Cash siguió grabando discos en el estudio de su casa hasta el final de su vida, aunque abandonó los escenarios al entrar en coma en 1993. Su último álbum era de hecho el cuarto de una serie iniciada en 1994, bajo la coordinación de Rick Rubin, con el nombre de
Americana. Esta última entrega lleva el subtítulo de
The man comes around, e incluye clásicos populares como
Las calles de Laredo, e innumerables colaboraciones. En él canta
Desperado, con el cantante de los Eagles, Don Henley, o un tema de Hank Williams,
Estoy tan solo que podría llorar, en un impresionante dúo con esa figura maldita del
post-punk que es Nick Cave, con el que comparte una clara fascinación por el cristianismo. Hay versiones de los
Beatles, como
En mi vida, Dolor de
Nine Inch Nails, o el sorprendente
Jesús Personal del grupo de
tecno-pop de los ochenta
Depeche Mode. Su voz cavernosa no tiene la fuerza de antes, pero sigue manteniendo el alma en vilo.
Un nuevo doble recopilatorio reúne también cuarenta canciones de todas las épocas, incluyendo sus primeros éxitos con Elvis Presley en la mítica discográfica i>Sun Records. Acompañado de amigos y admiradores, como Bob Dylan o U2, el doble
cedé resume una larga carrera, registrada en más de mil quinientas canciones, que aparecieron en unos quinientos discos. Son historias de miserias y amores, que muestran el lado oscuro del modo de vida americano, como trovador de los eternos perdedores. Su fría mirada y viejas botas llevan el barro de haber descendido más de una vez a los infiernos. Lo que hace de su testimonio de fe algo más que bonitas palabras. Su experiencia espiritual ha pasado por caminos tortuosos, pero nos muestra cómo es posible encontrar a pesar de todo, el camino a casa...
CHICO DE IGLESIA
Criado en una granja de Arkansas en los años treinta, Johnny iba con su madre a la Iglesia de Dios, que es una denominación evangélica pentecostal, aunque ella era metodista y su abuelo pastor bautista. El predicador de aquella iglesia le aterrorizaba, porque “gritaba, lloraba y jadeaba terriblemente”. Aquel hombre joven se bajaba a menudo del púlpito para pasearse en medio de la congregación, y cuándo menos te lo esperabas agarraba a alguien por las solapas, y lo levantaba del asiento, vociferándole a la cara: “¡Arrepiéntete!”. Tras llevar así a alguien a rastras, no era raro que muchos les siguieran, hasta no quedar ya ningún sitio en las escalinatas del púlpito. Cash recuerda a la mayoría de aquellas “mujeres llorando, riendo, gritando y gesticulando con las manos levantadas”. Esas “convulsiones con que se revolcaban por el suelo, los gemidos, los temblores y los espasmos musculares de que eran objeto”, dice que le “aterrorizaban aún más”, mientras se agarraba con fuerza al banco. Lo extraño es que recuerda que el rostro de su madre “irradiaba felicidad cada vez que abandonaban la iglesia”.
Cash tiene una formación evangélica, por eso muy similar a las principales estrellas de rock de los años cincuenta. Fue educado en la iglesia bautista como Chuck Berry, Little Richard o Buddy Holly, pero tuvo la misma influencia pentecostal que Elvis Presley o Jerry Lee Lewis en
Asambleas de Dios. Muchos de ellos grababan entonces en la compañía
Sun, donde hay muchas grabaciones de Johnny cantando himnos con Elvis o Jerry Lee. Allí conoció además a su habitual colaborador, Carl Perkins, al que dió el título de uno de sus más conocidos temas de
rock´n´roll, el clásico
Zapatos de ante azul. Cuando era niño, la música de hecho era lo único que le interesaba de la iglesia. Si bien, escuchaba el Evangelio, y sabía muy bien que en la vida sólo hay dos caminos a seguir.
Como muchos en la sociedad americana, Cash siguió los rituales de paso por los que uno llega a ser considerado evangélico. Pasó al frente a los doce años en una campaña de
avivamiento de una iglesia
bautista, fue
bautizado en el Espíritu Santo, y decidió volver a consagrarse, confirmando su fe en un templo evangélico de Nashville en 1971.
Mientras alcoholizado, vió fracasar su matrimonio, se hizo adicto a las pastillas, intentó robar farmacias, se volvía paranoico con una pistola encima, e incluso provocaba accidentes, por lo que estuvo en la cárcel siete veces. Su vida es un claro ejemplo en ese sentido de lo vacío de una fe basada en ciertas decisiones que uno haya hecho en un momento de su vida. Ya que como él mismo ha escrito: “en la vida cada día es un nuevo horizonte, y a pesar de que hoy puede que te sientas a las puertas del cielo, mañana puedes estar hundido en lo más profundo”…
EL HOMBRE VESTIDO DE NEGRO
El apasionante relato de esta odisea espiritual lo escribió ya hace tiempo en una emocionante autobiografía, que con el titulo El hombre vestido de negro publicó Clie en castellano un año después de su aparición en inglés en 1975. La obra fue recientemente actualizada por otro autor para el gran público americano, pero su mensaje sigue siendo una luz de esperanza a todos los “que han fracasado en seguir los pasos del Maestro”, porque se han “hundido en el barro y creen que ya no hay posibilidad”. Cash sabe que su compañía de discos y sus agentes de publicidad le preferirían ver en la cárcel, mejor que en una iglesia. Pero tras años entregado a las drogas, la gracia de Dios pudo más que todos sus intentos de escapar de Él, y su vida fue finalmente transformada.
“El que quiere ser cristiano debe cambiar del todo”, dice Johnny Cash. “Perderá algunos amigos”, pero “no se puede jugar con fuego, ni nadar entre dos aguas”. Así que “cada día se hace necesario trazar muy claramente la línea divisoria, entre lo que eras y lo que debes ser”. Uno de sus textos preferidos de la Biblia es por eso: “el que piense estar firme, mire que no caiga”. Su testimonio es por eso el de un superviviente. Lo que vale más para mí que muchas historias de éxito, que suelen entusiasmar a la gente con relatos triunfalistas de victoria, que acaban confundiendo nuestros deseos con la propia realidad.
Johnny vió que su “política de soledad y falta de comunión con otros cristianos consagrados acabaría por debilitarle espiritualmente”. Él encontró al final de su vida que “hay algo muy importante en la adoración a Dios conjuntamente con otros cristianos, y perder eso nos hace presa fácil, nos convierte en vulnerables a las tentaciones y vicios destructivos que van siempre estrechamente ligados al trasfondo de la vida artística”.
Pero su vida nos habla sobre todo de la verdad de un Dios de amor, perdonador, clemente, paciente y bondadoso; pero también de lo increíblemente débiles que somos. Por eso gracias a Dios que nuestra fe no está basada en ninguna decisión emocional que un día hayamos hecho, sino en la obra perseverante de un Dios que nunca nos abandona, y cuya gracia esperamos nos lleva al final del camino. Pero mientras la lucha se hace dura, y larga la noche...
Pueden escuchar una entrevista a José de Segovia en audio sobre este mismo tema pulsando
AQUÍ (3 MB)
Si quieres comentar o