Aquella luz celestial que Cristo predicaba, presentándose a Sí mismo como luz del mundo, iluminó para siempre el corazón de la Magdalena, para siempre, hasta después de muerto.
En otro libro mío conté dos historias de amor, leídas en la prensa diaria, que me emocionaron profundamente.
Una de ellas tuvo lugar en un pueblo francés llamado Abbeville, a orillas del río Somme. Un hombre de 83 años retuvo en su casa el cadáver de su esposa durante tres meses. Tanto la amaba que no quería separarse de ella ni aún muerta. Continuó amándola desde el olor fétido y las células descompuestas.
No estaba loco. Era ejemplo de amor más allá de la muerte.
La segunda historia tuvo lugar en Berlín con días de diferencia. Erich Kramer, de 85 años, perdió a su mujer. Puesto que era especialista en confeccionar figuras de cera hizo una del tamaño natural de su esposa fallecida, con la imagen más favorecida que pudo lograr. El artículo del periódico decía que Kramer aparecía con su figura de cera en cafeterías y restaurantes. Hablaba con la imagen, reía de vez en cuando como si estuviera presente en cuerpo, alma y espíritu.
Kramer no estaba loco. Kramer amaba más allá de la muerte.
María Magdalena tampoco estaba loca. No dialogó con el cadáver de Jesucristo, no lo convirtió en figura de cera, pero su amor por el Maestro de Galilea venció las barreras de la muerte.
Una aclaración que considero de suprema importancia: el amor que la Magdalena sentía por Jesús, y del que daré detales más adelante, no era, en absoluto, para nada, de forma alguna, un amor sensual. El que la Magdalena profesaba a Jesús ni de lejos tenía parecido con el erotismo sublimado en el culto religioso, como era el caso de Afrodita y otras divinidades. El amor es una ley universal que ofrece tantos corolarios como almas que a él se someten. El de la Magdalena hacia Jesús era un amor puro, totalmente desprovisto de instintos carnales, como una escalera de oro que se remontaba hasta los cielos que el Maestro anunciaba. El amor es la primera luz de la vida. La luz es el amor del corazón. Aquella luz celestial que Cristo predicaba, presentándose a Sí mismo como luz del mundo, iluminó para siempre el corazón de la Magdalena, para siempre, hasta después de muerto.
Mentiras, calumnias y blasfemias contra María Magdalena han sido una constante en la historia del Cristianismo.
Por Andalucía suele cantarse una coplilla cuya única estrofa dice:
Más pecó la Magdalena,
y luego la hicieron santa
cuando vieron que era buena.
¿En que se basa el autor de esos versos envenenados para decir que María era mujer pecadora?
La tradición católica ha venido acusando a María Magdalena de prostituta. La primera persona, hombre o mujer de cuyos labios salió la infamia ¿en qué lugar de la Biblia leyó que la Magdalena fuera prostituta?
El error, el tremendo error que no tiene perdón se originó por primera vez cuando confundieron a la Magdalena con la mujer presuntamente prostituta que se menciona en el capítulo 7 de Lucas. Esta es la historia: un hombre rico llamado Simón, fariseo de religión, hizo una gran fiesta en su casa. Invitó a muchos amigos, y a Jesús. Durante el banquete surgió una mujer, se arrodilló a los pies de Jesús, derramó sobre ellos una gran cantidad de perfume que mezcló con lágrimas, besó los pies y los secó con sus cabellos. “Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39).
En la mente de Simón el fariseo aquella mujer pertenecía a lo que se ha dado llamar “la mala vida”. Pero ¿qué es la mala vida? Si una mujer decide ejercer la prostitución por necesidades económicas o porque le guste, ¿por qué es de la mala vida? Es su vida, la que ha querido vivir, peor vida es la que se gastan políticos de todos los países, prostituyéndose por el poder, por el dinero, por sobornos, por alcanzar la fama.
Y a propósito: ¿qué hacía la mujer en la fiesta de un rico y respetado fariseo? ¿Había sido invitada? ¿Entró porque quiso? En este caso, conocía la casa, sabía dónde estaban las puertas, tal vez mantenía algún tipo de relación con el tal don Simón, que parecía conocerla bien.
Lo que de esta historia interesa es saber que aquella mujer no era María Magdalena. También yerran de pies a cabeza quienes la identifican, como hacen autores católicos, con María de Betania, hermana de Marta y Lázaro. Ningún parecido bíblico ni histórico entre estas tres mujeres.
Hay más: el evangelista Lucas dice que cuando Jesús iba predicando por ciudades y aldeas, además de los discípulos le seguían algunas mujeres que habían sido sanadas por Él. Cita a Juana, Susana y María Magdalena. Juana era mujer de un tal Chuza, intendente de Herodes Agripa, tetrarca de Galilea. De Susana no se sabe nada, pero algunos autores la sitúan en la misma corte del rey Herodes. Juana y Susana eran mujeres ricas, influyentes, casadas con hombres de la alta política. Si la Magdalena hubiera sido una simple prostituta, ¿la habrían admitido en su reducido y exclusivo grupo?
