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Los de Fe Católica en Tánger

La España que he vivido (XXII)

Tánger es una linda ciudad marroquí, muy cosmopolita, junto a la salida oeste del Estrecho de Gibraltar. Su historia se remonta a la época del imperio romano, cuando su nombre era Tingis.
ENFOQUE AUTOR Juan Antonio Monroy 03 DE SEPTIEMBRE DE 2009 22:00 h

En 1912 se firmó una convención entre Inglaterra, Francia y España para otorgar a Tánger carácter de ciudad internacional. Más tarde se añadió Italia. Al comienzo de la segunda guerra mundial, en 1940, España ocupó militarmente Tánger y la añadió a su zona del protectorado español. Al terminar la guerra la ciudad volvió de nuevo a control internacional. Así estuvo hasta 1956, cuando Marruecos obtuvo la independencia de Francia y de España. Desde entonces se encuentra totalmente integrada en el reino de Marruecos.

Siempre se ha escrito de Tánger en relación a sus puntos negros, como el espionaje, el contrabando, el comercio ilícito. Todo esto es verdad. Pero existe también el Tánger refugio de prestigiosos intelectuales, el Tánger que ha producido para España y Francia artistas, pintores, escritores de altura. El cine ha destacado, desgraciadamente, los aspectos negativos de Tánger: La trata de blanca, las embarcaciones piratas, las lanchas que cruzan veloces el estrecho de Gibraltar cargadas de droga. A la famosa película CASABLANCA se pensó ponerle en un principio el nombre TÁNGER, porque este lugar fue elegido por los productores para su rodaje.

Entre los años 50 y 60 Tánger fue un centro de difusión del protestantismo. La población española se cifraba entonces en torno a 40.000 personas. Para este reducido núcleo había cinco iglesias que ofrecían cultos en español. Una perteneciente a las Asambleas de Hermanos, una Pentecostal, una de los Discípulos de Cristo, una Adventista y la Iglesia Bíblica, la más numerosa y activa. Contaba además con dos Institutos Bíblicos, uno para mujeres y otro para hombres. Y dos potentes emisoras de radio, Ibra Radio y Radio Transmundial.

Tanto las iglesias como las emisoras de radio tenían a España en su punto de mira. Tánger no era más que un pretexto. Unas y otras estaban empeñadas en llevar el mensaje de Cristo a los españoles que vivían al otro lado del estrecho.

Se comprenderá que este foco de protestantismo alarmara a Fe Católica y en particular a su director, Sánchez de León. ¿Qué hacer? A Tánger no podía enviar jesuitas (bendito sea Dios). Marruecos sólo ha permitido en su territorio a cleros católicos de la Orden Franciscana. Estos dicen que los franciscanos llegaron al país musulmán en el siglo XIII, viviendo todavía San Francisco de Asís (independientemente de la teología que practicaba, creo que éste hombre fue verdaderamente santo).

Sánchez de León estudió cómo superar el obstáculo. Un hombre de su talla no se detiene ante las dificultades. Busca la forma de apartar las piedras que se amontonan en su andar diario.

Encontró la fórmula ideal. Entró en contacto con un franciscano llamado Constancio Cabezón Marín. Hombre joven, culto, inteligente, dinámico. Vivía a fondo su fe católica y llegó a Tánger para predicarla entre españoles.

Oficialmente, Cabezón fue enviado a Tánger como director de los Cursillos de Cristiandad que los jesuitas enseñaban en toda España. Pero su misión principal era detener el crecimiento del protestantismo. Aunque fracasó en la tarea, puso todo su empeño en ella.

