Soy consciente de que los responsables de impartirlas han debido investigar mucho, leer libros, consultar a Internet.
Yo voy a hablar de lo que he vivido. Me referiré a hechos de los que sido protagonista directo o indirecto.
Yo fui convertido del ateísmo a la fe cristiana en 1951 en el seno de una Iglesia protestante.
En 1953 me incorporé al protestantismo militante como pastor de dos iglesias en la isla de Tenerife.
Por entonces éramos apenas un puñado concentrados en pequeñas congregaciones, principalmente en las grandes ciudades.
El triunfo del Nacionalcatolicismo en la guerra civil diezmó nuestra membresía.
Esto lo cuento con detalle en un libro de 1958 titulado EN DEFENSA DE LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES.
En mayo de 1956 un reducido número de líderes protestantes deciden constituir la Comisión de Defensa Evangélica Española. Una entidad enfocada a defender los derechos de los protestantes y reclamar al Gobierno una apertura religiosa que nos permitiera vivir sin asfixia.
Su primera presentación en sociedad fue el envío de una larga carta al general Franco en junio de 1956 exponiendo al jefe del Estado la difícil situación de los protestantes y solicitando su intervención.
Franco nunca respondió.
Ya entonces se hablaba de 30.000 protestantes en España. De hecho, existe un libro titulado LOS 30.000. Fue escrito por una periodista puertorriqueña que vino a Madrid con ese propósito y durante algún tiempo se estuvo documentando en las oficinas de la Comisión de Defensa.
Si este libro se ha perdido habría que recuperarlo.
El protestantismo español levantaba cabeza.
El 21 de noviembre de 1961 el sacerdote y escritor Jesús Iribarren decía en las páginas del diario YA: “Los españoles de la más remota aldea leen hoy sobre el protestantismo… Tienen también conciencia de una pequeña aunque no despreciable presencia. Existe un protestantismo español”.
Nuestras luchas de titanes empezaban a dar frutos.
La espada de Goliat no lograba quebrar la onda de David.
En junio de 1967 las Cortes españolas aprobaron por mayoría la Ley 44 regulando el derecho civil al ejercicio de la libertad religiosa en España.
Fue un triunfo indiscutible del entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, apoyado por otros dos miembros liberales de aquel Gobierno: José Solis Ruiz y Manuel Fraga Iribarne. A lo largo de ocho años Castiella estuvo enfrentándose a la clase política, a la jerarquía católica y a ministros de su propio Gobierno en defensa de esta Ley. Hizo del tema un asunto personal y la insistencia fue premiada.
Aquella Ley supuso para los protestantes españoles mucho más de lo que éstos han reconocido. Relajó el clima de rechazo hacia nosotros, permitió la apertura de nuevos locales de culto, se autorizó la publicación de literatura, en una palabra, facilitó enormemente nuestra labor y se reconoció oficialmente nuestra presencia como minoría religiosa.
Esta presencia fue ratificada por la Constitución de 1978 al proclamar el tercer párrafo del artículo 16 que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”.
En esas demás confesiones estábamos nosotros. Por primera vez en la historia de España subíamos hasta un artículo constitucional. Dos años más tarde, en 1980, bajo el mandato de Suárez y pilotada por el diplomático vasco Eduardo de Zulueta el Gobierno promulgó otra Ley de libertad religiosa mucho más amplia que la de 1967.
Finalmente, en noviembre de 1992 el Gobierno firmó una serie de Acuerdos de Cooperación con las iglesias protestantes inscritas en la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España.
Aquél 17 de septiembre de 1992, cuando el texto de los Acuerdos fue aprobado en el Congreso de los Diputados por 267 votos a favor y una abstención, el representante socialista Cuesta Martínez, recordando el estilo de Castelar, dijo a sus señorías: “Cerramos hoy así definitivamente cuatro siglos de intolerancia religiosa. Atrás quedan los tiempos del Estado confesional anclado en la idea medieval de la cristiandad del siglo XVI o del carácter legalista del siglo XVIII. Atrás dejamos preceptos constitucionales como aquella declaración del artículo 12 de la Constitución de 1812: “La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única verdadera”. España vuelve a ser desde el punto de vista jurídico lo que ya era desde su esencia y realidad fáctica: cruce de culturas, síntesis de creencias, convivencia de ideas”.
