En los dos artículos anteriores escribí sobre el tiempo del nacimiento y el tiempo de la muerte, tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de matar y tiempo de curar. Aquí continúo tras las huellas de Salomón.
DESTRUIR Y EDIFICAR
“Tiempo de destruir y tiempo de edificar” (
vs.3).
Destruir y edificar tienen el mismo sentido que matar y curar.
Para curar heridas es preciso amar al enfermo.
Para edificar cosas positivas hay que amar también:
“El conocimiento envanece, el amor edifica” (
1ª Corintios 8:1).
Nigeria es un país enclavado en África Occidental. Ahora tiene unos 80 millones de habitantes. En 1967 una zona del país llamada Biafra quiso declararse independiente y esto dio lugar a una guerra civil que duró tres años.
Yo estuve en Lagos, la capital de Nigeria, en 1971. Un periodista que conocí allí me llevó a ver algunos destrozos causados por la guerra.
En un pequeño pueblo vi a un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, que estaban reconstruyendo tres pequeños edificios.
Mi amigo me dijo que todos eran voluntarios. Los rebeldes habían destruidos escuelas y ellos la estaban reconstruyendo.
Aquello me pareció sumamente ejemplar.
La presente generación de jóvenes estaba construyendo lo que habían destruido los adultos de la generación anterior.
Lo hacían pensando en los niños, la generación del futuro.
“Si la piedra dijese “una piedra no puede construir una casa”, no habría casa. Si la gota dijese “una gota no puede formar un río”, no habría océano. Si el grano dijese “un grano no puede sembrar un campo”, no habría cosecha. Si el ser humano dijese “un gesto de amor no puede salvar a la humanidad”, nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra”.
Nunca destruyas.
Construye siempre que puedas.
LLORAR Y REÍR
“Tiempo de llorar y tiempo de reír” (
vs. 4).
Esta cláusula ahonda en la expresión de nuestros sentimientos. “Todo el que sabe llorar sabe el camino al cielo”, dijo el poeta francés Alfonso Lamartine.
“Mi risa es mi espada, mi alegría, mi escudo”, escribió Martín Lutero.
Un tango argentino dice que “el hombre macho no debe llorar”. Por hombre macho el tango entiende un hombre recio, viril, resistente, vigoroso. Esto es verdad sólo ahí, en la música, en las canciones.
Una vida en que no cae una lágrima es como uno de esos desiertos en que no cae una gota de agua. El hombre de la Biblia no se avergüenza de llorar.
Lloró Abraham cuando murió Sara (
Génesis 23:2).
Lloró Jacob cuando le dijeron que su hijo José había sido devorado por las fieras (
Génesis 37:35).
Lloró José casi con desesperación cuando sus hermanos fueron a verle a Egipto.
Lloró Jesús ante la tumba de Lázaro (
Juan 11:35). Y lloró por lo que deberíamos llorar todos, por la situación espiritual de los perdidos:
“Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos.
Tiempo para reír deberíamos tener siempre.
El literato francés Nicolás Chamfort decía que el día más perdido de todos es el día que no reímos.
Hace años se emprendió en España y en Francia una campaña oficial a favor de la risa. En España se hizo mediante un frase corta, “que en forma de consigna, invadió la televisión, la radio, la prensa y hasta las carrocerías de los automóviles. Por todos los rincones del país se podía leer la invitación gubernamental a la sonrisa, impresa en castellano, en catalán, en vascuence y hasta en gallego: SONRÍA, POR FAVOR.
Era una invitación que el Estado hacía al ciudadano preocupado con los múltiples problemas diarios. Esta consigna era un claro exponente de la crisis de sonrisas que el mundo atraviesa. Cuando hay que pedir a todo un país, y nada menos que por favor, que sonría, es porque algo anda mal en el alma del pueblo.
El gran poeta mejicano Amado Nervo daba este consejo: “Amable y silencioso ve por la vida, hijo. Amable y silencioso como rayo de luna…. En tu faz, como flores inmateriales, deben florecer las sonrisas.
Si quieres comentar o