De una vez: María Magdalena fue una bella mujer, virgen de cuerpo y de alma, de familia distinguida por su riqueza que habitaba un castillo en Magdala, ciudad situada en la costa occidental del mar de Genesaret, cerca de Tiberíades. El sobrenombre de Magdalena le venía de su lugar de origen.
Una segunda falsedad es la que pretende unir sentimentalmente a la Magdalena con Jesús. A Jesús le han atribuido varias esposas. El libro CRISTO VIVIÓ Y MURIÓ EN CACHEMIRA, publicado por una pequeña secta del Islam extendida casi exclusivamente por Cachemira, estado de la India dividido entre este país y Pakistán, afirma que Cristo no murió en la cruz, sus discípulos lo desenclavaron y huyó a Cachemira, donde contrajo matrimonio y tuvo hijos.
Otras fuentes aseguran que esposa de Cristo fue realmente María la hermana de Marta y Lázaro. Ambos huirían a Egipto, de aquí a Francia, en el país galo contraerían matrimonio y les nacerían hijos.
Precisamente en Francia empezó a correr en el siglo XVIII una tercera mentira, que con quien realmente vivió Jesús en aquel país fue con María Magdalena.
Vargas Vila –no confundir con Vargas Llosa- autor colombiano nacido en 1860 escribió una novela titulada MARÍA MAGDALENA. Aquí sigue la hipótesis en boga, que Cristo estuvo casado con María Magdalena. Desde entonces se han publicado centenas de libros que siguen esta absurda teoría. Voy comprando los que aparecen en librerías y poseo una regular colección. Hasta el ex sacerdote Juan Arias, periodista al que lanzó Emilio Romero en el diario PUEBLO y quien renegó de la sotana para contraer matrimonio, ha escrito un libro absurdo titulado LA MAGDALENA, EL ÚLTIMO TABÚ DEL CRISTIANISMO.
Quien más ruido ha causado ha sido EL CÓDIGO DA VINCI, del norteamericano Dan Brown. César Vidal ha escrito que ”EL CÓDIGO DA VINCI no se parece más al verdadero Jesús de lo que se asemeja un huevo a una castaña”. En este “Código”, como no podía ser menos, se mantiene la fábula que Jesucristo estuvo casado con María Magdalena.
El común de las personas cree estas patrañas sin tener en cuenta que se trata de novelas, no ensayos históricos ni científicos. La novela es pura ficción, invención, fábula, mentira. El papel aguanta todo lo que se le eche.
En los Evangelios, el problema de María Magdalena era una enfermedad aparentemente demoníaca de la que Jesús la cura. Desde entonces, ella no le deja ni a sol ni a sombra. En vida le sirve, cuando le crucifican permanece al pie de la cruz, cuando muere amortaja su cuerpo con abundantes especias aromáticas. El relato que hace el apóstol Juan de la resurrección de Cristo corona la figura de María Magdalena. Tres días después de haberle enterrado acude muy de mañana al sepulcro a llorar. Lo encuentra vacío. Ve allí a un hombre, era el propio Jesús, pero no lo reconoce. Le implora que si él se había llevado el cuerpo muerto le dijera dónde lo había escondido. Es entonces cuando se escribe el más bello y el más corto poema de amor que existe en la historia de la literatura. Un poema compuesto sólo de dos palabras. Él dice: ¡María! Ella responde: ¡Maestro!
¿Estuvo María Magdalena enamorada de Jesús? A mí no me sorprende. Hay una tendencia en mujeres a enamorarse de líderes religiosos. María veía a Jesús como uno más, un gran personaje. El Nuevo Testamento aún no estaba escrito. Ella no lo veía como Hijo de Dios, tal como lo concebimos los cristianos más de 20 siglos después.
El historiador judío Flavio Josefo, quien escribió durante el primer siglo, hace esta observación: “parece claro que María amó a Jesús, pero también le amaron otros. Aquellos que le amaron le siguieron amando tras la muerte”.
¡Amor más allá de la muerte!
El amor es la poesía de los sentidos. Cuando existe es para siempre, en vida, en muerte y más allá de la muerte, como era el amor de María Magdalena. El amor que muere cuando muere la persona amada no era amor. La muerte puede ser el fin de la vida, pero no tiene necesariamente que ser el fin del amor. La muerte es el comienzo de la inmortalidad y el amor auténtico es inmortal. Al igual que la Magdalena, el verdadero amor vigila el sepulcro comunicando entre lágrimas que más allá de la tumba el corazón sigue latiendo por el ser que un día se amó.
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