Yo corroboro, ratifico, reafirmo y hasta robustezco esa opinión. Conozco bien el paño. Llevo muchos años militando en el mundo religioso en posiciones destacadas, desde que a los 27 años fui nombrado director de la Misión Cristiana Española en sustitución de Samuel Vila. Desde aquél entonces empecé a - ¿lidiar, bregar?- con pastores y otros líderes. Los desagradecimientos que he cosechado, si los calculo en almohadillas para las gradas, podrían llenar la madrileña plaza de toros de Las Ventas o el también madrileño estadio de fútbol Santiago Bernabeu.
Un caso reciente: el otoño pasado publiqué un número especial de VÍNCULO, la revista que actualmente dirijo, con cuatro páginas de texto y fotografías sobre la muerte en accidente de aviación del pastor canario Rubén Santana. Envié 50 ejemplares de la revista a la Iglesia Vecindario (Las Palmas) donde pertenecía Rubén antes de trasladarse a la península. Otros 50 ejemplares a la Iglesia Bautista Buen Pastor, de Madrid, iniciadora de la congregación en Tres Cantos (Madrid). Aquí ejercía como pastor Rubén Santana. Y 50 ejemplares más a dicha Iglesia en Tres Cantos.
Todos los ejemplares los envié gratis. Ignorando ese substantivo femenino que trata de la moral y de las obligaciones del hombre llamado
ética, ni siquiera me escribieron a la recepción de los paquetes. Mucho menos me dieron las gracias. Los pastores a quienes envié las revistas, ¿agradecieron que pensara en Rubén Santana y le concediera ese despliegue literario y gráfico? ¿Pensaron en lo que cuesta el papel de imprenta, la abundancia de fotografías, los gastos en sellos de correos, el trabajo de hacer los paquetes y llevarlos a la sucursal correspondiente? Ni por asomo.
Todo esto, ¿no merecía unas palabras de gratitud? Yo no las necesito, porque no trabajo pensando en que van a agradecerme lo que hago, pero ellos sí las necesitan. Se trata de un deber moral y ético al que están obligados. Ya lo decía el Duque de Rivas:
Porque el ser agradecido
la obligación mayor es
para el hombre bien nacido.
Otro ejemplo, tomado de mi propia experiencia. Aquí, en Protestante Digital, yo publico dos artículos semanales. El director, Pedro Tarquis, cada vez que hablamos del tema que sea, aunque no venga a cuento, me da las gracias por el trabajo que supone esta colaboración y por llevarla a cabo gratuitamente. Es igual. Yo escribo porque si no escribo dejo de respirar, muero.
Bien; en uno de los dos artículos, bajo la cabecera de ENFOQUE, como este, trato de temas generales. El otro, EL PUNTO EN LA PALABRA, lo reservo para breves ensayos sobre escritores o comentarios de libros. Cuando escribo sobre un libro evangélico enaltezco la persona del autor y destaco todo lo que encuentro de positivo en su obra, olvidándome de puntos que no comparto. Es mi norma. Mi manera de ser. Hablar bien de quien puedo hacerlo, que para hablar mal ya está el diablo.
¿Le extraña, lector, si le digo que casi ninguno de éstos autores me ha escrito jamás una nota para darme las gracias por el tratamiento concedido a él y a su libro? Usted podrá razonar: ¿Están obligados a hacerlo? Y yo le respondo: No, no tienen ninguna obligación legal. Pero ¿y la moral, y la ética, y el buen pago, y el cumplimiento, y la gratitud?
Más aún: Me piden prólogos para libros, los estudio, los escribo, los envío, y si te vi no me acuerdo. Cuando por algún medio me llega el libro allí está mi prólogo. Pero el autor ni siquiera tiene la deferencia -¿obligación? - de mandarme un ejemplar.
Vaya usted al mundo secular. Un periodista reseña un libro y tiempo le falta al autor para llamarle por teléfono o escribirle dándole las gracias. Llevará razón Voltaire. Los religiosos, de todas las religiones, dan menos muestras de agradecimiento que los llamados ateos.
¿No es hora de cambiar? ¿No decimos que predicamos el amor? Pues la misma ley del amor debería conducirnos al agradecimiento, porque la gratitud procede del amor. La gratitud es recomendada en la Biblia indirectamente por la reprobación de la ingratitud, pero también de forma directa y enfática, como lo plantea San Pablo: “La paz de Dios gobierne vuestros corazones….y sed agradecidos” (Colosenses 3:15). Pues eso, a aprender y a obedecer.
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