Su preparación humanística, Majestad, es seguro que no le permitirá a usted comulgar con conceptos tan estrechos como el de Menéndez y Pelayo cuando decía que para ser buen español había que ser católico, apostólico y romano; y que un español disidente con las doctrinas de Roma no podía ser patriota (al de “estrecho” estuve tentado de añadir el adjetivo "arcaico´: pero me contuve, porque el sofisma de españolismo y catolicidad se ha venido manteniendo en España hasta un pasado muy reciente e incluso se ha publicado en letra de prensa por eclesiásticos de la religión oficial que aún viven).
Somos españoles. Pero, repetimos, no pertenecemos a la llamada religión católica. Por este motivo, Majestad, nos hizo daño el discurso de usted pronunciado ante la supuesta imagen del apóstol Santiago, con motivo de la ofrenda anual en Compostela. Usted declaró que presentaba la ofrenda en nombre de todos los españoles. Y se olvidó de nosotros. Porque un cuarto de millón de españoles, que no .profesamos las doctrinas de Roma, no estábamos allí representados. Por favor, Majestad, ténganos en cuenta en actos semejantes. Matice sus discursos. Cuando de actos religiosos se trate hable en nombre de los católicos de España, pero no en nombre de todos los españoles. Porque una considerable minoría no somos lo que aquí se conoce por católicos. Pero sí somos españoles.
Nosotros, Majestad, nunca hemos dado motivos para que se nos imagine antiespañoles; más bien hemos suministrado pruebas de todo lo contrario. Ahí está la Historia grande de España y nuestra pequeña y particular Historia. Nosotros somos españoles. Amamos a nuestro país y estamos dispuestos a aportar lo que esté a nuestro alcance para contribuir a su engrandecimiento.
El mes próximo usted cumplirá un año como rey de España. Ha sido un primer año políticamente difícil para usted. Al declarar que quería ser rey de todos los españoles y que trataría de resolver, a la medida de sus posibilidades, los problemas de todos, los distintos sectores de la nación le tomaron la palabra y comenzaron las peticiones y reivindicaciones desde todos los ángulos, no sólo de los estamentos políticos.
Nosotros, los cristianos del Nuevo Testamento, le hemos pedido a usted muy pocas cosas, si es que le hemos pedido algo. Pero no se olvide de nosotros, Majestad. Nosotros también contamos.
Los primeros veinte años de la dictadura que precedió a la monarquía que usted representa fueron muy duros para nosotros. Cuando acabó la guerra civil se nos confiscaron muchos locales de cultos y se requisaron utensilios que usábamos en nuestros servicios de adoración a Dios. Desde 1939 a 1960 casi ,vivimos discriminados, acosados por la presión de la religión oficial, que usaba del poder secular para impedir la práctica y propagación de nuestra fe. Pero supimos aguantar. Nosotros no nos exiliamos; permanecimos dentro del país, manteniendo nuestro testimonio cristiano.
La ley de libertad religiosa de 1967 nos concedió un respiro. Desde entonces hemos crecido numéricamente en todo el país. Actualmente (*) representamos una fuerza potencial de 250.000 personas. Somos más, muchos más que los componentes de la mayor parte de los partidos políticos que hoy se debaten en España. Y, con todo, nosotros no protestamos, no convocamos asambleas escandalosas, no atacamos al gobierno, no nos manifestamos públicamente, no llevamos a cabo “pintadas" en ningún sentido, no nos enfrentamos a las fuerzas del orden, no damos problema alguno ni al gobierno ni a la corona. No lo hacemos, Majestad, porque somos gente de paz y las enseñanzas de Cristo no son en nosotros pretextos, sino realidades que influencian nuestra conducta ciudadana.
Pero no nos olvide usted, Majestad. Nosotros también contamos. Nuestra Comisión Evangélica de Defensa está preparando un “Dossier" en el que le expondremos detalladamente nuestra situación y le informaremos de nuestros problemas y de nuestras reivindicaciones como ciudadanos españoles que no queremos serlo más de tercera fila, sino en plenitud de derechos y de obligaciones.
Nosotros contamos para Dios en el reino eterno; queremos contar igualmente para España y para la corona en esta hora crucial que está viviendo el país.
Respetuosamente, Juan Antonio Monroy
(*) “Restauracion”, Madrid 3 de octubre 1976
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