No podemos decir lo mismo de un gran número de supuestos líderes, procedentes de aquellas tierras, que están invadiendo y perjudicando el movimiento evangélico español en su conjunto: Misioneros que ignoran los más elementales principios de este ministerio; pastores que nunca han pastoreado en sus ciudades de origen; maestros de una doctrina adulterada, maestros sin discípulos, ni siquiera seguidores; doctores sin remedios para las heridas del alma; especialistas sin especialidad alguna, si acaso la de confundir, dividir, matar espiritualmente.
Dicen que vienen a convertir España para Cristo, cuando no son capaces de convertir ni a sus propios vecinos.
Hablan de revolucionar iglesias que ellos creen dormidas y el resultado es la destrucción de congregaciones que vivían en paz. Sostienen que han llegado hasta nosotros para encender el fuego del Espíritu Santo en las iglesias y el único fuego que encienden es el del infierno. Quieren convencernos de que están en España porque oyeron la voz de Dios para que vinieran, cuando la única voz que les habló fue la misma que habló a Cristo en el monte de la tentación. Dicen que el motivo de estar aquí es el amor que sienten hacia los españoles y ocultan la verdad: se cansaron de ellos en sus iglesias de origen. Su trabajo principal sólo consiste en enviar cartas y fotografías a sus patrocinadores financieros y agigantan su figura ante ellos por el “sacrificio” que hacen al vivir en un país extranjero.
Una de las quejas contra éstos trastornadores de conciencias es la prepotencia de la que hacen gala. Llegan a España y actúan como si estuvieran en Haití, en Zambia o en Tombuctú. Saben mucho de aleluyas, pero desconocen la Historia de España, el pensamiento, la cultura, el desarrollo intelectual de este pueblo que alumbró mundos ocultos.
Manifiestan un analfabetismo de párvulos sobre la historia de los evangélicos españoles. Saben muy poco o nada de la Reforma, de la Contrarreforma, de la Segunda Reforma que nos lanzó a la conquista espiritual de ciudades españolas con la Biblia como única arma.
Ni idea tienen de lo que padecimos bajo el nacionalcatolicismo tras la implantación de una dictadura que duró cuarenta años. Ni cómo tuvimos que luchar desde entonces, dejando en la pelea jirones de nuestra piel, para conquistar la libertad que ahora les vale a ellos para medrar en esta España acogedora.
Dos observaciones: Una: si el contenido de esta página parece duro y hasta falto de amor cristiano, es lo que sienten los líderes evangélicos españoles y que muy pocos se deciden a expresar.
Dos: Soy consciente de que la generalización es siempre injusta. Conozco a misioneros de los países citados que están haciendo un trabajo positivo y bendecido entre nosotros. ¡Ojala tuviéramos en España mil más como ellos!
Los que trastornan la vida de nuestras iglesias provienen, casi todos, de las ramas más extremas del pentecostalismo rimbombante y teatral de América Latina, con las cuales
tampoco comulgan los pentecostales españoles que a lo largo de los años han trabajado codo con codo con el resto de las familias denominacionales que componen el protestantismo español, han sufrido juntos, han luchado juntos y juntos son también víctimas de esos advenedizos.
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