Escribió Antonio Machado:
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
En caminos de tierra y en mares de agua te he paseado por las principales ciudades de Cuba.
Las ciudades quedan, cada una de ellas envueltas en su propio misterio, lo nuestro es ya pasado. Un pasado que siempre estará presente en nuestros recuerdos.
Llaman cayo a una isla pequeña, rasa, con mucha vegetación.
Las estimaciones más fiables afirman que en el archipiélago de Cuba existen unos 4000 cayos. Diego Velázquez creyó que se encontraba a las puertas del paraíso cuando, deslumbrado por la belleza del conglomerado de cayos septentrionales, los nombró Jardines del Rey, consagrando el lugar al monarca que entonces reinaba en España, Fernando II de Aragón.
Los Jardines del Rey, o Archipiélago de Sabana-Camagüey, como también se le conoce, se extiende a lo largo de 465 kilómetros por la provincia de Matanzas y la provincia de Camagüey. En esta amplia zona se encuentran unos 2.500 cayos.
De más está decirte que de esos 4.000 cayos, sólo unos cuantos están preparados para el turismo. El Gobierno que triunfó en la revolución ha puesto especial cuidado en crear una infraestructura de la industria del ocio en algunos cayos cuidadosamente elegidos. La construcción de nuevos hoteles pretende una ocupación de 20.000 camas, sumado a una terminal aérea moderna.
Voy a contarte algo de los cayos más significativos al día de hoy. También te hablaré de otros menos conocidos. Seré breve.
En la provincia de Ciego de Avila tienes dos cayos muy conocidos, de amplia oferta turística, con miles de visitantes que acuden en busca de descanso y sacudirse el estrés de la vida moderna: Cayo Coco y Cayo Guillermo.
Cayo Coco se encuentra a 75 kilómetros al norte de Ciego de Avila. Tiene una extensión de 370 kilómetros, lo que califica como una verdadera isla. Aguas cristalinas y arena de color claro cubren 22 kilómetros de playas. Estas playas, arropadas en diáfanas noches diamantinas, hacen las delicias de los visitantes.
Si eres apasionado del avión, Cayo Coco dispone de aeropuerto internacional. Tienes hoteles baratos y hoteles de lujo, como el
Blau Colonial y el
Meliá Cayo Coco, ambos de cinco estrellas. Con una estrella menos están el
Try Cayo Coco y el
Sol Club Cayo Coco.
Si te apetece excursionar, vete a la
Cueva del Jabalí, al
Parador la Silla o al
Parque Natural la Gabá.
Cayo Guillermo es más pequeño, 18 kilómetros cuadrados. Los principales atractivos de Cayo Guillermo son sus 5 kilómetros de playas increíbles, donde el alma se refleja en la sucesión infinita de las olas.
Aquí tienes otro hotel de cinco estrellas, el
Meliá Cayo Guillermo, uno de cuatro,
Sol Cayo Guillermo y otro de tres,
Villa Cojimar. Si, como el poeta gaditano José María Pemán sientes amor y apetito por el mar, el mar y no pensar en nada, Cayo Guillermo es tu paraíso. Puedes ensayar todos los deportes náuticos: ski náutico, planchas de vuelo, motos marinas, submarinismo. Si te cansas, pasea en yate, en canoa o en catamarán. Ernesto Hemingway, quien solía pescar en estas aguas, escribió en una de sus últimas novelas: “Señores, vengan a ver Cayo Guillermo, es realmente prometedor”.
Otro cayo que tiene fama, admirado tanto por extranjeros como por nacionales, es Cayo Largo del Sur, bajo la jurisdicción administrativa de Isla de la Juventud, a 135 kilómetros de la capital, Nueva Gerona, uno de los mejores cayos de Cuba. Cuenta 37 kilómetros de superficie, rodeado por 25 hermosas playas orientadas hacia el Mar Caribe, entre las que destacan Playa Blanca, Playa Sirena y Playa Tortuga.
Si llegas a Cayo Largo en avión, te verás sorprendido en el terminal del aeropuerto por un grupo de músicos interpretando salsa. Cayo Largo cuenta con una red de siete magníficos hoteles que disponen un total de 600 camas. El más antiguo y probablemente el más confortable es el
Hotel Isla del Sur.
