España: ¿mayoría católica?

Entonces expuse las razones aducidas por el Gobierno para aumentar el dinero que graciosamente entrega a la Iglesia cada año. Ahora escribo sobre las razones que esgrime la Iglesia católica para recibirlo. Aunque, ya se sabe, para trincar dinero cualquier excusa vale.

El aumento de las donaciones convenidas por el Gobierno fue recibido por los obispos como un “acuerdo de laicidad inteligente”. Los obispos siempre tan cáusticos, tan dados al sarcasmo. Saben que siempre ganan. Tienen la sartén por el mango y el mango también, como cantaba el genial Adolfo Marsillach representando en Madrid una obra de Moliere. No hay quien pueda con ellos. El 22 de julio de 2004 el actual ministro de Trabajo, Jesús Caldera, anunció: “Que el Estado financie a esta confesión religiosa se tendrá que acabar algún día”. La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, fue un poquito más lejos que su colega de Gabinete. El 14 de noviembre de 2005 declaró: “Hemos llegado a un punto donde las aportaciones del Estado a la Iglesia católica, que han ido a más cada año, tendrán que ir a menos”.

Los obispos oyen estas peroratas como quien oye llover. Ellos aducen razones que consideran de mucho peso para exigir al Gobierno la financiación de la Iglesia. Se escudan en que la Iglesia católica es la religión que profesan los españoles. Apoyándose en esta argucia, el portavoz de los obispos, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, calificó el aumento de los dineros a la Iglesia como una “satisfacción razonable”. “Es lo justo”, añadió, pensando y creyendo que el Gobierno está obligado a proceder de esta manera con la religión que según él profesan los españoles.

Pero se le clavó una espina en la lengua cuando tomó la pluma o el ordenador el vicepresidente de la Asociación Europea Laica Francisco Delgado, quien fue diputado constituyente y senador en la primera legislatura. En un artículo publicado en “El País” (siempre “El País”. ¿Dónde, si no, se pueden escribir estas cosas?) el 1 de octubre, Delgado decía: “Los clérigos y algunos políticos justifican esta excepcionalidad afirmando que en España hay 80 % de católicos. Mienten. A saber: bautizos, comuniones, bodas y funerales responden, en un alto grado, más a prácticas paganas, costumbristas, sociales y consumistas que a una verdadera fe católica”.

Quienes crean que son opiniones de un anticatólico, que lean los datos facilitados por la misma Iglesia, dados a conocer por el periodista Juan G. Bedoya con motivo de la visita del Papa a Valencia el pasado verano. “Estudios publicados por la propia Iglesia católica en 2002 –decía el periodista- indican que el 76% de quienes confesaban y comulgaban semanalmente en su infancia ha caído al 6%, mientras que quienes declaraban no confesarse nunca o casi nunca de chicos, el 9%, son hoy el 72%”.

Confirmando estos datos, el Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente del Gobierno, concluye que “los españoles que se dicen católicos van poco a misa y sólo el 17% acude los domingos”. ¿Tiene sentido afirmar que España es católica cuando de 44 millones de españoles sólo van a misa unos 7 millones?.

Un dato esclarecedor es que ahora mismo está en torno al 34% el número de españoles que da a la Iglesia católica el porcentaje autorizado del I.R.P.F.

Y aquí el sistema funciona de diferente manera al de Alemania. En Alemania quien no desee contribuir al sostenimiento de la religión que profese se guarda el dinero en el bolsillo. En España no. Entre nosotros la parte proporcional del impuesto que autoriza Hacienda sólo tiene dos casillas en el impreso, dos destinos. O se le da a la Iglesia católica o se queda en las arcas del Gobierno, que lo destina a los fines sociales que estime oportunos, aunque la mayor parte de este dinero se desvía por otros cauces a instituciones católicas.

Si España es católica, ¿por qué 66 de cada 100 españoles prefieren dar su dinero a la bolsa anónima de Hacienda antes que destinarlo a su propia iglesia?

Grupos de católicos en Madrid, Sevilla, Barcelona y el País Vasco han formado una Asociación para llevar a los tribunales eclesiásticos y civiles el derecho a apostatar de la Iglesia.

El grupo de Izquierda Unida presentó en el Congreso de los diputados una proposición no de ley en la que emplazaba al Gobierno a regular el derecho a la apostasía y fijar un procedimiento con garantías, y sin trabas, para dejar de pertenecer a la confesión católica. Decía el diario “A.B.C.” que “esta proposición no de ley liderada por Gaspar Llamazares reclamaba también las reformas necesarias para obligar a la Iglesia a formalizar la inscripción en sus asientos de la baja y la supresión de los datos que obren en sus registros”. Ni el partido Popular ni el partido Socialista aprobaron la propuesta.

El martes 27 de junio una treintena de jóvenes presentaron en el registro del Arzobispado de Madrid una solicitud para darse de baja de la Iglesia. “Queremos que la Iglesia deje de contabilizarnos como sus miembros - decía el escrito. No tenemos ni fe religiosa ni confianza en la Iglesia católica. No somos su rebaño”, concluía.

“Aunque la Iglesia niega el derecho a apostatar –escribía el ya citado Francisco Delgado – más del 85% de los ciudadanos españoles hacen caso omiso a la doctrina católica”

¿España es católica?

“El análisis de la situación sociorreligiosa no puede ser más negativo, rayando en lo apocalíptico”, escribe Juan José Tamayo, profesor de la Universidad Carlos III, en Madrid. “Hoy la Iglesia no está presente en la Sociedad y, lo que es peor, cuando está presente, lo está de modo inadecuado, cuando no ridículo”, confesó a la prensa el Abad de la Abadía de Monserrat.

Ignorando todos esos datos y verdades como puños, los obispos continúan pidiendo más dinero al Gobierno porque somos, dicen, los representantes de la religión que profesan los españoles, la única verdadera. ¡Aleluya y amén!