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Protestante Digital

 
Primeras Congregaciones (30)
 

John Mitchel y las Asambleas de Hermanos en Málaga

John repartía tratados cada día en un distrito de Málaga lejos de donde prevalecía el protestantismo.

ORBAYU AUTOR Manuel de León 22 DE ENERO DE 2015 15:38 h
Predicadores John Mitchell y John Crane

Desde 1910 funcionaba en la capital la «Iglesia Cristiana Evangélica de Hermanos», establecida y mantenida en la ciudad por el pastor británico John Mitchel como iglesia local independiente. Su primer domicilio fue la calle Isabel la Católica, nº 1, y luego fue trasladada a calle Somera, nº 5. En la personalidad de John Mitchel sobresale su don de evangelista, llegando a España con una gran experiencia:




Le hemos encontrado, entonces, en tres campos de servicio: Canadá, las islas del Caribe y Venezuela. Hemos podido mencionar a Guyana también, donde estudió dos idiomas con el fin de evangelizar a pueblos primitivos del interior. Así era Mitchell; él no se conformada con Barbados u otra isla mayor, sino se marchaba a los islotes casi desconocidos en derredor. En Venezuela, le encontramos en cuarentena en Nirgua, en la prefectura de San Felipe, en visitas a las pocas casitas en Mucuchíes, en el muelle de Maracaibo y en las calles de Puerto Cabello.



Él era el evangelista que se sentaba, por decirlo así, junto al pozo de Jacob en espera de evangelizar a quien acudiera con cántaro vacío. Y si la intensa conversación era con un empedernido católico romano, mejor. Él siempre cargaba un Nuevo Testamento con el imprimátur de un obispo romano. Por supuesto, celebraba series de cultos también, y abundan las referencias en revistas viejas al “ministerio estimulante del hermano Mitchell mientras se recuperaba de su ataque de fiebre”.



Allí está esa miserable palabra que figura en su vida desde la carpa en la India hasta el día de su muerte. “Fiebre”, que nosotros llamaríamos paludismo. Con razón dijo: “Me dejó hecho una ruina”. 



En esta coyuntura del relato, algún lector va a suponer que Mitchell se residenció en Andalucía, en el sur de España, para jubilarse en busca de reposo en un clima cálido. Que nos sea perdonado el pensamiento. Vamos a citar ahora a un historiador de la obra entre las asambleas españolas, permitiéndonos uno que otro comentario en corchetes:



“En Almería, John Mitchell y John Crane “los dos que habían servido en Venezuela”  trabajaron por un buen lapso antes de ubicarse en Málaga, capital de la provincia. Málaga era casi una ciudad de los republicanos [y en la guerra civil sería objeto de feroces ataques de las fuerzas de Franco, de tal suerte que prácticamente todos los siervos del Señor se vieron obligados a marcharse]. Pero el poder del Vaticano estaba presente, de modo que en 1931 sus opositores destruyeron treinta y un edificios romanistas”.



“John repartía tratados cada día en un distrito de Málaga lejos de donde prevalecía el protestantismo. Era invitado a visitar en aldeas y pueblos. En Vélez la oposición no fue de parte de los romanistas, sino de los ateos. En Alora el impedimento era que el pueblo era analfabeto”. [John Crane y su señora se marcharon de España en 1923 para servir en Marruecos]. “John Mitchell falleció en 1940 a la edad de 83 años, dejando un testimonio fiel, y hasta solitario, que fue una bendición para muchos en Andalucía”.



Alguien dirá que se trata de un hombre inestable, sin un campo de servicio bien definido, que la pasaba en casa de otros obreros para recuperar fuerzas. Otro dirá que él no celebraba grandes campañas, ni vio formadas muchas asambleas al estilo de los hermanos que llegaron a Venezuela poco después que él se marchó. Pero el que escribe estas líneas no puede enfocar la cosa así. El Día venidero evaluará la obra de John Mitchell, pero por el momento lo que vemos es a uno cuyo cuerpo fue destrozado irremediablemente por el paludismo cuando él tenía poco más de veinte años, pero que con todo dedicó casi sesenta años a caminar las sendas más apartadas, sufrir fiebre a solas en pensiones inhóspitas, desafiar las tropas de Franco, pastorear congregaciones a punto de perecer, y en fin hablar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo. Soportó las aflicciones; hizo obra de evangelista; cumplió su ministerio. Honra al tal.




Algunos datos más tanto de la obra de Mitchel en Venezuela como personales:




  • Mitchell nació de padres católicos romanos en el sur de Irlanda. Probablemente estuvo en España antes de emigrar a Canadá para ocuparse de una obra pionera en el Evangelio en compañía de varones de Dios de renombre entre las asambleas. Llegó a Venezuela al comienzo de 1896, trabajó tenazmente en este país hasta 1908 (con intervalos en islas vecinas de habla inglesa), y luego se dedicó a la obra del Señor en Málaga, España hasta su partida en 1940.

  • Era soltero y estaba dispuesto a viajar solo, aunque impedido por enfermedades (y, desde luego, las revoluciones). Le encontramos en los estados andinos, Zulia, Lara y, por supuesto, Carabobo. Escribió que había otros que se ocupaban de Caracas, pero uno detecta entre líneas que sus principios en cuanto a la doctrina eran más afinados que aquellos que se practicaban en la capital en el siglo XIX.



La obra de Mitchel con otros misioneros y el español Inurigarro(i)  se describe con emotividad en De la Calle del Sol a la Calle de la Fortuna D. R. A, 1999:




Una carta escrita en 1923 informa: “La asamblea consta de cuarenta y cinco personas. En realidad esta obra debe su inicio a la labor del estimado hermano John Mitchell en 1897, pero la pequeña asamblea que él dejó atrás al marcharse a España en 1908 fue reducida posteriormente a poco más que una sola familia, producto de discordia entre sus miembros. Con todo, se puede decir que formó el núcleo de la iglesia que existe ahora, aunque contamos con una sola persona que data de los tiempos del señor Mitchell”.



