Smith reemprendió hace poco su carrera, haciendo una antología de su obra en un disco doble que se llamó
Land (1975-2002). El álbum incluía un libreto con textos de la recientemente fallecida escritora Susan Sontag, que fue
Premio Príncipe de Asturias, ilustrado con fotos de su antiguo compañero Robert Mapplethorpe y Annie Leibowitz, acompañado de anotaciones, letras y dibujos. El compacto recopila canciones de sus ocho discos, junto a versiones de artistas como Prince. Su lanzamiento coincide con la publicación en
Mondadori de una biografía en castellano, no autorizada por ella, escrita por un autor especializado en la escena neoyorquina de los años setenta llamado Victor Bockris, que nos revela otra cara de la artista.
TESTIGO DE JEHOVÁ
Patti Smith nació en Chicago en 1946. Su padre leía la Biblia, pero era ateo, despertando en ella una afición a la lectura, que le llevará en seguida a la poesía. Su madre sin embargo era
Testigo de Jehová, por lo que llevaba a sus hijos a distribuir
Atalayas. Patti recuerda sobre todo las amenazas de los vecinos, cuando les echaban a gritos. Pero dice que le “enseñó a rezar, me explicó que había un orden absoluto, y que podíamos hablar con Dios siempre que quisiésemos”. Fascinada por el jazz y la pintura, desarrolla entonces una extraña fascinación por el Tibet. En las pausas de su trabajo en una fábrica descubre a Dylan y Rimbaud, sus dos grandes ídolos.
El dilema se le presenta cuando tiene que optar entre las doctrinas religiosas de su madre y sus tempranas inquietudes artísticas. “Más o menos a los doce o trece años pensé que si ese era el camino y la única forma de llegar a Dios, entonces ya no necesitaba una religión”. Cuando preguntaba a los
Testigos, “¿qué va a pasar entonces con todos los museos, los
Modigliani, o el periodo azul de Picasso?”, que tanto le gustaba. “Ellos decían que todo acabaría cayendo en el líquido mar del infierno! Por lo que “no quería ir al cielo si allí no iba a encontrar arte”. Sin embargo
para su biógrafo, “la batalla con la fe se convertirá en la base de su vocación artística”. Ya que “a través de la escritura, del arte y de la música, iba a encontrar su propia espiritualidad”.
Cuando estudia arte en Filadelfia en los años sesenta, Patti Smith lee a Lorca, escucha a los Rolling Stones y adquiere su imagen contestataria. Se queda embarazada, pero entrega a su hijo en adopción. Va entonces a Nueva York a trabajar en una librería de la Quinta avenida, y comienza a vivir con el fotógrafo Mapplethorpe, cuya serie de desnudos de hombres negros provocó toda una crisis política en los años ochenta en torno a la libertad de expresión. Al ir a París con su hermana a perseguir el fantasma de Rimbaud, Mapplethorpe se hace homosexual, cayendo después enfermo. Patti se traslada con él al hotel Chelsea, donde viven muchos artistas y empieza a hacer recitales de poesía, escribiendo con su compañero Sam Sephard, luego un famoso actor, una obra de teatro. En ella su personaje anuncia el papel del
rock como una nueva religión, que va a sustituir a la Iglesia en su pompa, ceremonial y carácter revelado.
EL ROCK COMO RELIGIÓN
“Antes la gente tenía a Jesús y toda su gente a la que acudir”, dice Smith. “Habían creado un dios con toda la energía de su fe”. Por lo que “cuando no se comprendían a sí mismos, siempre podían perderse en el Señor”. Pero “ahora eso resulta muy difícil”, puesto que “Dios está demasiado lejos”, y “ya no nos representa en nuestro dolor”. Así que “sus palabras no nos sacuden como solían hacerlo”. Por eso es creado el
rock, dice: “a nuestra imagen y semejanza”. Tenía poco más de veinte años cuando publicó su primer libro,
Séptimo cielo, y comienza a relacionarse con músicos que le introducen en la escena del
rock en 1971. Su grupo se establece en el club más popular del momento, descrito por ella “como una
asamblea evangelista”.
El legendario músico neoyorquino John Cale, dice que ella “tenía una idea de la improvisación típica de la
Iglesia Metodista del País de Gales”, una denominación
presbiteriana que nació como resultado de los
Avivamientos del siglo XVIII. Sus canciones eran “como una declamación”, dice el productor de
Horses, “pero la mayoría de los impulsos de Patti parecían provenir de la plegaria” y la oración. Pero la verdad es que los estudios estaban repletos de todo estimulante conocido. Su éxito favorece rápidamente un segundo álbum,
Radio Ethiopia, que le asocia ya con el movimiento
punk en Inglaterra. Según ella, lo más importante del disco “es un desafío a Dios”, al que dedica todo tipo de blasfemias. Habla mucho de Jesucristo, pero en forma de obscenidades, como una clara forma de provocación.
“La religión se basa en la exclusión de los que no son como tú”, dice Smith. “La imaginería de la religión es fantástica, pero con los dogmas no puedo”. Para ella, “lo genial de la música y del arte es que no se fundan en dar la espalda a nadie”. Y “por eso”, dice: “creo que el arte y la música sustituyen a la religión”. Ya que “la gente quiere creer en algo desesperadamente, pero como cada vez que lo intentan, lo que se les ofrece es un conjunto de reglas, al final lo rechazan”.
¿POR QUIÉN MURIÓ JESÚS?
Patti canta que “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos”. Ya que no desea que “un símbolo ético o mítico se lleve la culpa o el mérito de algo que yo he hecho”. Pero
el año 77 sufre una grave caída, que amenaza una seria invalidez. El accidente hace que se vuelva a una mayor búsqueda mística. El resultado es su famoso disco
Easter (Pascua, 1978), centrado en la persona de Cristo. Su “mito me sigue emocionando y estimulando”, pero “el hecho de que existiese o no, ya no tiene importancia”.
Ella dice: “siempre he buscado ponerme en contacto con Dios por mi misma”, pero “en el Nuevo Testamento tienes que hacerlo a través de Jesús”. Es por eso que “ahora estoy reconsiderando mi forma de vida, aprendiendo a aceptar una forma de comunicación cercana al Nuevo Testamento”. Así que “he de volver a calibrar quién era Cristo exactamente”. Ya que “lo más grande que busca un artista es la comunicación con Dios”.
Esa búsqueda parece que no cambió su vida. Porque para ella “lo mejor de Jesús no es necesariamente el mismo Jesús, sino la creencia de la gente que le ha mantenido vivo durante siglos”. Se trata en definitiva de una fe en la fe. Ese es el problema. Jesús no es para ella más que un gran hombre. Pero Cristo es algo más que el camino para llegar a Dios. Es el propio Dios hecho hombre. Y sólo cuando nos rendimos a sus píes, descubrimos que Jesús no murió por los pecados de alguien, sino por mí, para que una vez perdonado, pueda comunicarme con Él.
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