No temas, no te aburrirás aquí. Tienes restaurantes de comida nacional e internacional,discotecas, paseos en ferry a otros cayos cercanos, como Cayo Cantiles, donde vive una colonia de monos en estado salvaje, Cayo Iguana, poblado por un significativo número de iguanas y Cayo Rico. Si lo oculto te atrae puedes visitar en Cayo Largo la Casa de los Orishas y llevarte algunos recuerdos de la santería afro-cubana.
No lejos de aquí te espera Cayo Rosario, ideal si te gusta la práctica del buceo y la fotografía submarina.
A 12 kilómetros de la ciudad Nuevitas, en la provincia de Camagüey, está Cayo Sabinal, en el archipiélago de Sabana-Camagüey. Cuenta con 30 kilómetros de playas vírgenes en una extensión de 335 kilómetros. Este Cayo es admirado por la colonia de pájaros de diferentes especies que lo habitan. Además del sol y del mar (¡qué alegría!), puedes disfrutar la visita al Faro de Colón, construido en 1848. Una de sus playas hacen honor al nombre: Playa Bonita.
Un pedraplén de 50 kilómetros une la provincia de Villa Clara con 718 kilómetros de islotes y playas. Treinta y nueve kilómetros distante de Yaguajay, y ya en la provincia de Sancti Spiritus, se encuentra el Cayo Santamaría, delicia de los aficionados a la pesca. También puedes visitar aquí un criadero de esponjas y otro de camarones. Puedes bañarte en sus aguas trasparentes o dedicarte a la observación de su gran barrera de coral.
Regresemos al lugar de partida, al sur de la isla, a la provincia Pinar del Río. En sus costas hay varios cayos: Cayo Judías, Cayo Inés de Soto, Cayo Arenas, Cayo Levisa. Este me parece el más atractivo, con bosques de pinos y arbustos silvestres. Puedes llegar tomando un barco que sale de Puerto Esperanza, pueblecito pesquero situado a 48 kilómetros de la capital. Si es verdad o no es verdad, no lo sé: dicen que en el trayecto de lo que podríamos llamar seafari puedes pescar langostas, abundantes en estos mares. Pero una vez pescadas, ¿dónde las cocinas? ¡Ya te las arreglarás!
Aquí termina el recorrido por los principales cayos de Cuba. Esta isla, privilegiada por la innumerable risa de las olas del mar, ejerce una irresistible atracción para el visitante. “¿De dónde venimos, qué somos, adónde vamos?” Sólo en las cálidas tardes de las playas cubanas, cuando el ocio permite la evasión de los problemas cotidianos, se nos ocurre plantearnos tales interrogantes, dignos del Próspero de Shakespeare. Venimos del mar, somos agua, al mar de la eternidad vamos. “Mar paternal, mar santo; mi alma siente tu influencia invisible”, escribió Rubén Darío.
La Editorial Letras Cubanas publicó en el 2010 un importante libro de investigación que tituló DICCIONARIO BIO-BIOGRÁFICO DE ESCRITORES ESPAÑOLES EN CUBA, SIGLO XX, escrito por Jorge Domingo Cuadruello, narrador, novelista e investigador de 59 años nacido en La Habana.
La primera parte, compuesta por nombres de escritores españoles nacidos en Cuba, recoge, desde la A a la Z, 210 páginas de fichas biográficas. En la segunda parte se detallan las visitas realizadas a Cuba por importantes intelectuales españoles a lo largo del siglo, generalmente para presentar ciclos de conferencias.
Uno de tantos fue García Lorca, poeta, dramaturgo, entre los escritores españoles más importantes del siglo XX. Lorca llegó a Cuba en marzo de 1930. Pronunció conferencias en varias ciudades de la isla. Aquí permaneció tres meses. El poeta, vilmente asesinado en agosto de 1936, afirmó en varias ocasiones que su estancia en Cuba había sido el período más feliz de su vida. No es de extrañar. Esta tierra rodeada de mar, donde tantos españoles han encontrado asilo y favores, gana el corazón de quienes fraternizan con el pueblo amable y hospitalario.
Si quieres comentar o