La primera visita que hizo Cabezón para contactar con líderes protestantes fue a mi oficina en el número 2 de la calle La Haya. Supo elegir. Sin pretensiones de protagonismo ni encumbramiento estúpido y vano, yo era el líder protestante más destacado en la zona. Ejercía como pastor en la Iglesia Bíblica, la de mayor crecimiento en Tánger, casi todos los domingos se convertían españoles. Editaba una revista mensual, LUZ Y VERDAD, que llegaba a iglesias en España y a españoles en la emigración. Producía cuatro programas semanales en Radio Internacional de Tánger con el nombre LA ESTRELLA MATUTINA. Estos programas se escuchaban en todo el sur de España y más adentro. Recibía entre 80 y 100 cartas mensuales solicitando el Nuevo Testamento que ofrecía gratis. Dirigía desde Tánger la Misión Cristiana Española, a través de la cual impulsaba la evangelización y el establecimiento de Iglesias en la península. Acababa de publicar mi primer libro importante, DEFENSA DE LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES. Importante debió parecerle al Gobierno de Franco porque el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, un católico vasco sincero, íntegro, humano, mandó a pedir cinco ejemplares a través del Consulado español en Tánger. Yo mismo se los entregué al cónsul.

Constancio Cabezón empezó a ganarme la voluntad por donde siempre la he perdido, por el corazón. Dijo que quería ser mi amigo. Que juntos podríamos realizar algunos trabajos a favor de los pobres. Me habló de las relaciones ecuménicas, del Concilio que estaba preparando el papa Juan XXIII. En su segunda visita me pidió dos ejemplares gratis de DEFENSA DE LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES. Aunque me pregunté para qué los querría, no podía leer dos al mismo tiempo ni uno después de otro, se los di. En sucesivas visitas me pidió más ejemplares. Hasta que me enteré por un amigo madrileño, el abogado Ernesto Vellvé, que metía la nariz en todos los huecos, que los ejemplares de mi libro los enviaba a las oficinas de Fe Católica en Madrid y los jesuitas de más autoridad se los distribuían. Así me expliqué que el jesuita Eustaquio Guerrero lo citara varias veces en su libro LIBERTAD RELIGIOSA EN ESPAÑA, de 1962. No pudo haberlo comprado en librería alguna ni tampoco yo se lo hice llegar.

Este y otros incidentes motivaron que las relaciones entre Cabezón y Monroy se rompieran para siempre jamás.

La última vez que chocamos fue cuando Constancio Cabezón estaba dictando los Cursillos de Cristiandad de Fe Católica a la crema de los católicos españoles de Tánger. Era en el hotel Pasadena, en la carretera de Tetuán, cerca de la antigua plaza de toros, donde presencié una corrida lidiada por el gran monstruo de la tauromaquia, el mejicano Carlos Arruza. Un conocido mío llegó a mi oficina diciendo que el padre Cabezón y su grupo tenían a su mujer en aquella reunión, que le estaban comiendo el coco, o lavando el cerebro, creo que ambas expresiones valen.

Mi acompañante y yo nos presentamos en el hotel, entramos a la sala donde se estaba celebrando el Cursillo. Al verme, Cabezón me indicó en gesto furioso que saliera. Con palabras que parecían sacadas de un horno me dijo que aquél no era lugar para mí. Respondí que acompañaba a un conocido mío que quería llevarse a su mujer a casa.

Hace menos de un año localicé al fraile. Vive en el monasterio de Regla, en Chipiona. Ojeando catálogos de libros hallé uno titulado ASÍ MURIÓ JESÚS, firmado por Constancio Cabezón. Una llamada a la editorial me convenció de que se trataba del mismo franciscano con quien había compartido amores y sinsabores en Tánger. El libro es bueno. Muy bueno. Lo comenté en PROTESTANTE DIGITAL el 31 de diciembre del 2008. En mi artículo citaba el episodio del hotel Pasadena y los ejemplares de DEFENSA DE LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES. Le mandé copia del mismo a Chipiona. Me respondió con una carta de pocos amigos. Decía que no recordaba nada de lo ocurrido en el hotel Pasadena. ¿Nada? ¡Qué memoria más flaca! ¿Memoria de fraile o memoria de quien no quiere recordar acciones que detesta?

