Esto es Camagüey, a 534 kilómetros de La Habana. Estamos aquí porque hemos llegado. Su fundación data de 1514. El nombre que los colonizadores españoles impusieron a la ciudad cuando le dieron vida fue Santa María del Puerto del Príncipe. En 1903 fue rebautizada con el que ahora ostenta en recuerdo del cacicazgo indígena que dominaba la región antes de la llegada de los españoles: Camagüey. Su centro histórico fue considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO el año 2008.
Te ilustro: Camagüey es patria de héroes militares y de literatos. Una figura muy venerada allí es Ignacio Agramonte. En 1868 este militar se alzó en armas contra las tropas españolas para respaldar el levantamiento de los habitantes de Bayamo. Murió peleando en su enfrentamiento guerrero. En EL DICCIONARIO DEL PENSAMIENTO MARTIANO se puede leer (página 9) el elogio que José Martí hace de Agramonte: “Acaso no haya romance más bello que el de aquel guerrero que volvía de sus glorias a descansar en la casa de Palmas, junto a su novia y su hijo”.
En 1902 vino al mundo en Camagüey Nicolás Guillén y en 1814 Gertrudis Gómez de Avellaneda. Fue hija de padre español y madre cubana. Estos dos grandes poetas son muy conocidos y leídos en España, donde vivieron largos años. Tanto el primero como el segundo esposo de Avellaneda fueron españoles.
Camagüey es también conocida como la ciudad de las iglesias. Los colonizadores, entre los que jugaba un papel muy importante la jerarquía católica, construyeron aquí hasta catorce templos. Los llamo templos, no iglesias, porque las iglesias las forman las personas y los templos son piedras, mejor o peor dispuestas. El templo más antiguo fue erigido entre 1616 y 1617. Que los constructores católicos legaron a la ciudad una fastuosa arquitectura, es innegable.
¡Basta ya de historia!¡La historia es el cementerio de los muertos! Vayamos en busca de la vida. ¿Estás preparado?
Al igual que en otras ciudades, aquí se impone que comiences a caminar por su centro histórico, el núcleo urbano más antiguo de la villa. Constituye un tipo de arquitectura única en América Latina.
Si te apetece pasear entre plantas y árboles te ofrezco dos parques. El parque Ignacio Agramonte se extiende por las calles Ignacio Martí, Independencia y Cisneros. Es un atractivo y bello espacio abierto. Las palmas que crecen en el parque son un monumento popular a dos precursores de la independencia. Aquí estuvo la Plaza de Armas durante la colonia. En 1912 se colocó en el parque la estatua de Agramonte. Lo representa machete en mano en actitud de combate.
Otro parque que te gustará –yo lo he paseado varias veces- es el del Casino Campestre, “una especie de oasis que impone un refrescante descanso a quienes recorren la ciudad”. Una curiosidad patriótica: cerca del parque Casino está el Instituto de Segunda Enseñanza y frente al mismo se encuentra el monumento a los pilotos españoles Barberán y Collar, quienes el 10 de junio de 1933 realizaron el primer vuelo trasatlántico en la historia de la aviación al cubrir en 19 horas y 11 minutos 4.333 millas entre Sevilla y Camagüey. ¿Dices que esto te importa poco? ¡Hombre, sólo es la reseña de un hecho histórico!
No te incomodes y vete a la Plaza San Juan de Dios, enmarcada entre las calles Ramón Pintó, San Juan de Dios y San Rafael. Es uno de los espacios coloniales mejor conservados de Cuba, rodeado por edificaciones de los siglos XVIII y XIX.
¿Quieres entrar a un museo? En la avenida de los mártires, cerca del hotel Puerto Príncipe, tienes el Museo Provincial Ignacio Agramonte. Posee colecciones de alto valor que muestran el desarrollo de las Artes Plásticas desde el siglo XIX hasta la etapa contemporánea.
Tranquilo. No olvido la farándula. ¡Qué sería el mundo sin teatros! Entre otras tragedias supondría traicionar la memora de la Grecia y la Roma de la Antigüedad. En la calle Padre Valencia, entre Tatán Méndez y Lugareño encontrarás el Teatro Principal. Te digo lo que dicen, que es “uno de los mejores teatros de Cuba construidos en época de la colonia”, hacia 1850. Aquellos colonizadores españoles no sólo construyeron templos religiosos, también dedicaron una propina –no más- a la cultura.
No te lo he dicho antes. A Camagüey no sólo se la conoce como ciudad de las iglesias, también como ciudad de los tinajones. ¿No sabes qué son los tinajones? Yo he visto en Cádiz, frente a la playa de la Caleta, en la calle San Pablo y en otras adyacentes, casas que aún hoy conservan en el centro del patio cisternas o aljibes donde se recoge el agua de lluvia. Pues bien; tomando como modelo las tinajas de barro que llegaban de España con aceite y vino, en Camagüey se construyeron los primeros tinajones a partir de arcillas locales para almacenar el agua que el cielo enviaba. Así nació una industria alfarera que persiste hasta el día de hoy. Algunos tinajones están sobre la tierra y otros hundidos en ella. Anda con cuidado, si una muchacha cubana te da a beber agua de un tinajón, no la tomes, porque según la leyenda si la bebes te enamoras de ella y te quedas en Cuba. ¿Dónde mejor?
Ya me has dicho varias veces que quieres ver el mar para darte un baño. ¿Dónde? En pocos lugares de la isla como aquí, en Santa Lucía, a 110 kilómetros de Camagüey. Santa Lucía es una playa abierta, 23 kilómetros de larga, sin rocas ni acantilados. Aguas color turquesa, arena fina. Está considerada la mayor de su tipo en el hemisferio occidental. Dudo que hayas venido a Cuba con equipo de buceo, pero si la sangre te arrastra a este deporte y quieres comprar o alquilar lo necesario para bajar a las profundidades, entonces te diré que estás en el lugar adecuado. Santa Lucía es el paraíso para los amantes de este deporte, con 35 lugares ambientados para practicar buceo marítimo.
Sal de la playa, anda, dúchate, ponte ropa ligera y vamos al coche. El escritor belga Maurice Maeterlinck dijo que lo mejor de los viajes es lo de antes y lo de después. Lo de antes lo has vivido ya; vayamos en busca de lo después.
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