Estimado amigo: ¿De dónde salió el Universo? No me refiero al mundo humano, que de esto ya hablaremos en otra ocasión, sino al cosmos, a la Tierra, a este Universo que conocemos y en el cual vivimos. Mi pregunta tiene que ver con el origen de la Naturaleza. La creación física es un hecho innegable e indudable, pero ¿cuál fue el principio de esta creación?
Te voy a decir lo que yo creo:
Creo que la creación fue obra de un Ser poderoso al que llamamos Dios. Creo que este Ser, primera causa de todas las cosas, existía desde tiempos infinitos, y en un momento determinado, imposible de localizar, hizo todo lo que se ve en seis períodos de tiempo que la Biblia llama “días”. Creo, también, que lo formó todo de la nada.
Pero la
nada, para que podamos entendernos, no hemos de concebirla como un algo material. La verdad sobre la creación no consiste en pensar que fue hecha de la
nada, sino en que pasó de no ser, a ser. Es cierto que no tenemos idea de cómo era esta nada, este
no ser en la eternidad. También es cierto que ignoramos el punto indivisible que separaba la creación de la eternidad. Pero sabemos que hubo un tránsito de la
nada al
ser, en el cual, un Dios infinito y poderoso para crear dio a luz el Universo material que nos rodea.
Esta es mi creencia. ¿Que no te convence? Puede. Pero la tuya satisface mucho menos. Tú, que no admites la existencia de Dios, dices que la materia es eterna, que existía por sí misma desde tiempos remotos y que ha venido evolucionando a través de miles de millones de años hasta llegar a producir estos mares que cruzan nuestros barcos, estas montañas que escalan nuestros alpinistas, estos bosques que nos proveen de la tan necesaria madera, esta selva que cobija a las fieras, estos desiertos que atraviesan nuestras caravanas, y todo lo demás.
Razonemos. Yo digo que al Universo físico lo ha hecho Dios y tú dices que no, que es consecuencia del Big Bang, el huevo cósmico, la materia. Yo no puedo demostrarte de dónde salió Dios, pero tú tampoco puedes decirme quién formó la materia. Dime: ¿Cuál de las dos posiciones resulta más absurda? ¿Creer que un Dios eterno lo hizo todo con el poder de su palabra o admitir que la materia existía desde siempre sin poder explicar su origen?
Tú necesitas fe para aceptar mi postura; necesitas fe para creer en la existencia de un Dios creador; pero, amigo mío, hace falta mucha más fe para creer en lo que tú me dices, para admitir que la materia ha existido siempre.Yo, cuando estoy ante una montaña que me deleita con su majestuosidad, adoro a Dios y le doy gracias por haberla creado para mí; pero tú, lo más que puedes hacer es arrodillarte ante la montaña y agradecerle el que haya existido siempre, sin poder explicarte de dónde salió. No. Desengáñate. Tú necesitas más fe para creer en tu materia eterna y evolucionista que yo para creer en mi Dios Creador.
Lo mío es sólo un punto, y muy débil, por cierto, decirte de dónde salió Dios. Resuelto este misterio, todo lo demás tiene explicación fácil. Pero tú has de explicarme cómo es posible que la materia sea eterna y a la vez evolucione, porque eternidad y evolución son dos cosas distintas. ¿Y cuándo alcanza su perfección la materia y deja de evolucionar? Además, ¿cómo puede la materia, siendo una fuerza ciega y puramente física, crear las formas de vida mental y espiritual? ¿Puede la piedra hacer que yo piense? ¿Puede el mar lograr que yo escriba? ¿Pueden las nebulosas permitirme amar? ¿Pueden los soles despertar mis emociones espirituales? ¿Soy todo yo la consecuencia de una fuerza material que hace millones de años se hallaba difundida en el espacio y que ha venido evolucionando hasta su estado actual?
Tu doctrina, querido amigo ateo, no puede ser más amarga. Criticas mi fe, me arrancas a Dios del alma y por toda compensación me sumerges en un mundo de cavilaciones, de dudas y de negaciones que no puedes explicar.
El sabio francés Luis Pasteur, que fue un creyente fervoroso, dio un golpe mortal a la teoría materialista sobre el origen de la creacióncuando, en 1864, pronunciando unas conferencias en la Sorbona, de París, y provisto de sus tubos de ensayo experimentales, dijo al selecto auditorio que le escuchaba: “Caballeros, yo señalaría a ese líquido y os diría que he tomado mi gota de agua de la inmensidad de la creación, y la he tomado llena de los elementos apropiados para el desarrollo de seres inferiores. Y espero, y observo, y la interrogo, rogándole comenzar de nuevo para mí el hermoso espectáculo de la primera creación, pero es muda; muda desde que estos experimentos empezaron hace algunos años, muda porque la he separado de la única cosa que el hombre no puede producir, de los gérmenes que flotan en el aire, de la vida misma, porque la vida es un germen y un germen es vida”.
El experimento de Pasteur, aún hoy, a pesar del progreso de la ciencia en este campo, sigue siendo definitivo: La materia no puede crear. La materia es inerte, carece de vida, es incapaz de engendrar.
