En el primer libro de Samuel, en la Biblia, se relata la historia de David y Goliat. El gigante medía dos metros noventa y dos centímetros, casi tres metros. La coraza con la que se protegía pesaba 66 kilos. La punta de su lanza pesaba 6 Kilos.
David era un joven menor de 18 años, débil, quien sólo tenía una honda de pastor y algunas piedras que tomó de un riachuelo cercano.
La lucha era desigual. Pero venció.
También los jóvenes mantienen una lucha desigual con el mundo que les rodea. Pero pueden vencer.
TOMANDO CONCIENCIA DEL PROTAGONISMO GENERACIONAL.
En su estupendo libro
El saco del ogro, aquel genial escritor que fue Giovanni Papini escribe:
“Toda generación tiene un mensaje divino que llevar a la ciudad de los hombres, y todo joven es, en este sentido, un ángel, aunque sea rebelde o caído. Pero este mensaje se queda casi siempre en enigma y música, sin poder fecundar la concreción de la tierra
.
“Y, sin embargo
, el único secreto para que el alma no se muera –y no corrompa el cuerpo con su corrupción- consiste en permanecer fieles a la propia juventud. Esta fidelidad se llama genio. Pero pocos hombres fueron verdaderamente jóvenes, y ésos, por brevísimo tiempo. El genio consiste en salvar una lengua de aquel fuego y hacer con ella una antorcha que nunca se apague”.
DESARROLLANDO LA DISCIPLINA INTERIOR.
Abundando en la idea generacional, el gran filósofo español José Ortega y Gasset, dice:“La impresión que una generación nueva produce, sólo es por completo favorable cuando suscita estas dos cosas: esperanza y confianza”. Esto escribía en carta a un joven argentino que estudiaba filosofía en el año 1924. Y, en la misma, endurecía más aún sus exigencias:
“La nueva generación necesita completar sus magníficas potencias con una rigurosa disciplina interior. Yo quisiera ver en esos grupos de jóvenes la severa exigencia de ella”. Los jóvenes deberían entender esta necesidad urgente de “rigurosa disciplina interior”.
En España, cuando un joven no trabaja se dice de él: “Está en el paro”. Hay muchos jóvenes parados por dentro.
TRABAJANDO.
Juan Manuel Serrat canta unos versos del poeta Machado que dicen: “Caminante, no hay caminos; se hace camino al andar”. En el andar diario y en el trabajo puede encontrarse el éxito.
Franklin aconsejaba:“Trabaja. Si no vences hoy, trabaja. Si no vences mañana, trabaja. Has de vencer tarde o temprano”. Y otra vez: “Si te humillan, aprieta los dientes y sigue. Si te difaman, aprieta los dientes y sigue. Si te ponen obstáculos, aprieta los dientes y sigue. Procede igual que el tren y te dejarán vía libre”.
El éxito no viene sin trabajo. Al menos, no el éxito verdadero, el de uno propio; porque ese triunfo fácil que se consigue merced a los favores ajenos es tan superficial y tan ridículo como la actitud del que se pasea orgulloso ante el mundo con una medalla colgada en el pecho y comprada en el rastro. El triunfo que de verdad se saborea es aquél que nos ha costado, el que hemos conseguido tras haber logrado vencer todas las incomprensiones y toda la envidia.
ENFRENTÁNDOSE AL MUNDO CON OPTIMISMO.
El escritor francés André Maurois nos habla de dos pequeñas ranas que cayeron en un cántaro de leche. Una era optimista, la otra pesimista. La pesimista pensaba así: “No puedo hacer nada. Estoy perdida. Me ahogo. No tengo salvación
”.
La optimista era de opinión distinta. Decía: “Estoy perdida. Me ahogo. Pero intentaré hacer algo”. Dentro del cántaro empezó a moverse. Con tanta fuerza y continuidad tal que la leche cuajó y la rana pudo salvarse
.
No digas que la vida te agobia. No digas que el mundo te traga. Haz algo. Muévete, como la rana, y te salvarás a ti mismo y a los demás. Enfrenta los más graves problemas con una visión optimista.
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