXI, inventor de esa aberración que llaman “hacer el amor”, cuando en realidad están significando mantener relaciones sexuales. El sexo se hace. El amor no se hace, se exterioriza, se materializa en la unión de los cuerpos, pero antes de esa unión carnal ha debido echar raíces en el corazón. El amor es el camino por el que se llega al alma. El sexo es la vereda que conduce a los órganos genitales.

Afrodita no nació de una relación sexual. Su incorporación al mundo de los vivos tiene cierta similitud con la Eva del Génesis. Ninguna de las dos fueron niñas. Eva, formada de la misma sustancia del hombre, aparece en el Edén ya convertida en mujer. No tuvo infancia. Tampoco Afrodita. Según Homero, fue hija de Zeus y de Dione. Sin embargo, la versión standard de su nacimiento, tal como la relata Hesíodo, sostiene que surgió de la espuma del mar. Cuenta esta leyenda que el dios Crono cortó los genitales a otro dios, Urano, y los arrojó al mar. Los genitales fueron llevados por el piélago durante mucho tiempo. Del miembro inmortal surgió una blanca espuma y en medio de ella apareció una doncella, ya adulta.

The Birth of Venus / William-Adolphe Bouguereau (1879) (Wikimedia Commons - Public Domain)

Nació en un estadio anterior a cualquier otro dios olímpico.

En 1879 el francés Adolphe Bougueau pintó a Afrodita surgiendo de la espuma del mar, con exuberantes trenzas que se extendían por toda la espalda.

Grecia y sus mitos.

Preguntas vanas: estas mujeres de la mitología, que al parecer tenían corazón, ¿eran capaces de amar más allá del cuerpo que alquila el alma? ¿Entendían que el cuerpo es algo más que el mísero andrajo que damos a la muerte por rescate? Aún viviendo en el país que inventó la filosofía, ¿llegarían a plantearse estas cuestiones o salieron a luz seis siglos antes de Cristo, cuando vivieron los siete sabios de Grecia? Cabe en lo posible, porque es conocido que a los habitantes del Olimpo les preocupaba más la guerra que el amor.

El dilema lo resolvió Víctor Hugo en 1831 al publicar su novela romántica NUESTRA SEÑORA DE PARIS. Esmeralda, la joven gitana altanera, dotada de una secreta sensibilidad, se enamora del monstruoso Cuasimodo, jorobado, cojo, deforme, despreciando al capitán Febo, quien no veía en ella más que una aventura como tantas otras.

Preocupado por la belleza cautivadora de Afrodita, Zeus temía que fuera la causa de violencia entre los dioses y decidió casarla con un hombre que carecía de encantos, Hefesto. Este matrimonio ni fue feliz, ni fueron fieles los contrayentes, ni duró mucho. Tanto Homero en la ILÍADA como Hesíodo en la TEOGONÍA dicen que Hefesto tuvo otras esposas. Por su parte, a Afrodita se le atribuyen numerosos amantes. Antes de contraer matrimonio con Hefesto estuvo enamorada de Ares, dios de la guerra. Con Anquises, príncipe troyano, tuvo un hijo. Entre sus amantes también se contaron Deimos y Fobos, el Terror y el Temor, y sólo el mito sabe cuántos más.

Venus and Adonis / Titian (Wikimedia Commons - Public Domain)

Una bonita historia contada por Ovidio dice que Afrodita se enamoró perdidamente de Adonis, divinidad fenicia de gran belleza. Como a él le gustaba la caza, Afrodita abandona sus costumbres habituales y lo sigue por las selvas en sus expediciones. Le advierte que su belleza juvenil no es una defensa contra los leones, lobos y jabalíes que habitaban la selva. Sus terribles premoniciones se hacen realidad. Apolo toma la forma de un jabalí salvaje, le hunde los colmillos en el costado y lo mata. Afrodita lo encuentra moribundo. Abrumada por el dolor lo lleva a su palacio. De las lágrimas de Afrodita surge la anémona y de la sangre de Adonis, la rosa roja. Con este bello dios fenicio tuvo otro hijo cuando ambos paseaban los bosques. Entre los muchos hijos que se le atribuyen figuran Eneas, que luchó en la guerra de Troya, y Eros, dios del amor, a quien engendró de Hermes. Cuenta la leyenda que de Hermes tuvo también a Hermafrodito, un dios menor, de condición bisexual. Otra leyenda afirma que la auténtica madre de Hermadrodito fue la diosa Hermafrodita, ser de doble naturaleza, masculina y femenina a la vez. 

Tanto la Afrodita griega como la Venus itálica han sido muy tratadas en la pintura, en la literatura y en la escultura. Desde la mitad del siglo IV en adelante las esculturas la presentan desnuda o semidesnuda, figurando el cuerpo de una mujer joven y bien proporcionada que transmite la idea de una belleza ideal. Praxíteles, escultor griego que vivió en Atenas durante el siglo IV antes de Cristo, la esculpió dejando sus ropas a un lado cuando estaba a punto de entrar en el baño. Esta escultura se convirtió en la imagen más famosa en la antigüedad grecorromana. Del original de la imagen nada se sabe, sólo es conocida por copias.

Al escribir sobre Afrodita no se puede marginar el tema de la belleza. Tan bella era, según la mitología, que podía lograr que cualquier hombre se enamorase de ella con sólo poner sus ojos en él. Píndaro, famoso poeta griego del siglo V antes de la era cristiana, la definió como “celestial madre de amores”. Robin Hard, escritor inglés especializado en mitología griega, dice que Afrodita es “la personificación del deseo amoroso”.

Siempre el amor. El amor en la Biblia. El amor en todos los personajes mitológicos de Grecia, de Egipto, de Roma, amor en la literatura, en las leyendas y en las narrativas de todos los pueblos. Suprimamos el amor y el universo volverá al caos primitivo. Luis Rosales, fallecido en 1992, poeta que fue amigo de García Lorca, dice en LA CARTA ENTERA que “cuando aparece el amor sientes que un pie llena tu vida… El amor siempre llega cuando tienes una lágrima a punto y no puedes llorar solo”.

Prisioneros quedamos cuando el amor entra en la cárcel del corazón.