Actualmente hay 590 millones de personas en el mundo en edad de jubilación y se espera que para el año 2025 la cifra suba hasta 1.100 millones. Estas estadísticas muestran que no podemos resignarnos ni dimitir de la vida cuando se nos jubila de un empleo. Es mucho lo que a esas edades se puede hacer por uno mismo, por los familiares a quienes estamos vinculados y por el bien de la sociedad.
“Estar jubilado no significa incorporarse a la ancianidad por decreto, porque la sociedad pierde el concurso de gente bien preparada”. Esto, que lo dijo en su día el científico Santiago Ramón y Cajal, lo repitió el pasado 22 de marzo el profesor de la Universidad de la Coruña Gerardo Hernández. “Se es viejo cuando se pierde la curiosidad intelectual”, añadió. En opinión de Gerardo Hernández, un cálculo grueso podría elevar a ocho millones los jubilados en toda España. A los jubilados que no tienen obligaciones severas, el profesor universitario les recomendó “enamorarse cada día, sin que la jubilación les aplaste”.
Andrés Rodríguez Alarcón, médico geriatra, dedicado a la atención de jubilados en una residencia de la Seguridad Social en Madrid, mantuvo este diálogo con un periodista local:
-¿Se puede ser viejo a los treinta años?
-De la misma forma que se puede ser joven a los sesenta. Todo depende de la mentalidad del individuo y, por supuesto, su forma de vida. Tenga usted en cuenta que el sentirse viejo no es más que una actitud mental.
-Pero las energías, pongo por caso, no son las mismas.
-En efecto. Pero a lo peor, para nosotros los jóvenes, ese anciano es más joven psíquicamente que uno mismo.
Envejecer es un proceso natural de la vida. Un proceso imparable. Si engordamos podemos utilizar un régimen para adelgazar. Si adelgazamos, podemos atracarnos de alimentos hasta conseguir engordar. Pero cuando empezamos a envejecer no caben paradas ni cambios. Es una realidad que hay que aceptar. Porque nada podemos contra ella. El retrato de Doran Gray puede mantenerse eternamente joven, pero el personaje acusa el paso de los años. Ponce de León llegó a tierras de Florida el 27 de marzo de 1512, día de Pascua Florida. En la ciudad que hoy lleva el nombre de San Agustín, en la costa atlántica, creyó encontrar la legendaria Fuente de la Juventud, “Fuente cuyas aguas tornaban mozos a los viejos”.
Pero la Fuente de la Juventud sólo ha existido en la imaginación de los pueblos. La vida es un camino que arranca en el nacimiento y acaba en la muerte. El tramo recorrido nos dice dónde nos encontramos. El tramo por recorrer es imprevisible. Estamos destinados, predestinados o sentenciados a nacer, crecer, envejecer y morir. No valen armas en esta guerra. Tenemos la batalla perdida desde el mismo instante que venimos a la vida.
Una antigua historia romana cuenta que Júpiter, hijo de Saturno, creó primero los animales y luego el hombre. Al burro le dio 20 años de vida. Al perro otros veinte años. A la mona, veinte años también. Cuando creó al hombre, le adjudicó el mismo tiempo. El hombre protestó. Dijo que era más importante que los animales. Entonces Júpiter añadió a sus años los 20 del burro, los 20 del perro y los 20 de la mona, con el fin de que llegara a los 80 y sufriera todos los achaques de la vejez.
Es una imagen cruel, pero tiene algo de real.
En “Viviendo la tercera edad” Esteban Montilla, su autor, aconseja a los jubilados que no bajen la guardia con la edad. Que no se dejen vencer por las presiones sociales. Que huyan de la soledad. Que vivan su propia vida, no la de sus hijos ni la de sus nietos.
Que no se apoltronen pasando horas interminables frente al televisor o tomando el sol en un parque. Que practiquen algún deporte, de acuerdo a las energías de cada cual. Que eviten convertirse en una persona gruñona, siempre enojada. Que participen en programas sociales. Que sean creativos.
La vida acaba en la tumba, no antes. Goethe terminó de escribir su largo poema “
Fausto” a los 80 años, y a los 85 el italiano Verdi compuso su famosa pieza musical “
Ave María”. Que cuiden su cuerpo. Que busquen una compañera o compañero, si no lo tienen. Que se enamoren. Es el cuerpo el que envejece, no el corazón. Ni siquiera amamos con el corazón. Amamos con el alma y el alma es eterna. Que practiquen el sexo. No renunciar a esta parte importante de la vida. Si Sara tuvo “deleite” a los 80 años, los jubilados pueden igualmente experimentarlo a sus respectivas edades.
Una última cita, del novelista francés Alfonso Daudet: “La única gran cosa vieja es la muerte”.
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