Acudo en su ayuda. La mujer se llamaba María Pérez. Era hija de la portera en el edificio de la calle Viñas donde yo vivía. Su marido era Emilio Villanueva. Emilio era ateo, trabajaba en el Banco de Estado de Marruecos, allí mi mujer era secretaria. Formaban un matrimonio joven. Emilio acudió con su angustia a mi mujer pidiéndole que yo le acompañara al hotel. Era tímido. Lo hice. En el hotel nos presentamos los dos. Treinta miradas asesinas nos fulminaron a Emilio y a mí. Le dije a Don Constancio que no nos iríamos de allí sin Mari. Cursillistas cercanos a él le aconsejaron que la dejara marchar. Tuvo que hacerlo. Cabezón pedía fuego del cielo sobre mi cabeza, pero María y Emilio se abrazaban y lloraban.

Otro fuego cayó sobre él, por meterse donde no le llamaron.

Estaba yo preparando la boda de dos miembros de la Iglesia Bíblica, Cándido Gijón y Mercedes Ponce. Viven todavía, en París, desde hace años. A Cabezón se le ocurrió presentarse en casa de la novia para disuadir a la pareja de contraer matrimonio protestante. En mala hora lo hizo. En la casa estaba el hermano de la novia, Juan Ponce. Había llegado con su madre y hermanos procedentes de Sanlucar de Barrameda. Ponce había militado, antes de su conversión a la fe de Cristo, en todos los movimientos obreros de izquierdas en la provincia de Cádiz. Para él, capitalistas e Iglesia católica eran una misma cosa. Ponce le soltó tal parrafada con el tono agresivo que le caracterizaba, que el franciscano nunca más acudió a otra casa de protestantes para pedirles que volvieran a su Iglesia.

Fe Católica, articulada como movimiento de represión para detener y combatir el protestantismo español, no tuvo éxito alguno en Tánger. Allí trabajaban protestantes imposible de doblegar.

P-D. PARA LUIS FERNANDO PÉREZ BUSTAMANTE.
Señor Bustamente: No suelo contestar a quienes escriben a PROTESTANTE DIGITAL manifestando su acuerdo o desacuerdo con mis artículos. De hacerlo perdería horas diarias de mi tiempo. Excepcionalmente me dirijo a usted a propósito del artículo en que usted me nombra Por cierto, puede usted comprobar el sentido de la ética, la imparcialidad y la generosidad que nos caracteriza con la publicación de sus opinones en este medio. Así quisiera yo que medios católicos publicaran mis escritos de protesta.

Añado esta posdata porque usted me insulta. Dice que mi anticatolicismo es patológico. ¿Qué quiere usted, amordazarnos después de habernos machacado? Pues ha dado en hueso duro. Nadie me hará callar, nadie, señor Bustamante, nunca. Y le recuerdo que yo no escribo para ustedes, católicos. Escribo para mi pueblo. Para contar a las nuevas generaciones de cristianos evangélicos cómo nos trató la Iglesia católica cuando dominaba todos los planos de la sociedad española. Si esto le parece patológico, acuda al psiquiatra. Responda lo que le plazca. No me ocuparé más de usted.


(*) Después del paréntesis del verano vuelvo a los artículos sobre mis vivencias en la España nacionalcatólica.


Artículos anteriores de esta serie:
 1Serie autobiográfica: mi conversión 
 2Un cristiano en Marruecos 
 3Fui soldado en la España de Franco 
 4Mi jura a la bandera 
 5Mis dos capellanes castrenses 
 6Otros incidentes en el cuartel 
 7Y Franco encarceló soldados evangélicos 
 8Me quemaron en efigie 
 9Mi matrimonio civil 
 10Curas contra las bodas evangélicas 
 11A vueltas con los nombres del santoral 
 12Encarcelamiento en Algeciras 
 13Más evangélicos en cárceles de Franco 
 14Mujeres evangélicas en prisión por su fe 
 15Atacan fieles y templos evangélicos 
 16Multas a mansalva a los protestantes 
 17Enterrados en corrales 
 18Clausura de locales de culto 
 19Confiscación de literatura evangélica 
 20Literatura censurada y Fraga Iribarne 
 21Aquellos jesuitas de `Fe católica´ 
 

 


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