El mito de Isis y Osiris es el más elaborado e influyente en la mitología del Antiguo Egipto. Cuenta una historia de asesinato, amor, abnegación femenina y reconstrucción de la carne.
En su libro FILOSOFÍA DE LA MITOLOGÍA, el alemán Friedrich W. J. Schelling (1775-1854) afirma que los mitos demuestran la existencia de un proceso intelectual común al conjunto de la humanidad. Otros autores entienden que el mito es una enfermedad del lenguaje. Sus defensores reclaman que el mito es una representación opaca de la realidad cultural de una sociedad.
El mito de Isis y Osiris es el más elaborado e influyente en la mitología del Antiguo Egipto. Cuenta una historia de asesinato, amor, abnegación femenina y reconstrucción de la carne.
Osiris, esposo de Isis, reinaba en Egipto con paz y felicidad. Se le antojó un día conocer otras civilizaciones y a semejante aventura se embarcó. Antes dejó el gobierno del reino en manos de su esposa. Esto no gustó nada a Seth, hermano de Osiris. ¿Por qué elegir a Isis y no a él, que era varón? La envidia mata. El rencor no perdona. En el corazón malvado sólo hay intenciones de muerte. Y muerte del amor.
Cuando Osiris regresa, el traidor inventa una estratagema que le da resultado. Al demonio jamás lo rinde el sueño. El mal viene de él. Para hacer mal, cualquiera es poderoso. Seth organiza un banquete para celebrar la bienvenida del hermano. En un momento del festín ordena a sus servidores llevar una caja-ataúd. Después pregona si hay algún valiente capaz de entrar en el ataúd. Lo hace Osiris. Era lo que Caín estaba esperando. Cierra herméticamente la caja y exige a los esclavos que la arrojen al río Nilo.
Aquí interviene Isis. A esta deidad mitológica la llamaban en Egipto “gran maga”, “gran diosa madre”, “reina de los dioses”, “fuerza fecundadora de la naturaleza”, “diosa de la maternidad y del nacimiento”. Isis corre a lo largo del río en busca de la caja-ataúd. La encuentra en una mata de tamarisco en Biblos, en la región del Líbano, donde había sido arrastrada por las aguas. A base de conjuros mágicos logra resucitar a su esposo. Se trata de un mito, de acuerdo. Pero el amor y la muerte son temas recurrentes en la literatura universal.
Dice Pablo que el amor todo lo puede. Tal vez. Pero ¿puede el amor resucitar a un muerto? No pienso ahora en los milagros de Jesucristo. Tengo en la mente otra clase de amor: el de una mujer a un hombre o el de un hombre a una mujer. Los racionalistas franceses de principios del siglo XVIII que negaban la resurrección de Cristo decían que fue el amor de María Magdalena el origen de lo que ellos llamaban mito. ¡Incrédulos! El amor puede ser muy profundo, muy puro, uno puede amar al extremo de que, según Campoamor, arrancarle el amor es arrancarle la vida, pero por muy intenso que sea no puede levantar de la tumba al amado que en ella yace sin vida.
La reina Isis pudo. Y lo hizo. En compañía de Osiris regresa a Palacio. Este perdona a su hermano. Si milagro grande es perdonar a los seres humanos sus errores, cuánto más grande es perdonar a un asesino, sangre de su propia sangre. Osiris lo hizo. No conocía la frase del dramaturgo francés Pierre Corneille: “quien perdona muy fácilmente, invita a ofenderle de nuevo”.
En este espejo se miró el hermano malo.
Para celebrar la reconciliación organizó un nuevo banquete e invitó a Osiris. Un proverbio árabe dice que no hemos de confiar ni siquiera en el país de la confianza. Osiris no había leído a Mahoma. “¡Mi buena fe me ha perdido!”, dice el personaje de Balmes. Y añade el filósofo: “no le ha perdido su buena fe, sino su torpe confianza en quien le ofrecía demasiados motivos para prudentes sospechas”.
Osiris cayó de nuevo en la trampa asesina. Seth ordenó matar a su hermano y cortar su cuerpo en 42 pedazos, que fueron esparcidos por todo Egipto. En la vida real, cuando la muerte agarra a alguien no lo suelta, pero el mito tiene sus propias leyes.
¿Qué hace una mujer que ha perdido al hombre que ama? Cuando Julieta cree muerto a Romeo, resuelve quitarse la vida. Isis no. Creía en lo imposible. Se ha dicho que el amor todo lo vence. Cierto. Y también es cierto que el auténtico amor jamás se da por vencido. Este fue el caso de Isis. Con la ayuda de otras deidades recorre el país en busca del cuerpo destrozado hasta que logra unir todos los miembros. Según el mito, cuando Osiris es hecho uno, Isis adopta forma de pájaro, insufla aliento y vida en su cuerpo con las alas y mantiene relaciones sexuales con él. De esta unión nace Horus. La siguiente fase del mito comienza cuando Horus, adulto, desafía a su tío y asesino de su padre. Entre ambos libran numerosas batallas, que terminan con la victoria de Horus.
Del mito de Isis y Osiris existen varias versiones. Me he decantado por la que, a mi entender, tiene más seguidores. Ninguna fuente egipcia brinda un relato completo del mito; las opiniones varían mucho en su versión de los eventos que, se cree, tomó su forma esencial en torno al siglo XXV antes de Cristo.
Plutarco, escritor griego nacido el año 46 después de Cristo y muerto en el 120, a quien la Historia ha dado justa fama, compuso una obra sobre el mito de Isis y Osiris que tituló HISTORIA DE LOS DOS HERMANOS. Plutarco sostiene que Isis recuperó todos los miembros del cuerpo de Osiris, con la excepción del pene, que fue comido por los peces del río. Utilizando su magia, logró reconstruirlo devolviéndole su función natural.
En el mito de Isis y Osiris destaca la fuerza del amor, la lucha sin tregua por salvar el amor. En el amor nadie debe darse por vencido aunque esté vencido. Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría, observa que Cupido, el nombre del dios latino del amor, deriva de cupere, que significa desear con ansia, con pasión, con la pasión que la diosa Isis puso dos veces en la búsqueda de su amado muerto. En otro mito, este griego, Eros, dios del amor, “tenía originariamente tal fuerza que, según Rojas, era capaz de unir los elementos constitutivos del mundo”. Esta fuerza del amor la declaró en verso Lope de Vega (1562-1635) en uno de sus sonetos más leído:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor: quien lo probó lo sabe
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