Sólo Dios puede hacerlo. Dios solo lo hizo: “¿Quién obró e hizo esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio. Yo, Jehová, el primero y yo mismo con los postreros” (Isaías 41:4).
Es así como Dios reclama su autoridad divina sobre la creación. Esta forma de argumentación es frecuente en las páginas de la Biblia. En otro lugar, el mismo Dios pregunta a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular?” (Job 38:4-6).
San Pablo relaciona el misterio de Cristo con el de la creación y dice que por Él, en cuanto Segunda persona de la Trinidad, “fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos, y las que hay en la tierra, visibles e invisibles…Todo fue creado por él y para él” (Colosenses 1:16).
La Biblia no solamente te dice que Dios creó el Universo, además te dice cómo lo creó. Esta es la diferencia entre tu teoría y mi verdad. Tú no puedes decirme cómo empezó a evolucionar la materia ni de qué manera se las arregló para conseguir que la creación llegase a su estado actual, pero yo sí que puedo probarte de qué forma hizo Dios el mundo.
El primer capítulo del Génesis presenta un relato completo sobre la creación. Relato que, dicho sea de paso, la ciencia no ha podido desmentir hasta ahora, pese a los numerosos ataques que se le han dirigido desde todos los ángulos del saber humano.
Antes de la creación, “la tierra –dice la Biblia- estaba desordenada y vacía”. Densas masas de vapor o de gases cubrían todo. La Biblia lo explica diciendo que “las tinieblas estaban sobre la haz del abismo”. “El Espíritu de Dios se movía” contemplando la escena de sus operaciones futuras. Era una escena negra, sin orden, confusa, que sólo una potencia divina podía iluminar y ordenar.
En seis días el Creador llevó a cabo toda su obra. Se ha discutido mucho si fueron días de veinticuatro horas o no. Pero ha sido un despilfarro inútil de tiempo, de energía y de material. Dios no mide el tiempo como nosotros. Ya lo hemos dicho. Para él, un día es igual que mil años y mil años como un día. Si fueron días como los nuestros o grandes períodos de tiempo, no afecta en nada a la esencia del relato. Puedes elegir lo que más te agrade. Yo creo que Dios pudo llevar a cabo su obra tanto en seis días como en seis segundo o en seis mil años. Esto no varía nada.
Ahora mismo no sabría decirte dónde he leído una observación que recuerdo, que me parece importante y que quiero someter a tu consideración. Es esta: la Biblia, al tratar de la creación, emplea tres palabras claves: crear, hacer y formar.La primera se emplea para describir la creación de los cielos y la tierra, para sacar a la luz lo que no existía. La segunda, que se emplea siete veces en el relato del Génesis, se usa para indicar el empleo de material ya existente, como cuando el carpintero hace el mueble usando la madera que ya existía. Y la tercera, formar, se indica para la construcción del cuerpo humano; la figura aquí es la del gran Alfarero que modela, que forma su obra de la arcilla.
La labor del primer díao periodo de tiempo es sencillamente majestuosa: “Dijo Dios: Sea la luz, y fue la luz”. ¡Qué sencillo! ¡Qué hermoso! Tú dirás: ¡Imposible! ¿Cómo, dónde, cuándo? Yo te contesto: “Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).
El segundo día Dios separó las aguas de arriba, de las nubes, de las aguas de abajo, por medio de una placa sólida llamada firmamento.
El tercer díaDios juntó las aguas que anegaban la tierra en un lugar, apareciendo así los océanos y emergiendo de ellos la tierra seca y firme. Existiendo la tierra e infiltrándose la luz a través de las grandes capas de nubes, se crearon las condiciones para la vida orgánica y la vegetación surgió en su triple manifestación “hierba verde, hierba que dé simiente y árbol de fruto”.
El cuarto díaDios crea el mundo sideral; se produce la aparición de las grandes lumbreras, el sol, la luna y las estrellas. Se ha querido ver aquí una dificultad, señalándose que la luz ya estaba creada desde el día primero. Efectivamente, así fue, y, además, se ha demostrado que la tierra tuvo su origen del sol, por lo que éste tuvo que ser antes que aquella.
Pero el inexistente error es consecuencia de una lectura superficial de todo el pasaje. La Biblia no dice que Dios creara las lumbreras; simplemente decretó: “Sean lumbreras”. Estas ya existían desde el día primero y eran suficientes para los principios de la vida vegetal infundiéndose a través de las espesas nubes. En esta cuarta etapa de la creación los cielos se despejan por completo y los astros iluminan directamente la tierra, señalando el día, la noche y el paso de los años.
El quinto díaDios da otro importante paso en su obra con la creación de la vida animal. Las aguas se pueblan de peces y de grandes monstruos marinos y por el espacio abierto que está bajo el firmamento empiezan a cruzar las aves.
Por fin, el sexto díao último período de la creación Dios hace a los cuadrúpedos y a los mamíferos. La tierra produce ya vegetación en abundancia y se adapta, por lo tanto, a la forma más elevada de la vida. Este día “hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que anda arrastrando sobre la tierra según su especie.
En el curso de esta etapa Dios creó también al hombre, la culminación de toda su obra. Pero el hombre es tan grande que merece capítulo aparte.
Pásalo bien.