Los Acuerdos significaron el reconocimiento del Estado a nuestra existencia y presencia. Pero tales Acuerdos no fueron firmados con la sociedad española, que en gran medida sigue ignorándonos, ni con la jerarquía católica, que continúa aborreciéndonos.
Desde entonces hemos avanzado mucho en todo el país.
En enero de 1980 publiqué en la revista RESTAURACIÓN un artículo titulado HACIA DOS MILLONES DE EVANGÉLICOS EN ESPAÑA. Era una especie de programa futurista. Allí abogaba por el establecimiento de iglesias vivas, aumentar nuestra presencia social, conceder importancia a la educación primaria, secundaria y universitaria de los jóvenes, iniciar una aproximación a los intelectuales y profesionales de las diversas materias, conceder atención al mundo del deporte, llegar con el mensaje cristiano a los políticos del país, desarrollar medios propios de comunicación, estimular la economía en las Iglesias, etcétera.
Hoy, unos 30 años después, no somos aún dos millones de protestantes en España. Pero estamos en el camino. Andamos en ello.
Un frente contrario a nuestros proyectos es la escasa o nula atención que nos dispensan los medios de comunicación: prensa, radio y televisión.
Para estos medios no existimos.
Sólo existe la Iglesia católica.
Se habla de “la” Iglesia de manera permanente en todos los medios para referirse de forma exclusiva y excluyente a la Iglesia católica. Esto constituye un grave atentado contra nosotros. Se nos echa de la vida pública. Las iglesias protestantes no existen en España.
Es tal el desconocimiento del protestantismo que cuando se escribe algo sobre nosotros generalmente se hace desde la ignorancia. Pondré dos ejemplos:
“Barack Obama asistió ayer a una misa protestante”. No hay misas en las iglesias protestantes.
Otro: El pasado lunes, la presentadora de la primera cadena de televisión dijo que uno de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Rick Perry “es de religión evangelista”.
No existe tal religión. Perry es evangélico, no evangelista, hay gran diferencia entre ambos conceptos.
Cuando la prensa, la televisión o la radio dicen algo sobre Martín Luther King, jamás mencionan su condición de pastor protestante.
Toda esta confusión nos llevó hace algunos años a crear nuestros propios medios de información.
El protestantismo español del siglo XXI está relativamente bien representado en este campo.
Poseemos revistas de carácter nacional.
Hemos puesto en marcha algunas emisoras de radio y tenemos programas en emisoras comerciales.
Batallando estamos para obtener licencias que nos permitan establecer legalmente emisoras de televisión.
Cuatro editoriales protestantes de sólido arraigo publican constantemente libros con los que estamos presentes en la sociedad y exportamos a países de la América Hispana.
Con todo, nuestro ministerio mediático más extenso lo realizamos a través de internet, donde tres grandes agencias emiten constantemente boletines de información. Son
LA LUPA, en la que labora un grupo de escritores protestantes independientes,
ACTUALIDAD EVANGÉLICA, perteneciente a la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, y
PROTESTANTE DIGITAL, en la que colaboran un centenar de escritores y periodistas protestantes coordinados por Pedro Tarquis. PROTESTANTE DIGITAL publica también boletines de noticias en portugués y en inglés. Está considerada como una de las agencias de noticias más importantes del protestantismo europeo.
Con todo este discurso he querido decir que el protestantismo español del año 2011 está vivo, fuerte, cuenta con profesionales en todos los campos de la cultura, las letras, el arte, la ciencia; tiene en toda España líderes bien formados, con visión y ambición y con un pueblo que ha sabido salir de las catacumbas a los campos floridos de nuestra geografía, con el corazón puesto en los desafíos del mañana.
(*)
Texto leído por el autor en la Universidad Complutense de Madrid el jueves 3 de noviembre de 2011 con motivo del I Congreso Internacional sobre Reforma Protestante Española.
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