Josep Pernau escribió en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA que el pueblo de Madrid salió a la calle para dar el adiós definitivo al
viejo profesor.
Catedrático de Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, en agosto de 1965 fue expulsado de la Facultad junto a García Calvo y José Luis López Aranguren. Los tres fueron acusados por el régimen de Franco de incitar a los estudiantes a acciones subversivas.
En octubre de 1976, vuelto del exilio, es restituido a su cátedra de Filosofía y se involucra en política. Funda el Partido Socialista Popular junto al Partido Comunista de España. El escaso apoyo obtenido de quienes esperaba mucho, da lugar a su integración en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), hecho que tuvo lugar oficialmente en un acto celebrado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid el 29 de abril de 1978. Un año después es elegido Alcalde de Madrid con el apoyo del Partido Comunista.
Ahora, al cumplirse 25 años de su muerte, abundan en la prensa las crónicas laudatorias. Sin embargo, no todos concuerdan en las alabanzas.Nada nuevo.
Junto a los elogios a su figura y al enaltecimiento de su obra se está recordando el libro demoledor publicado en 1997 por
César Alonso de los Ríos titulado
LA VERDAD SOBRE TIERNO GALVÁN. Alonso de los Ríos desmitifica sin piedad la figura del profesor. Dice que al acabar la guerra civil “tuvo un cómodo trabajo en la primera hora franquista”. Por otro lado, en la reciente obra
CAMALEONES, DESMEMORIADOS Y CONVERSOS,
Sebastián Moreno observa que “en el Diccionario de la Falange se apunta con perplejidad que la cátedra le fue adjudicada por un tribunal integrado mayoritariamente por profesores falangistas”.
Pasemos páginas al crédito y al descrédito. Somos hijos de Dios y también hijos del momento histórico en el que Dios nos pone.
En una de las paredes del salón donde trabajo (no le llamo despacho, porque con nadie despacho yo),
cuelga una fotografía en la que estoy dando la mano a Tierno Galván. Junto a mi hay otros cuatro dirigentes evangélicos de aquella hornada. La reunión con el Alcalde en el Ayuntamiento de Madrid fue gestionada en abril de 1978 por Manuel López Rodríguez, entonces muy cercano a líderes socialistas. Nunca olvidaré la pregunta inicial de Tierno Galván cuando concluyeron las presentaciones: “Y bien, ¿qué traen ustedes?” No qué quieren, no qué pretenden, no en qué puedo servirles como Alcalde. “Qué traen”. Hombre pragmático, antes de que le pidiéramos alguna cosa quería saber en qué consistía la contribución protestante al pueblo de Madrid.
Uno de los nuestros, cuyo nombre silencio porque aún vive, en realidad malvive, por el mismo mal que afecta a aquella generación, la abundancia de años y la inevitable aparición de enfermedades, se descolgó con esta chorrada: “Tenemos mucho en común, ustedes son de Pablo Iglesias y nosotros de las iglesias de Pablo”. Pablo iglesias (1850-1925), político, fue uno de los fundadores del Partido Socialista, al que pertenecía el Alcalde.
En aquél momento deseé que me tragara la tierra sobre la que estaba construido el edificio del Ayuntamiento.
Tierno Galván lo miró fijamente, tal vez preguntándose si allí estaba representada la clase dirigente del protestantismo madrileño. Interpreté su mirada y acudí al trapo, como se dice en lenguaje taurino. Por aquellos días yo había leído un libro escrito por él titulado ¿QUÉ ES SER AGNÓSTICO? Con el fin de dar otro rumbo a la conversación le hablé del libro y se interesó por conocer mi impresión. Juan Gili, que estaba presente, alegró la entrevista refiriéndose a los cambios positivos que el Alcalde estaba llevando a cabo en Madrid. Juan Luis Rodrigo concluyó que no habíamos acudido al Ayuntamiento para pedirle cosa alguna, tan solo para saludar al Alcalde, a nuestro Alcalde.
En realidad, Tierno Galván no concedió beneficio alguno a los evangélicos que vivíamos y trabajábamos en Madrid. Unas veces se consideraba ateo y otras agnóstico. Esto no le impidió mantener una estrecha relación con la jerarquía católica, a la que destinaba dinero del Ayuntamiento y concedía terreno urbanizable para sus proyectos. Luis María Ansón ha recordado hace días que no obstante su agnosticismo y su marxismo confesados, Tierno Galván mantenía buenas relaciones con las monjas.
En el libro citado, el profesor de filosofía y Alcalde de Madrid afirma rotundamente que “ser agnóstico no es ser ateo”. Y añade: “El agnóstico no niega, caso del ateo, sino que no concibe al Dios trascendente, aunque sí puede concebir lo finito, expresándose como divino, sustituyendo la palabra Dios por la de finitud para evitar connotaciones que arrastran a una valoración no finita”.
Demasiadas brumas. Para el agnóstico, la noción de Dios rebasa las posibilidades de la inteligencia humana. Nuestro entendimiento, dice, carece de fuerzas, carece de asideras con respecto a la existencia de Dios.
Esta no es doctrina bíblica. El pensamiento racional no obstaculiza la creencia firme y absoluta en Dios. La razón no nos aparta de Dios. La razón nos acerca a El tanto como la fe.
Dios no se oculta en los estrechos recintos de un sagrario, como recitaba Savonarola. Un solo texto de la Biblia, escrito por San Pablo, desarma por completo la filosofía agnóstica. Dice el apóstol: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (
Romanos 1:19-20).
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