Por cierto, Mitchell había escrito a menos de un año de su llegada a Caracas: “Los pocos que quedan aquí no se llevan entre sí”. ¡Parece que las disensiones entre cristianos no desaparecieron con los cuatro partidos en Corinto, ni con Evodia y Síntique! 1 Corintios 1.12, Filipenses 4.2 Veinte años más tarde, otro fue más severo: “Encontramos la gente tan acostumbrada a las revoluciones que, aun después de ser realmente convertidos a Cristo, se manifiesta en ellos un deseo de identificarse con uno u otro partido entre el pueblo del Señor, a tal extremo que siempre será difícil mantener un testimonio colectivo”. Gracias a Dios, sus temores eran exagerados.



Adrede mencionamos a don John Mitchell en la sección anterior, porque Caracas era su lugar de residencia y sin duda él aportó mucho a la asamblea que nos ha interesado hasta aquí. Pero su correspondencia nos deja con la impresión de que estaba más a gusto en el interior de la República, y su nombre está estrechamente ligado con la primera iglesia local en Valencia, y por ende con la secuencia de asambleas que marcó su centenario en 1998.

Sea como fuere, cuando los esposos Inurrigarro (Enrique y Lizzie) vinieron a servir al Señor en este país, fueron directamente a Valencia. Cómo el Espíritu Santo condujo a aquella pareja a dedicarse a esta República, no sabemos. Lo que sí está registrado en revistas es que para España fue un gran acontecimiento enviar a un hijo nativo a América del Sur.



Años antes, la madre de Enrique Inurrigarro no sabía cómo corregir la conducta de su muchacho travieso, y como último recurso amenazó con enviarle a la escuela diaria de los odiados protestantes allí en Barcelona. El muchacho continuó con sus travesuras y la mujer llevó a cabo el castigo prometido. ¡Enrique recibió a Cristo en aquella escuela de Henry Payne en Cataluña! Llegó a ser maestro en el instituto, trabajando al lado de los varios Payne que figuran en la obra del Evangelio en España. [No se debe confundir a estos Payne con el igualmente destacado William Payne, el que “abría surcos” —como dice su biografía— en Argentina y Bolivia pocos años más tarde.] 



Al llegar en julio 1897 Enrique Inurrigarro, su esposa e hija se residenciaron en la Calle del Sol número 84, Valencia. Hoy día el inmueble es un hotel, identificado como Calle Páez número 103-65.



La hija de la pareja catalana contaba que su madre nunca le permitía comer las tortas que los vecinos les obsequiaban. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la señora sabía que contenían veneno. Hubo días en que fue necesario limpiar el salón de reunión dos y hasta tres veces, debido a que la gente tiraba basura —y probablemente excremento— desde la calle.



Un compañero de milicia para Inurrigarro llegó al final de 1897 en la persona de Ernest Thomas. Desembarcó en Puerto Cabello, donde pasó las amargas en la aduana porque había traído una pasta de jabón entre su equipaje. Pero, ¡leemos que un viaje de dos horas y media en tren le permitió llegar a Valencia!



Thomas llegó como soltero y se casó un año después en Barbados. Como en tantos casos en aquel tiempo, la señora se enfermó en Venezuela, con el resultado de que la pareja se marchó de este continente a mediados de 1900 en aproximadamente la misma ocasión en que los Inurrigarro se trasladaron a Puerto Rico, en parte por la misma razón.



En agosto 1898 los esposos Inurrigarro, John Mitchell y Ernest Thomas partieron el pan por primera vez en Valencia. Una señorita valenciana fue bautizada en noviembre y una pareja de Barbados fue recibida en comunión unos meses más tarde. El grupito se nutrió poco a poco de personas residenciadas en parroquias distantes.




Hemos de mencionar también la presencia protestante fuera de Málaga, además de los lugares ya mencionados, como en Churriana, Campanillas o Ronda y destacar el trabajo en las escuelas. Dice Elías de Mateo Avilés(ii) :




En Málaga, al filo de la Guerra Civil, funcionaban varios colegios evangélicos gratuitos: el de la Iglesia Evangélica Española en calle Ollerías, 31, el anejo a la capilla de «Los Rubios» en Benagalbón, de la misma confesión y otros en la periferia de la capital: Santa Catalina, Churriana y Campanillas. Especial importancia revestía en este aspecto la actividad de las Escuelas Evangélicas de calle Ollerías, con más de ciento cincuenta alumnos, cinco profesores y cinco aulas bajo la dirección del maestro evangélico de la rama bautista, Juan Pedro Roldán Rodríguez. Como bien señala Vilar, los años de la II República supusieron para los protestantes españoles el comienzo de una etapa de esperanza y expansión bajo la protección de la proclamada libertad religiosa del nuevo régimen amparada en el artículo 27 de la Constitución de 1931 y en la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas. Sin embargo, en Málaga de manera más acentuada que en otros lugares, el violento estallido anticlerical, y en consecuencia antirreligioso de mayo de 1931, el resentimiento y la hostilidad de los medios católicos y la reducción de las ayudas económicas internacionales, fruto de la crisis mundial, constituyeron factores claramente desfavorables que ensombrecieron una corta etapa prometedora que se vio violentamente truncada por el estallido de la Guerra Civil.




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(i) Enrique Inurigarro y su esposa Lizzie trabajaron como misioneros también en Galicia en 1914

(ii) Entre la represión y la tolerancia. El Protestantismo y las sectas en Málaga durante la época de Franco (1937-1967) Elías De Mateo Avilés


 

 


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