En España, dado el relativamente escaso número de evangélicos, las demandas pastorales no han saltado todavía a nuestras publicaciones. Pero es notoria la escasez de ministros del Evangelio con preparación y auténtica vocación espiritual. En nuestro país aumenta el número de Iglesias que no encuentran pastores. El problema se agudiza de día en día. ¿Se acabarán los pastores?
Es evidente la falta de vocaciones. En los hogares evangélicos no se estimula a los jóvenes para que entreguen sus vidas a Dios al servicio de la Iglesia. Acabada la educación primaria y en los primeros cursos de la secundaria se empieza a especular en torno a la carrera universitaria más adecuada o más rentable. Pero el ingreso en un instituto o seminario bíblico casi nunca se contempla para el varón. Menos aún si el padre de la familia es pastor. “Con uno en casa es suficiente”, suelen decir muchas esposas de pastores. Sería interesante la realización de un estudio a nivel nacional e interdenominacional para conocer las razones de por qué son tan pocos los hijos de pastores que se dedican al ministerio cristiano en España. Tal vez nos llevaríamos grandes sorpresas.
Por otro lado, no todos los que emprenden estudios pastorales y los concluyen dedican el resto de sus vidas al servicio de la Iglesia. En España no tenemos más de cuatro o cinco seminarios denominacionales dedicados a la preparación de jóvenes para el pastorado. Entre todos no suman medio centenar de estudiantes. En la provincia de Barcelona funciona un instituto interdenominacional que es el que más jóvenes, hombres y mujeres, atrae. Cada año suelen graduarse entre 20 y 30 estudiantes. Pero éstos, y los que se gradúan de los centros denominacionales, ¿dónde van? ¿Dónde están? ¿Cuántos de ellos se dedican inmediatamente al ministerio de la predicación? ¿Cuántos continúan ejerciendo labores pastorales a tiempo completo después de los primeros dos o tres años de ministerio?
Se publican números y fotografías de jóvenes que obtienen el diploma de graduación tras los años de estudios requeridos. Pero nada se dice de los que abandonan por cansancio temprano. Ser pastor evangélico en la España de hoy, hablando en términos puramente humanos, no es una perspectiva halagüeña. Las Iglesias exigen mucho: que prepare buenos sermones; que presente estudios profundos; que visite a los miembros fríos, a los enfermos; que haga de consejero social; que resuelva problemas de los niños, de los jóvenes, de los matrimonios, de las familias; que evangelice; que se ocupe de las tareas administrativas, que atienda absolutamente a todas las reuniones de la Iglesia. A cambio de un sueldo generalmente pequeño, al pastor se le exigen grandes tareas. El pastorado de este final de siglo, en una sociedad tan conflictiva y problemática, no es tarea fácil. Tiene unas exigencias e impone una carga dura de llevar en hombros de hombre.
Sin embargo es aquí y ahora, en esta sociedad difícil y amargada, cuando Dios necesita líderes y pone a prueba la vocación de sus pastores. El consejo de Cristo a Pedro, “si me amas, apacienta mis ovejas”, constituye todo un desafío para la nueva generación de jóvenes evangélicos españoles. Amar a Cristo es fácil. Amar a las ovejas en la sociedad actual no es tan fácil.
El pastorado se hace más llevadero cuando nos llena un intenso amor a Cristo. Sólo de esta manera se pueden aguantar hoy los balidos impertinentes de algunas ovejas.
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